El precursor de la novela de denuncia

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Al escritor Arnoldo Palacios lo sorprendió la muerte el 12 de noviembre de 2015. En la mañana de aquel jueves sufrió un paro cardiorrespiratorio. Tenía 91 años y la vitalidad de un hombre de 40.

Su sobrina, Sayly Duque, cuenta que “hasta último momento” Arnoldo tuvo como costumbre leer y escribir hasta el amanecer.   Jamás se durmió antes de las cinco de la mañana. Charlaba por teléfono con sus amigos, se encontraba con ellos, iba a dar charlas a colegios y universidades, anunciaba el proyecto que tenía en mente:  reeditar su novela ‘El duende y la guitarra’.

Porque, más allá de ir al médico para chequeos de rutina y revisar su presión arterial, la salud de Arnoldo no presentaba mayores sobresaltos. Pocos días antes de morir habló con otro de sus sobrinos, el fotógrafo José Venancio Palacios García, y él no notó nada que anduviera mal.

-Lo que  me alcanzó a decir era que tenía un manuscrito, que no sabemos si está en su casa en Bogotá o en Francia, donde vivió gran parte de su vida.  Ese día lo vi muy bien de salud – un poco afectado mentalmente, decía algunas incoherencias – pero físicamente estaba bien. Su muerte fue inesperada.

Ante lo inevitable, decía Arnoldo, el hombre tiene que ceder, agachar la cabeza, reconocer que pese a cualquier esfuerzo que haga, todo será inútil.

II

A Arnoldo Palacios lo entrevisté telefónicamente en 2009. El motivo era el lanzamiento de la novela en la que cuenta su propia vida: ‘Buscando mi madrededios’. Si algo recuerdo de la entrevista eran sus carcajadas. Su sonrisa la imaginaba como la que muestra en las fotos: tierna aunque al mismo tiempo traviesa. Como un niño a punto de hacer algo gracioso pero prohibido.

El paso de los años no hizo que se convirtiera en un hombre malhumorado, arisco. Por el contrario, a Arnoldo un fotógrafo le podía proponer, por ejemplo,  que abriera uno de sus libros, se lo pusiera sobre su cabeza como quien se mide un sombrero, y se dejara retratar.  Él aceptaba el reto con entusiasmo.

Sayly dice que hasta su último día de vida Arnoldo conservó el humor. Lo mismo asegura José Venancio, el fotógrafo con quien de vez en cuando  se sentaba a conversar durante horas sobre los países que había recorrido en el mundo.

– Es que yo quería que mi familia conociera Europa. Llegué hasta el Polo Norte con todos mis muchachitos, decía en aquella entrevista de 2009. Arnoldo tuvo cinco hijos.

A su familia le recordaba que la risa debía formar parte de la cotidianidad de todo hombre, porque entre otras cosas sirve para conocer facetas ocultas de nosotros mismos. Hay realidades que si no fueran por el humor, además, no seríamos capaces de nombrar.

La charla de 2009 giró en torno a su historia en el departamento donde nació, Chocó, exactamente en el municipio de Cértegui, fundado por Matías Tres Palacios. La historia del pueblo “que en las mañanas parece un paraje fantasma porque sus habitantes salen temprano a trabajar en los yacimientos de platino y oro”, está ligada al apellido de Arnoldo.

Esa primera parte de su vida – Chocó, Cértegui – es  la que narra en ‘Buscando mi madrededios’.  En la novela, que puede leerse también como una autobiografía,  Arnoldo cuenta cómo eran sus días tras la enfermedad que le impidió volver a caminar y que lo llevó a escribir para ganarse la vida: la poliomielitis.

“¿Qué era andar para mí? Yo me movilizaba en cuatro patas, gateando. Las rodillas me ardían, sangrantes, con el roce del cascajo se me pelaban. Al hallarme bien, bien rendido, trataba de utilizar las piernas propiamente dichas, como un animal; el cuerpo se me cansaba rápido, precisamente la pierna derecha no me servía para nada. Sudaba, sudaba. No me dejaba sacar de combate, durante los paseos, en los alrededores. Nunca dije: estoy cansado, espérenme. Sentía viva admiración hacia los otros. Soñaba metiéndome en el monte, restregándome en el fondo de la maraña con mi escopeta. Descubrir todo aquello de que hablaban los viejos, especialmente mi tía Carlota: ver pericos, osos hormigueros, osos caballunos, micos, tigres, tatabros, venados, guaguas, leones, aves -pajuí, pavas… darme cuenta yo mismo de cómo rugen las fieras”.

Sus padres acudieron a cuanto sobandero y brujo les recomendaron, con la ilusión de que Arnoldo volviera a caminar. Incluso le aplicaron ungüentos que hacían que emanara un olor que él no soportaba. “Huelo como a perro, a quién sabe qué”. Como no hubo poder humano o divino que le permitiera volver a caminar, su padre le fabricó unas muletas.

“Aquella mañana cambió mi existencia de reptil. Ya no me arrastraré más. Y no fue posible que me mantuviera sentado. El mundo se me hizo aún más grande y se hinchó mi necesidad de andar”.

Fue así, en muletas, como Arnoldo salió de Cértegui hasta  Quibdó, donde estudió el bachillerato en un colegio con nombre de escritor, Tomás Carrasquilla, viajó después a Bogotá para ingresar al Externado Nacional Camilo Torres hasta que, en 1949, y gracias a una beca, llegó a Cartagena desde donde partió a París en un barco de bandera polaca buscando su ‘madrededios’, que es la expresión con la que en el Chocó se define al hombre que sale a encontrarse con su destino.

Aunque  Arnoldo, quizá mucho antes, ya conocía su destino. Cuando murió Ana Zoila, una de sus primas, sintió el impulso de escribir el discurso que después leería en el cementerio.

III

– ‘Buscando mi madrededios’ es una obra en la que me veo desde lejos para poder escribir mi propia vida, tal cual, sin meterle fantasía o demasiada piedad o demasiada lástima.  Es la historia de lo que soy, pero escrita por mí viéndome desde lejos, como si ese que veo fuera otra persona. Lo curioso es que ese primer volumen está listo desde hace  30 años y apenas se viene a publicar en Colombia, decía Arnoldo durante la entrevista de 2009.

–  ¿Qué pasó? ¿Por qué solo hasta ahora se publica en el país?

– Es un libro que empecé a escribir en octubre de 1974. Duré unos cuatro años escribiéndolo. Solo se publica hasta ahora, porque yo y el mismo libro hemos tenido muchas vicisitudes. Hay una traducción publicada en francés, pero en castellano no se ha publicado nada hasta ahora.

Arnoldo Palacios, – es apenas una sospecha –  murió con la sensación de que su obra mereció más reconocimiento en Colombia.

Su novela más difundida se titula ‘Las estrellas son negras’ y en ella narra la historia de Irra, un joven que rompe las cadenas de su pueblo para salir al mundo y conquistarlo. El manuscrito original se quemó durante los disturbios que se desataron el 9 de abril de 1948 en Bogotá, tras el asesinato de Jorge Eliécer Gaitán, pero Arnoldo se dio a la tarea de reconstruirlo de memoria.

También publicaría otras obras que fueron traducidas al italiano y al francés como ‘La selva y la lluvia’, ‘El duende y la guitarra’, en las que además de contar su aldea, su mundo, denunciaba la precaria situación social en la que aún vive gente del Chocó. Arnoldo es uno de los precursores de la novela de denuncia.

– Un escritor debe ser como el capitán de un barco que dirige a buen puerto a la humanidad, decía.

El periodista José E. Mosquera, estudioso de su obra, escribe a propósito que ‘Las estrellas son negras’ “es una obra donde se sintetiza el drama de la marginalidad y la injusticia social que agobia a la sociedad colombiana, pero con un mensaje universal sobre la pobreza y la desdicha. En la novela, a través de la fatalidad del hambre y la falta de oportunidades económicas, sociales y políticas que sufre el protagonista, el autor hace un análisis histórico y sociológico sobre la secuela de la desdicha que sufren los desposeídos en una sociedad indiferente al sufrimiento humano”.

En una ocasión, recuerda el fotógrafo José Venancio, viajó con su tío al Chocó. Navegaron ríos, atravesaron bosques, arribaron a caseríos olvidados. Allí le sorprendió el cariño que le mostraban los indígenas a Arnoldo. Lo trataban como a uno más de ellos, tal   vez  por lo que hizo con su literatura: : visibilizar lo que les pasa tanto a los negros como a  los indígenas en el Chocó, algo que también hace en el que era su gran proyecto:  ‘Buscando mi madrededios’.

– Después de esta publicación, la primera parte en la que narro mi vida en Cértegui,  quiero continuar escribiendo la trilogía, incluir mi experiencia en Europa. La historia de un hombre del Chocó en este continente. Yo quiero dar una mirada interesante de los europeos, dijo poco antes de colgar, en 2009.

Tal vez se trate del manuscrito que Arnoldo le mencionaba a José Venancio, su sobrino.

IV

En Europa, Arnoldo creó una fundación en la que se publican obras de otros autores y se difunde la suya, por supuesto. Tras su muerte, tanto los familiares  que residían en Francia y estaban a cargo de la fundación  como los que viven en Colombia, acordaron buscar los manuscritos que el escritor acumulaba por ahí, porque entre otras cosas se interesaba más por escribir que por publicar.

– Si son manuscritos coherentes, completos,  se buscará la manera de difundirlos, dice José Venancio.

Lo más seguro es que se trate de obras definitivas. Arnoldo  escribía a mano, con estilógrafos finos, “tipo Parker”, y siguiendo un consejo que leyó del poeta  Charles Baudelaire.

– Que se escriba como si fuera el texto  definitivo. Así se ahorra energía y tiempo. No soy de los que tienen borradores.

Publicado en El País

 

 

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