Paula Maffía, cantautora argentina: «Me interesa ver a más mujeres en lugares de poder»

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Por Majo Lepore y Juan Martín Irureta

De Las Taradas a sus proyectos solistas, pasando por La Cosa Mostra y Boca de Buzón, es una de las referentes de la escena local que en los últimos años resignificó la música popular. Una tarde de verano en un bar de Almagro charlamos con ella sobre la lucha feminista, de su «militancia carnívora» y de cómo es tocar en una cárcel y arrepentirse de no haberle llevado revistas porno a sus espectadoras.

– Tenés un montón de proyectos, ¿cómo decidís qué cosa va para cada uno?
– Se dá muy naturalmente. Las canciones que hago sola son para mi formato solista. Para La Cosa Mostra ya no compongo y toca muy de vez en cuando, entonces no me insume recursos. Las Taradas tienen un estilo completamente distinto a mi música. Entonces, si se me ocurre una canción con una temática o con una sonoridad más latinoamericana o más swing o lo que sea, posiblemente vaya a parar a Las Taradas.

– Con Las Taradas, ¿se sienten cómodas fusionando tantos géneros o es más bien un desafío?
– No, nos encanta. No creo que ninguna sea una música de género realmente, cada uno tiene un filo, yo tengo un filo hacia el rock, Lu Martínez tiene un filo muy grande hacia el funk, Ana Sol, la percusionista, tiene un filo muy grande hacia la cumbia: todas tenemos una tendencia, nos encanta fusionar canciones, géneros y estilos.

– ¿Qué es un género, hoy?
– Hoy es un producto del mercado como, básicamente, todo: nuestro sexo, lo que comemos, las cosas a las que tenemos acceso. Todo está mercantilizado. Si me preguntás qué es un género musical, diría que es un fenómeno musical, a veces acompañado de una danza y por lo tanto de un ritual y de toda una liturgia que surge en un contexto sociohistórico, entonces tiene que ver con cómo se vivía en una época, en un lugar, qué roles y qué situaciones cruzan al encuentro, a esa liturgia que ni siquiera puedo decir que sea musical exclusivamente. El tango, ponele: después lo tomó el mercado, pero surgió en un cruce sociohistórico, acompañado de una danza y de toda una visión del mundo, desde las letras, la vestimenta hasta los roles entre las personas.

– Viéndolo como un producto del mercado, es fácil explicar por qué Damas Gratis tocó en el Lollapalooza.
– Lo que quieren hacer es meter gente y hacer plata, porque hay un montón de gente que va a ir a ver a Damas Gratis. Primero, porque hay un montón de gente que no los va a ver a “La Pachanga de Gerli”, pero dice gustar de Damas Gratis porque [Pablito Lescano] se volvió un héroe: es un personaje interesante, con una filosofía muy clara. No es un fisura cualquiera. La gente quiere, de alguna manera, expiar la culpa burguesa, entonces gustan del Pity Álvarez y de personajes que son un poco contestatarios, pero que también son funcionales. A mí me encantaría pensar que el Pity rompe las reglas del juego, pero no; que el Indio Solari quiere romper las reglas del juego, pero no, no lo están haciendo. El Indio Solari lo demostró metiendo una cantidad ridícula de gente en un lugar, evadiendo impuestos y un montón de cosas. Para mí no es un héroe, para mí es un tipo que se quiere llenar los bolsillos, es un mercenario a costa de otros. Después podemos hablar del talento musical, pero, a nivel principios, su principio de llenarse los bolsillos mató su discurso artístico. Uno puede quedarse con lo que quiera, como el caso de los escraches: si se generó un escrache hacia alguien, por algo es. No creo que un grupo de personas, especialmente de mujeres jóvenes, que no tienen representación en la sociedad, de ninguna manera vaya a generar un movimiento ridículo, solamente para romperle las pelotas a alguien que ya sabemos por sus letras, por su manera de pensar y por sus declaraciones, que es una persona nefasta. No es muy difícil hacer uno más uno y hay gente que, igualmente, lo pone en duda.

– ¿Se te cayó algún ídolo?
– No tengo ídolos. El único por el que dije: “Ay no, no, no, ¿él? ¿en serio?” fue Neil deGrasse Tyson, el nuevo conductor de Cosmos. Fue como: “¿Él? ¿Posta?”. Me parecía un tipo que hablaba de la ciencia y uno se emocionaba. “Porque cuando la galaxia…” Era un nerd hermoso. Y, obviamente en mi ingenuidad, dije: “este tipo no, está fuera”. Bueno, sí, se me cayeron, pero no ídolos, porque no tengo ídolos. Soy súper anti-ídolos. Sí personas que estimaba. Especialmente mujeres que encubrieron abusadores. Eso me parece de una mala fe muy grande.

– Recién dijiste que la actitud mató al artista: ¿hay que separar al artista de la persona? Por ejemplo, Morrissey ¿Escuchaste su último disco?
– No, yo fui siempre más Smith: hay algo en el sonido de la banda, como las guitarras de Johnny Marr y otras cosas, que me faltan en Morrissey solista. Igual que Pixies: no sé si me vuelvo loca con Frank Black solo, me gusta Pixies, me gustan las guitarras de Joey Santiago, el colectivo que arman, la idiosincrasia que tienen como banda. A Morrissey lo respeté mucho como músico, pero nunca me pareció intachable. Una cosa es que alguien no te parezca intachable -y creo que nadie, a priori, me parece intachable-… lo que sí me parece penoso es que alguien que tiene un discurso en las letras pueda, después, ejecutar lo opuesto. Un tipo que se ríe de la pobreza de los irlandeses, del estigma social, alguien con esa mirada tan atenta, de pronto pueda hacer comentario de tipo “quiero que Alemania sea de los alemanes”. Hay gente que la pifia grosso.

– Grinbank puso en redes sociales que su productora cancelaba la visita de Morrissey porque no les interesa trabajar con alguien que piensa de esa manera.
– Está bien, me parece re noble. Además, hasta cierto punto, podemos decir que está apostando a algo, a una imagen más interesante, me parece súper bien. Grinbank puede tener sus motivos personales para decir: “yo no quiero apoyar a alguien que está haciendo casi una apología al neonazismo”. Más allá de lo que, prima facie, parece algo noble, puede que el chabón diga: “con esto me lleno de plata porque van a salir notas y con esto muevo otra cosa y muevo un artista menor”. Puede haber una especulación monetaria atrás de eso, solo le saca plata a la gente, que es una forma de daño a la que estamos acostumbrados, porque todo te saca plata.

– La lucha feminista está en agenda ¿Hubo una transformación en el mundo de la música en ese sentido, desde que empezaste tu carrera profesional?
– Sin duda, lo que se desenvuelve un poco de boca en boca primero se vuelve un objeto de opinión de gente que no tiene idea, como si el feminismo fuera algo de los últimos diez años en lugar de una cadena de consecuencias y de luchas que ya vienen, te diría, de Mary Wollstoncraft. Hubo gente en la época de la revolución francesa que perdió la cabeza por decir: “che las mujeres no son retrasadas mentales, pueden ser ciudadanas libres”. Los mismos jacobinos, los mismos ciudadanos libres, dicen: “igualdad para los hombres blancos burgueses. Estos no, estos no, estos no, estos tampoco, estos muchos menos, las mujeres no, las mujeres a la cocina.”
Esto de que el feminismo, de pronto, es una remera. Me parece simpático. Me parece un poco gracioso que ahora todo el mundo tiene una opinión sobre el feminismo sin haber estado ahí bancando los trapos, pero también me parece importante que se difunda esta mirada del mundo. Este pedido de que dejen de matar a la mitad de la sociedad, aunque que haya que escuchar un montón de pavadas y opiniones y faltas de respeto.

– Por ejemplo, por la moda de hablar de feminismo sin una estructura detrás, en las notas les preguntan a las bandas de mujeres si son feministas, como si a una banda de varones les preguntaran si son machistas o si odian a las mujeres porque no tienen una mujer en la banda…
– O no preguntarles a los varones: “chicos, ¿ustedes qué piensan sobre el feminismo?”. Todavía queda mucho por delante. Algo que ganó el feminismo es la herramienta del escrache, que se difundió mucho en la escena del rock nacional, por fortuna, y admiro muchísimo a las pibas que llevaron eso adelante, al coraje que tuvieron, y a la unidad, al amor y a la gestión que tuvieron, no solo para denunciar a los agresores materiales y directos, sino para hacer evidente todo un sistema de burlas sistemático hacia la mujer. Una piba, como el caso de Mailén [Frías, abusada sexualmente por Miguel del Pópolo], que fue violada por un amigo, dos veces; que va, hace la denuncia; en la comisaria le toman el pelo; y la mina que hace el examen psicológico le dice: “pero vos qué hacías ahí, cómo estabas vestida”, la burla; la ley la deja en suspenso: es una cadena. Como decía Simone de Beauvoir: a una mujer no la viola solamente un varón. El acto carnal lo puede hacer un varón, pero es violada por toda una sociedad de varones, por una confraternidad chota. Re chota. Y lo que único que queda contra esa confraternidad chota es una sororidad. Como ustedes están unidos para el mal, nosotras nos vamos a unir, no porque queramos tener nuestro mal y ser mejores, sino porque nos queremos defender de este sistema en el que podés cazar a una mujer, vejarla, arruinarla, dejarla tirada, matarla, descuartizarla y empalarla.
El natural paso del tiempo está haciendo que más mujeres empiecen a ocupar espacios. Hay más chicas que son stage o técnicas de sonido. Minas que llevan adelante su banda o que juntan los cables, que hagan laburos de chongo. Nosotras con Las Taradas tenemos una stage que es una mostra, siempre está un paso adelante. Conozco sonidistas mujeres, conozco productoras, dueñas de estudio. Lugares históricamente manejados por varones. Todavía no hay grandes empresarias, digo, el feminismo no va a curar al capitalismo… ¡o sí!

– ¿Ese cambio en el mundo de la música es un reflejo de un cambio en el mundo?
– Me preguntaste sobre la música y yo te respondí desde la música, pero lo que te puedo decir es que la música es un microcosmos de lo que ocurre en el mundo en general. Hace unos meses una piba me hizo una entrevista muy linda y en un momento me pregunta cómo contaría la historia del ocultamiento de la mujer en la música, y le dije que la historia del ocultamiento de la mujer en la música es la historia del ocultamiento de la mujer. Punto. Hay lugares donde las mujeres no entran. La masonería, por ejemplo. Son quitadas de un lugar y relegadas a la inmanencia en otros lugares: me gustaría ver más mixtura en las mercerías, que hubiera más varones. Aunque antes que ver más varones en lugares de la cotidianidad y de lo íntimo, me interesa más ver mujeres en lugares de poder.

– Hubo una revalorización de algunos géneros populares que incluyó cierto revisionismo que se apoderó de esta agenda feminista: la aparición de Miss Bolivia, por ejemplo.
– Tiene que ver con el registro personal de la vida de cada uno. Patricia y Pilar, de las Kumbia Queers, por ejemplo, son cumbieras desde que nacieron, pero igual pasaron por el punk, y en el punk, si vos no aprendiste a ser una persona con conciencia de la realidad, sos un tarado. Si vos fuiste realmente un punk y no aprendiste a respetar a los otros, sos un boludo.
Con las She-Devils, una banda que escuchaba a los 17 años, aprendí las primeras declaraciones fuertes sobre el aborto, sobre la libertad animal y un montón de cuestiones. Las pibas ya estaban ahí militando desde un lugar muy comprometido y muy de vanguardia, y fueron el reflejo local de la expresión artística de la tercera ola del feminismo, que fue el movimiento Riot, un movimiento culto, pero también muy punkie, entonces fue muy interesante. Ellas devinieron en la cumbia porque todos podemos devenir en la cumbia, que es un género extraordinario muy cercano al punk. No pasaron a tocar música de cámara, yo creo que las pibas tienen letras muy interesantes, muy divertidas. Podés tener música con compromiso feminista desde cualquier género.
Miss Bolivia siempre hizo algo muy vinculado a la cumbia y al hip hop. La conozco a Paz: tuvo un discurso feminista desde antes de hacer música. Siempre fue una piba mega-archicomprometida. Uno parte de la base de que, si la persona es cantautora y hace música popular o trovadora, hablará de cosas que tienen que ver con la política porque es su visión personal, como si no se pudiera hablar de una visión personal a través de la cumbia. Yo creo que mucha música nueva toma forma de cumbia y es natural que esa música nueva no reproduzca letras con consignas horribles. También hay letras nefastas: Maluma me parece un pelotudo. Su música no me gusta y sus letras, menos.

– ¿Miss Bolivia abriendo el show de Maluma te generó alguna contradicción?
– Lo interesante es que un montón de cabezas cuadradas que van a escuchar Maluma, escuchen a Miss Bolivia y digan “guau, mirá esta piba”. Prefiero rescatar eso. Cómo se siente ella abriendo un show que está promoviendo el maltrato de mujeres, no tengo idea, pero también, si le gusta… Ella tiene la libertad de hacer lo que quiera, y mientras no genere algo malo ni criticable, no tengo nada que criticarle. No creo que Paz haya hecho nada malo y lo que quiero tomar de eso es que ella abrió un show en un lugar donde quizá le abrió la cabeza a mucha gente.

– ¿Tenés contradicciones?
– Creo que tengo una contradicción y tengo una solución momentánea. Una de mis contradicciones más grandes es mi amor por los animales y mi militancia carnívora.

– ¿Es una militancia?
– Sí, estoy muy a favor de la carne y de comer carne porque me parece extraordinario. Comería asado a las 7 de la mañana todos los días porque no puedo decirle que no a la carne. Me hace bien, me gusta mucho la carne, nunca no comería carne y, honestamente, no me parece que dejar de comer de carne sea la solución.

– La solución a un sistema que es cruel con los animales a la hora de consumirlos…
– Sí, sí, eso. Mi contradicción es la siguiente: yo creo que, si vivimos en una sociedad que faena a mano o alguien local, en un lugar reducido, faena el animal, está bien. Porque en ese caso toda la comunidad está completamente consciente del grado de crueldad que eso implica y de lo que significa carnear un animal y es un ritual que se hace con respeto y se hace un flor de asado. Y la cantidad de humanos muertos por accidentes con animales es una demografía que me parece como de justicia poética. Yo tengo un tío abuelo que quedó ciego de un ojo porque la vaca le pegó un coletazo. No sé cuántas vacas carneó él, creo que ninguna, pero sé que algún cordero que otro debe haber carneado. Te exponés a que eso pase: voy a consumir un animal y perfectamente puedo morir reventada de una patada en la cabeza.
Me parece hermoso que, si vas a hacer algo, te expongas. Nosotros vamos al Coto, sacamos alguna rica chuleta de ahí, completamente libres de algún problema, lo ponemos en una plancha y lo consumimos. Yo no sé si de pronto dejar de consumir carne y empezar a consumir más soja, en este momento, le va a hacer bien a los animales cuando estás hablando de Monsanto, agrotóxicos, monocultivo, trabajo esclavo y todas las especies animales y vegetales que están en peligro. En este momento, cuando mi hermana vegetariana me dice que es cruel para los animales, le digo que es cruel el consumo en masa. Por otro lado, tengo animales amigos a los que quiero muchísimo. Por qué los prefiero a estos y no a otros también podría decir de los humanos: hay humanos que quiero muchísimo y hay humanos que desprecio, pero mi contradicción es esa. Estoy acá, no quiero sufrimiento, para nadie, no quiero sufrimiento para otra especie, pero me estoy comiendo una rica hamburguesa y no hice nada al respecto, eso es una contradicción grande. Si dejo de comer carne, pero sigo consumiendo leche y huevo, igual estoy dentro de un sistema de consumo masivo de derivados animales; si me vuelvo vegana, igualmente los cultivos y todo eso… yo tendría que retirarme de la sociedad y vivir una especie de sociedad increíble, un proyecto de laboratorio de sociedad, pero la realidad, por como siguen las cosas, es que tendremos que empezar, posiblemente, a consumir insectos, harina de grillo, hormigas. No se va a poder seguir produciendo carne a escala, entonces creo que quiero toda la carne que pueda, porque en 10 o 15 años no vamos a poder comer más asado.

– ¿Seguís cursando?
– Retomé el año pasado. Me cambié de carrera y empecé, de cero, filosofía.

– ¿Por qué te cambiaste?
– Me di cuenta de que empecé con antropología, por un lado, muy motivada por una pasión que tuve desde muy chiquita, que es el mundo de los mitos, las leyendas y el folklore. A los 12, 13 años, flasheé muy fuerte con la egiptología y con el estudio de los orígenes de todas las civilizaciones. Estudié muchísimo y me pareció que la antropología era una manera increíble de abordar la totalidad de la humanidad y que era una formación tan integral que me interesaba tenerla encima. Empecé con las primeras materias más sociales y después me fui metiendo en la carrera y me quedaron las materias más aburridas, más analíticas. Fue como: “Yo no voy a hacer trabajo de campo, nunca hice un cuatrimestre de trabajo de campo en la carrera”

– Era más una inquietud intelectual…
– Era una inquietud intelectual y casi todas las cosas que me inspiraban estaban mucho más vinculadas a la antropología simbólica, que tiene que ver con el estructuralismo, con la filosofía. Dejé la carrera, aburrida, dedicándome de lleno a la música, imposibilitada por giras y viajes y cosas por el estilo y, bueno, un día fui con Boca de Buzón a cerrar el seminario de filosofía que da mi tía Diana y tocamos para el cierre del seminario, y cuando vi a todos los niñacos ahí, escuchando con el mate y todo eso, fue como: “¡cómo extraño estudiar!”. Además, leo todo el tiempo cuestiones vinculadas a la filosofía y pensé que estaría buenísimo que todo este tiempo que me dedico a leer, lo haga organizadamente, con una currícula y con una lógica. Y bueno, me anoté y aquí estoy.

– ¿Y lo estas disfrutando?
– Lo sufro, obvio, pero lo disfruto también, mucho.

– ¿Es un logro vivir de la música?
– Hay una frase muy linda de Truman Capote que dice: “Se llora más por las plegarias atendidas que por las no atendidas”. Toda mi vida quise vivir de la música, ahora vivo de la música y estoy all rigth. No la paso mejor que el resto de la gente, me sigue cayendo la factura del gas y tengo el mérito de haberme roto el orto y haber puesto miles de cosas en juego para lograr esto, que es exclusivamente fruto del sudor de mi frente y además de poner mi corazón en todo lo que hago. Me salió porque insistí, insistí, insistí. No tuve un golpe de suerte en la vida. A veces diría: “cómo me gustaría ganar un concurso”. ¿Viste cuando te dicen: “no te quejes, trabajás de lo que te gusta”? No, vos no te quejes de que trabajás de lo que no te gusta y no hiciste nada al respecto, dejate de jorobar. Digo, estoy hablando desde mi lugar burgués, interpelada por otra persona más burguesa. No podría tener esta charla en cualquier ámbito.

– Sí, la meritocracia nos la pasamos por el culo…
– Claro, toqué en lugares completamente inconvencionales para mi cotidianidad, pero para mí esas son experiencias obligadas a las que vuelvo una y otra vez; por ejemplo, tocar en el penal de mujeres, donde tu realidad es completamente fantástica, es una ficción.

– ¿Y cómo fue esa experiencia?
– Linda. Es un encuentro, ante todo, artístico y humano, donde yo doy lo que puedo dar y ellas toman lo que realmente les llega de mi música. Una vez que toqué en Ezeiza, la primera, de hecho, después del show hablé con todas las pibas. Yo tengo una canción, “Las llaves”, de La Cosa Mostra, que dice: “me vas a dar con las llaves y vas a hacerme mierda”. Y viene una piba y dice:
– esa canción de las llaves me mató.
– bueno, gracias, me alegro.
– no, no, me mató porque a mí me pasó. Me pasó lo mismo. Me pusieron puntos en la cabeza.
A mí no me abrieron la cabeza a golpes con un puñado de llaves, era bastante más metafórico…

-Contaste una metáfora que para ella fue literal.
– Mi experiencia fue distinta, y si fue violenta, fue de otro tipo de violencia. Después hablamos en torno a la violencia en general, pero me sentí una boluda, obviamente. Yo hablando de la violencia simbólica y la chabona contándome que la hospitalizaron por un golpe. Después vino una mina, una mexicana, y me dijo: “Tengo muchas ganas de que conozcas a mi hija, mi hija tiene tu edad y le encanta la música y es muy parecida a vos.” Me vio y vio a su hija en mí, entonces estuvo una hora y pico hablándome de su hija. Fue increíble la charla. Después hubo otra, ucraniana, muy pícara, que cachó un poco más mi lado más sensual, más erótico, y nos pusimos hablar de sexo y otras cosas. Cuando me iba, me dijo:
– Esperá. Cuando vuelvas, quiero que traigas revistas.
– Traje un montón de revistas y de cassettes, ¡están ahí!
– No, no. Revistas… revistas de hombres.
Yo, una pelotuda, le llevé revistas de ciencia, de divulgación y de poesías: la mina quería ver chotas. Claro, obvio, soy una pelotuda, ¡¿cómo no le llevé una buena revista de chotas?!

– En otra entrevista decías que Las Taradas habían nacido en un contexto de diversión ¿Cómo es la relación lucha y diversión, se siguen divirtiendo o están más luchando?
– ¿Por qué una cosa quita a la otra? Hay una frase muy linda que dice “si no puedo bailar, no es mi revolución”. Aceptar la amargura como parte de la lucha es que ellos están ganando. No metan en la cabeza que las cosas se hacen de una manera, yo me quiero cagar de risa.

– ¡Entonces sos peronista!
– No, no. Yo creo que un acto revolucionario es ser feliz, un acto revolucionario es saber divertirse. Es poder aplicar humor sobre las cosas, que para mí es una manera de quitarles, no seriedad, sino credibilidad. Dejar de creer a todo a ese alud de normas a lo que estamos sujetos desde que salimos de la concha de nuestras madres: de pronto, te vas a llamar así, te vas a poner esta ropita, este color, vas a ser así, vas a ser asá.

– Te oprimen desde el principio ¿Será por eso “Las Taradas”?
– Taradas es el insulto que se dicen entre mujeres, que le dice un varón a una mujer. Después escalás a conchuda, posiblemente. Pero tarada es: “qué tarada”. Y en la mujer es “tonta”, “cabeza hueca” ¡Acá esta mi cabeza hueca!

Rockomotora

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