La Guatemala robótica

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En Guatemala pululan los amantes de la fotografía, también lo hacen los malabaristas y los niños que trabajan en la calle. El fotógrafo guatemalteco Charlie Quezada realiza una serie fotográfica inspirado en la robótica. Quezada se dedicó a retratar a ciertos personajes que forman parte del paisaje de ciudad de Guatemala.

Más allá de la estética que el lector pueda encontrar en cada uno de los retratos, la invitación se extiende para hacer reflexiones más profundas sobre el contexto social en donde emergen los protagonistas de las fotografías y las condiciones que generan que ellos existan.

¿Esto se trata de una idea espontánea que nace como espora o es parte de un proyecto fotográfico más ambicioso?

Ambos. Soy fotógrafo y esta idea surgió porque en ese momento estaba muy obsesionado con los cuentos de robótica de Isaac Asimov. Justo en ese momento estaba tomando un curso con Juan Brenner sobre retrato contemporáneo y quería demostrar cómo eran los robots en Guatemala en el año 2015. Creo que en las esquinas donde estos niños pintados de plateado hacen malabares encontré lo que estaba buscando.

Mi intención era demostrar realmente cómo es el “desarrollo” en países como el nuestro. Estamos en el año 2015 y así se miran nuestros robots. El futuro del que hablan los libros de robótica no aplica de la misma forma para Guatemala.

¿Cómo se dio tu interacción con los niños robot, tuviste dificultades para acercarte?

Estuvo un poco complicado acercarme. El primer reto fue cómo explicarles lo que iba a hacer y el segundo surgió porque no tienen celular ni teléfono fijo donde contactarlos. Tuve que pasar varios días antes para quedar seguros en una hora y lugar para poder llegar por ellos y llevarlos al estudio.

¿Por qué decidiste trabajar en un estudio y no in situ, tiene que ver con lo que estabas trabajando con Brenner, el retrato contemporáneo solo se hace en un estudio?

No necesariamente pero quería aislarlos del contexto.

¿Por qué?

Porque en la calle no parecen robots, parecen niños malabaristas pintados de plateado.

Más allá de las fotografías ¿Qué aprendiste de esta experiencia?

Mirá fue feo la verdad porque esa pintura no se ve nada saludable. Si te acercas a ver una de las fotos se mira una capa de esa pintura en los ojos. Además ellos no pueden comer nada durante el día porque se les arruina la pintura.

Llevan la pintura en botellas de gaseosas y solo se la aplican una vez en el día porque para ellos es cara y no pueden desperdiciarla. A los niños se les pagó un poco más de lo que ganan normalmente durante el tiempo que estuvieron conmigo. Aun así, después se fueron al semáforo. La experiencia no es agradable, tener que ir por los niños, pagarles, verlos pintarse y todo sin embargo el mensaje tenía que darlo.

Publicado en La Hora

 

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