Entrevistamos al escritor mexicano Paco Taibo II: «La revolución es un problema del corazón»

Buenos Aires, 14 de marzo de 2015 - Se presentó la mesa "Cultura: Nuevas Subjetividades, Neoliberalismo y Proyecto Emancipador” en el marco del Foro Internacional por la Emancipación y la Igualdad, organizado por el Ministerio de Cultura de la Nación a través de la Secretaría de Coordinación Estratégica para el Pensamiento Nacional. Participaron de la mesa Paco Taibo, Ticio Escobar y Nidia Díaz, moderado por Gonzalo Civila. Foto: Romina Santarelli / Ministerio de Cultura de la Nación.
1.604
Por NodalCultura
La obra de Paco Ignacio Taibo II es un espejo de su propia personalidad: enérgica, desafiante, punzante, llena de humoradas, con un estilo directo y potente. Forjador de la novela policial contemporánea, biógrafo de Ernesto Che Guevara y Pancho Villa, dueño de un torrente de palabras que fluye a través de sus incontables historias, este escritor, periodista y militante heterodoxo de izquierda, combina el apego por el tono justo con la preocupación por la belleza narrativa y el ritmo vertiginoso y atrapante que caracterizan a sus más de cincuenta libros.

Nacido en Asturias y crecido en México, integrante de una familia de exiliados en los tiempos de la Guerra Civil Española –su padre Paco Ignacio Taibo I, también fue periodista y escritor-, formado entre luchas populares y tertulias, se reconoce en la generación de jóvenes mexicanos que se movilizaron a fines de los años sesenta cuando el régimen de Díaz Ordaz llevó a cabo la masacre de Tlatelolco que dejó decenas de estudiantes asesinados.

En este último tiempo, con los cuarenta y tres estudiantes desaparecidos de la Normal de Ayotzinapa como el hecho que volvió a ensombrecer la historia de un país agobiado por la violencia de los poderosos, el compromiso político continúa siendo una huella constante en la vida de Paco Taibo II. Actualmente participa en el Movimiento de Regeneración Nacional (Morena), que busca retomar las banderas abandonadas por el Partido de la Revolución Democrática (PRD), brinda conferencias en espacios públicos y fomenta, junto a su mujer -la activista y fotógrafa Paloma Sáiz Tejero-, la promoción de la lectura a través de  la iniciativa “Brigada para leer en libertad”, un proyecto que estimula el encuentro de la sociedad con la palabra escrita.

De visita en la Feria del Libro de Buenos Aires, presentó una reedición ampliada de su Ernesto Guevara, también conocido como el Che y una edición de bolsillo de Pancho Villa. Una biografía narrativa. Todo esto, mientras recorrió distintos lugares significativos en la vida del revolucionario argentino-cubano para un nuevo documental, producido por la cadena venezolana Telesur, basado en su biografía.

En el medio de la incesante actividad que mantuvo durante su estadía en el sur de Latinoamérica, Taibo conversó con Nodal Cultura. Acompañado de una conocida gaseosa o refresco que suele beber en ingentes cantidades y de sus infaltables cigarrillos negros, el creador del célebre detective Héctor Belascoarán Shayne marcó su posición frente a las polémicas historiográficas y las leyendas referidas a la acción político-militar de Ernesto Guevara, reflexionó sobre el espíritu aventurero que comparten las personalidades históricas que eligió recuperar, evocó la experiencia de escribir a cuatro manos con el Subcomandante Marcos, desandó la historia de la novela negra y analizó la relación entre política, historia y literatura.

¿Qué lo motivó a presentar una edición ampliada de la biografía?
Es una acumulación. Parto siempre del mismo principio: la ficción está ahí, ya se publicó y no se toca. Es lo que es, a no ser que alguien haga una edición revisada para corregir errores de tipografía o algo por el estilo. Pero la no ficción y, sobre todo, la historia, está sujeta a revisiones en la medida en la que aparece nueva documentación. El único problema es que no puedes estar revisando permanentemente. Esperé a que hubiera una acumulación de material lo bastante importante que justificara la reedición. Y le metí cuarenta páginas más y cuatrocientas tres fotos incorporadas al texto; no como ilustración, sino como referencia informativa.

¿Qué reflejan estas nuevas páginas incorporadas?
Reflejan las grandes polémicas de estos últimos diez años sobre el Che. La famosa polémica suscitada por Humberto Fontova, Alvarito Vargas Llosa, los norteamericanos, que hablan del Che como el carnicero de la cabaña que ordenó una serie de asesinatos. Entonces, partí del mismo supuesto del que parto siempre: ni niego ni afirmo, estudio. Leí todo lo que escribieron sobre el tema y me puse a investigar en detalle. Dicen que hubo cuatrocientos ochenta, pero hubo ochenta y dos fusilamientos. El Che no fue juez como sostenían, fue auditor de guerra. Esto quiere decir que revisaba que los procesos tuvieron defensa y cargo de prueba. ¿Ajustició personalmente? ¡Ni cojones! De hecho, parte de los fusilamientos se producen cuando él no está en la cabaña porque lo ataca aquella neumonía que casi lo mata. ¿Qué el Che ordenó personalmente el fusilamiento de un joven a pesar de que su madre intervino y que era menor de edad? No es cierto. El Che no ordenó el fusilamiento, firmó en la auditoría de guerra pero el rollo es diferente: este muchacho era un colaborador del Che, denunció a una mujer de cuarenta años, a esta mujer la metieron en un saco de yute y estuvieron apaleándola durante dos días hasta que la mataron y luego tiraron su cuerpo para que se lo coman los tiburones. Y este muchacho fue llevado a juicio, como todos los demás, por torturador. Y lo fusilaron, es cierto. Pero qué el Che dio la orden: para nada. Qué fue testigo del cargo: mentiras. Revisé toda la historia y la desmonté. ¿Qué el Che no se tocaba el corazón a la hora de firmar una condena de muerte? verdad, porque días antes había firmado una condena de ocho torturadores en Santa Clara que es la única condena que él firma después de la caída de Batista. En resumen, la figura del asesino de la cabaña es una fabricación de estos autores.
Luego, la polémica con Castañeda sobre si Fidel dejó abandonado al Che en Bolivia. Entonces, muy bien, cuáles son las pruebas de esta teoría. ¿Qué tenían discrepancias? Muy probablemente. Las tuvieron muchas veces, las discutieron fuertemente. ¡Pero no me vengas con chingadas! ¿Qué iba a mandar Fidel? ¿Un regimiento a Bolivia? Se rompen las comunicaciones, Cuba queda desconectada, el agente de enlace en La Paz tiene una enfermedad y está a punto de morirse y se va. No hay enlace. Entonces, ¿qué iba a hacer Fidel? ¿A quién iba a mandar y cómo? Suponiendo que alguien enviado de Cuba encontrara al Che, ¿este iba a aceptar regresar a Cuba? No me vengan con boludeces colegas, la historia no se escribe hipotéticamente, hay que comprobar las hipótesis.  

¿Qué otros supuestos sobre la última etapa de Guevara encontró que eran ciertos?  

Su relación con los peronistas del grupo de John William Cooke es real. ¿Los estaba preparando? Sí. ¿La relación con Masetti? ¿Pensaba entrar a la Argentina? Sí, absolutamente confirmado. Hablé con dos o tres personas que estuvieron en el montaje de la operación, que hablaron con Masetti y estaba claro. La operación de Masetti estaba pensada para que el Che interviniera en el mediano plazo. O sea, el sentido de estas nuevas páginas tiene que ver con ir recorriendo todas estas polémicas.  

¿Cuál es el sentido actual de estas controversias?

Básicamente, hay dos líneas en la polémica. Una de ellas es, la línea que pretende crear una cuña histórica entre Fidel y el Che, para separar y enfrentar sus legados. El Che como el héroe y Fidel como el burócrata. Y tú dices, y compadre si a usted no le gusta Fidel, escriba sobre Fidel, ¡pero no meta mierda aquí! No se vale funcionalizar al presente con una historia distorsionada del pasado. ¿los miembros del Che fueron defenestrados después de su salida por la política económica de la nueva industrialización? Espérate, veamos las cifras, aquí están junto a los hechos, los nombramientos. Durante los siguientes dos años a su salida, la política económica del Che persiste en Cuba. Los cambios se producen luego y no como consecuencia de alguna ruptura.  De hecho, se nombra un nuevo Comité Central del Partido Comunista y tú ves la lista y dices: carajo, aquí hay once, entre los miembros elegidos, de absoluta afinidad con el Che. Entonces, si hubo ruptura o no hubo ruptura, no se ve. Que luego hay una revisión, es otra historia. Entonces, lo mío es una batalla contra este intento de meter la cuña. La otra batalla es contra el rollo reaccionario de privar al Che de sus virtudes y construir una imagen del asesino virulento, enloquecido, que no se corresponde en lo más mínimo con la realidad.

Entre sus biografías, llama la atención la que dedicó a la figura de Antonio “Tony” Guiteras, un revolucionario cubano de la década del ´30, que luchó contra la dictadura de Machado, prácticamente desconocido fuera de la isla.

Guiteras es maravilloso, compadre. Estaba escondido. Fuera de Cuba no lo conoce nadie y en Cuba muy poca gente. Y es maravilloso Tony… loco loco loco. Imagínatelo de repente, ministro de interior, año 1933. Estalla una huelga en una tabacalera norteamericana: Batista que es ministro de guerra, en el mismo gobierno, recibe la instrucción de la propia tabacalera de que rompan la huelga y carguen los barcos que salen para Miami y Nueva Orleans. Y manda el ejército. El ejército rompe la huelga, pero los cargadores se niegan a romper la huelga en el muelle. Los obreros enfrentan a los soldados y estos empiezan a cargar las cajas. De repente, aparece un coche. Un cuate se baja en camisa blanca, un tipo con lentes, peinadito, con una ametralladora Thompson en la mano, cartucho cortado –por cierto, comprada de contrabando a la mafia- que le pregunta al oficial: “¿Usted quién es?”,  “Él capitán tal…”. El hombre en cuestión le dice: “Yo soy el ministro del interior, Antonio Guiteras, y tengo órdenes de que ustedes no carguen ninguna de esas cajas. Es más, ayuden a descargar las que ya cargaron”. ¡Padre! ¿Cómo no vas a contar a un tipo así? Y, además, fumaba todo el día, a toda hora, por eso lo quiero más.

¿Hay una nota común entre las distintas personalidades históricas que eligió en su obra biográfica?

Sí. La clave está en una frase de Ryszard Kapuściński, un escritor polaco, que decía: “La revolución es un asunto del corazón”. Yo crecí en una generación que decía que la revolución era un asunto de la razón. Las condiciones materiales, el equilibrio de las fuerzas, el desarrollo de las fuerzas productivas. ¡Ni cojones! La revolución es un problema del corazón. Esa es la guía.

En su biografía de Pancho Villa, esa crítica que usted realiza aparece claramente cuando describe la incomprensión de la izquierda tradicional hacia ese revolucionario que no entraba en ningún canon ni manual. ¿Ese aspecto poco convencional lo atrajo de Villa?

En parte, sí. Pancho es un personaje único para contarlo históricamente. Tienes que tener mucho cuidado con hacer una transposición histórica, pero, ¿qué te diría Villa hoy? Te diría que él te cuida en los sueños. Si en las noches te duermes y entran los cabrones del Fondo Monetario Internacional y con ellos vienen los Fondos Buitres, la desindustrialización, la desnacionalización, el control privado del petróleo, llega Pancho Villa y los agarra a patadas en el culo. Entonces, se está reconstruyendo un imaginario social al que se regresa mediante los motivos de cada época.

Y en México, ¿cómo funciona hoy ese diálogo con la historia?

¡De película! He dado doscientas conferencias en los últimos dos años: en plazas, en parques, en la calle, en puertas de huelga, en sindicatos, con multitudes discutiendo. Y la recuperación de la historia es viva.

¿Ese interés tiene alguna posibilidad de impactar en el proceso político mexicano actual?

Impactan en el imaginario popular que es el que construye la base social en la que se levanta cualquier proceso político que plantee un cambio. Sin imaginario, no hay proceso.

¿Cómo es el vínculo con las nuevas generaciones que se acercan al interés por la historia y la política?

¿Qué les dices a esta generación de jóvenes? Les dices de dónde vienes, cuáles son tus referentes, en qué piensas cuando sueñas, dónde hay pasado que se conecte con una posibilidad de futuro, dónde están tus identidades. La columna vertebral se construye con una serie de identidades a veces muy extrañas entre sí: la gabardina de Humphrey Bogart y, también, Pancho Villa cabalgando en su caballo blanco con un tiro en el pecho.

Si se traslada la mirada del historiador hacia el sur de México y se llega a Morelos en tiempos de la revolución, aparece la figura de Zapata. Un hombre más serio, menos de novela que Villa…

Zapata volvía locos a los periodistas. Escueto, mesurado, no daba información a nadie. Villa no, a los periodistas los volvía felices de tan dicharachero como era.

Era un gran contador de historias…

¡Contaba la misma historia de diez maneras distintas! Al final y al cabo, el tejido de la historia no es sólo lo que pasó, sino también cómo se contó y cómo se distorsionó lo que pasó. Esa es mi mirada de la historia. Al lector no lo puedes engañar, no le puedes hacer pasar lo literario como real, pero al mismo tiempo si puedes trasmitirle con justeza la riqueza de todo este mundo dicharachero.

¿Cómo era Pancho Villa como líder político?

Era un pésimo orador Pancho Villa. Pésimo. El discurso más largo de su vida duró cuatro minutos y medio. Pero fíjate que era buenísimo en el corto. Iba de hoguera en hoguera contando anécdotas, recogiendo otras anécdotas. Era capaz de hacer algo verdaderamente inolvidable: la División del Norte desfila frente a él preparándose para la terrible batalla de Zacatecas y Villa en el podio del alto mando va diciendo: “eh tú, panadero de San Andrés, ¿verdad?”, “sí, mi general”. “Eh tú, cabrón, ¡eres cuatrero!”. Va reconociendo a la gente. La distancia entre en un ejército y un ejército popular está ahí. Si no cuento esto es que, entonces, no sé contestar. Hay un largo debate que hay que desenquistar. Los malvados historiadores profesionales que se dedican a reproducir historias contándoselas a alumnos para que ellos se la cuenten a otros alumnos, en un ciclo de reproducción ampliada como diría Marx, se les olvida que la historia, además de rigor, solidez de investigación, estudio de contexto, estudio de las fuerzas internas de la sociedad, además de todo eso, la historia es un arte narrativo que hay que saber contar.

¿Qué vínculo hay entre aquello que Zapata fue y construyó como imaginario y lo que el zapatismo, en el presente, está construyendo a propósito de su memoria?

Zapata llevaba un cajón consigo en sus campañas donde llevaba las actas originales de la propiedad de la tierra de los pueblos que le habían dado a custodiar las comunidades. Esa es la esencia del zapatismo, del viejo y del nuevo. Lo que ocurre es que, a la hora de narrar, si me propones Villa o Zapata, elijo Villa. Porque, al fin y al cabo, uno escoge en qué vas invertir tres años de su vida. Y Zapata llegaba a una entrevista y los periodistas, locos, no le sacaban ni dos palabras.

¿Cómo recuerda la experiencia del libro escrito a cuatro manos con el Subcomandante Marcos?

Como un delirio, compadre. Escribimos el libro durante doce semanas. El que se retrasaba un día jodía al otro porque se publicaba instantáneamente en un periódico. No corregíamos. No había posibilidad de enmendar, reajustar. Yo escribo los libros de principio a fin y luego vuelvo y los reescribo del fin al principio para ajustarlos. Existe escondido en algún lugar de nuestras vidas la correspondencia en la que Marcos y yo no echamos broncas, “ya no me metas más personajes secundarios”, y cosas así. Hay toda una correspondencia larga y de discrepancias político-literarias. Algún día se publicará la correspondencia que mantuvimos en torno al quehacer de ese libro como epílogo de ese mismo libro.

Sus personajes, salvo los principales como Héctor Belascoarán Shayne o sus biografiados, entran y salen casualmente, casi como una recreación de lo contingente y equívoco que tiene lo cotidiano. ¿Qué reflexión hace sobre su manera de construir personajes?

Yo hice un juramento: cuando investigo, lo que encuentro aunque no me gusté, lo cuento. Y hasta en verso es el juramento.

¿Cómo ve el panorama de la nueva novela negra o el llamado neo-policial del que es el creador y principal referente?

La novela social se viene ocultando desde que se volvió políticamente incorrecta por culpa del stalinismo a fines de los años cincuenta. Se oculta no de una manera consciente, no es me escondo aquí para que no me vean, sino que por aquí encuentro camino y salida. Y es sorprendente cómo se ocultó en los sesenta, en la ciencia ficción, y se fueron a una puta esquina en la librerías con el catálogo de “literatura y ciencia ficción”, “fantasía para jóvenes”. Bueno, ahí está lo mejor del pensamiento utópico en Philip K. Dick, en Bradbury, las visiones más radicales, más sorprendentes. La visión de lo diferente, de los otros. Eso se escondió ahí y en los años setenta y ochenta, reapareció en la novela negra. Yo escribiendo en México, Vázquez Montalbán en España, Roger Simon en Estados Unidos, etc. El hecho criminal desnudaba a la sociedad. El amable propietario de una fábrica exitosa en Estados Unidos, en las noches salía a secuestrar sirvientas. Era el gran reducto por el que los de la generación del sesenta y ocho nos metimos en la literatura. Por un lado, el boom nos había deslumbrado, el experimentalismo. Cortázar, Vargas Llosa, Benedetti, Galeano, García Márquez. Pero nosotros éramos más contadores de historiadores y necesitábamos una literatura de anécdota. Y nos refugiamos en la novela negra y funcionó.

¿Cuánto tiene que ver, como en su caso, el trabajo como escritor e historiador con la militancia política?

En mi caso: todo. Formativamente yo soy hijo de Robin Hood y del Conde de Montecristo, de Anna Frank, de Los Tres Mosqueteros y luego de Ho Ching Ming, pero este vino después. En algunos casos se nota que llegaron directo a Ho Ching Ming sin pasar por los anteriores. El clasismo del pensamiento marxista tradicional deposita en el proletariado la capacidad transformadora, pero esto es medio incongruente. Si es cierto que en las sociedades industriales este poder proletario, que yo viví habiendo nacido en Asturias, pegado al sindicato minero, ahí está. Sin embargo alguien debería sacar las cuentas alguna vez y decir el Comité Central del Partido Bolchevique de la U.R.S.S, ¿quiénes eran? Resulta que el setenta por ciento eran hijos de la clase media. Entonces este desprecio de las clases medias ilustradas que adoptan la posición de la revolución a partir de un fenómeno de conciencia y no de necesidad material me parecía, a la hora de la reflexión, ridículo. Habría que repensar, entonces, el papel social de las comunidades campesinas, de los sectores obreros, de las clases medias, en modos más complejos que la simple existencia del en sí y el para sí que recitaban los marxistas neandertales.

Entrevista: Daniel Cholakian y Tomás Forster

También podría gustarte