Estado actual de la fotografía cubana: de la búsqueda documental a la experimentación artística
Notas sobre el tema
Fotografía contemporánea cubana: de todo un poco
La llegada del siglo XXI ha logrado un proceso democratizador y popular de la fotografía, no solo desde el punto de vista técnico a través de la imagen digital, sino en todos sus aspectos: históricos, sociales, comunicacionales y artísticos entre otros muchos. Los fotógrafos se multiplican y las imágenes invaden los medios de comunicación y las redes sociales, se hace cada vez más difícil a los críticos de arte poder hacer valoraciones más puntuales y explicitar sobre el trabajo creativo de los hacedores de imágenes. Los géneros y estilos se mezclan no solo dentro de la manifestación fotográfica, sino que ésta a su vez se fusiona con otras manifestaciones plásticas y no plásticas como la música, el performance, la instalación, el video, etc.
La fotografía es más asequible, pero a la vez más compleja. Se ha convertido en parte fundamental de la comunicación visual, la cual se ha ido adaptando no solo a los avances tecnológicos sino también a las necesidades de la sociedad. De ahí que la fotografía contemporánea está impregnada del mundo postmoderno presente en todo el arte y en su valoración influyen múltiples factores, entre los que se pueden mencionar los históricos, los documentales, los periodísticos, los sociales y lo puramente artístico. Pero existen otros muchos valores atribuibles a la fotografía que se hallan estrictamente en el terreno de la más absoluta subjetividad, como pudiera ser la fascinación que puede ejercer sobre un espectador la obra de un determinado fotógrafo, como pueden ser los desnudos de Leo Fernández o la capacidad de una imagen para emocionar o suscitar una reflexión sobre la condición humana a través de los retratos de ancianos y campesinos de la joven Yanela Piñeiro, o para provocar una sonrisa cómplice entre el fotógrafo y el espectador como puede pasar con la foto “El ultimo empujón” de Carlos Mayol. Las razones del valor de la fotografía contemporánea pueden ser múltiples, y no deben verse como excluyentes entre sí. En la actualidad la fotografia constituye un objeto de estudio muy difícil de abordar desde una perspectiva unívoca. No se puede obviar que la fotografía hoy día esta íntimamente relacionada con la llamada cultura de masas, independientemente que pueda llegar a ser una obra de arte. Es decir la fotografía contemporánea presenta un grado de complejidad notable tanto desde el punto de vista formal, contextual, sociológico, psicológico, metafórico… que hace que su interpretación se haga desde puntos de vistas polisémicos y connotativos.
La fotografía como arte puede haber tenido en sus orígenes un valor periodístico, siempre y cuando su aspecto formal sea original o sugerente. La “artisticidad” es un valor que adquiere la fotografia de diversas maneras, a veces buscando la similitud con una pintura o lo que comúnmente se le denomina Pictorialismo, como ocurre de forma frecuente en fotografías de paisajes, desnudos o incluso retratos. La fotografía pictórica se ha usado desde sus orígenes, solo que en el mundo contemporáneo busca nuevos acercamientos al mundo de la plástica, a través de estilos más cercanos, como el Art Pop, el Body Art, el Arte Povera o la simple Abstracción. Muchos críticos de arte no ocultan que el valor de la fotografía, en el propio campo del arte, depende muchas veces, simplemente, de las reglas del mercado como ocurre con las obras del alemán Andrea Gursky o del australiano Peter Link. Vistas aisladamente, muchas fotografías cotizadas a través de galeristas y comerciantes de arte pueden provocar en el espectador indiferencia o incluso rechazo, si no se conocen las claves para interpretar correctamente su producción fotográfica. Hoy en día no solamente el fotógrafo debe estar preparado con las herramientas necesarias para poder competir entre tantos otros y lograr obras verdaderamente creativas y originales, sino que el espectador debe a su vez tener los conocimientos mínimos para poder interpretar, leer y valorar obras complejas y a veces controversiales incluso en el aspecto ético-moral como fueron las imágenes expuestas en la singular exposición Sex in the city curada por el crítico Piter Ortega en la galería La Acacia en febrero de 2013 y que tenía como tema central el homoerotismo en el arte cubano [1]. Exposición que creo marcó un antes y un después en la fotografía contemporánea cubana.
De ahí que para poder hablar de fotografía, para hacer fotografía, para buscar su verdadero concepto documental o creativo se requiera una preparación, un estudio profundo del mundo de la imagen, del arte y la comunicación. A partir de estos conocimientos, ha surgido en el mundo en general y en Cuba en particular, una pléyade de jóvenes y no tan jóvenes fotógrafos que están revolucionando el arte fotográfico. Los jóvenes surgen ya con ideas muy novedosas desde el punto de vista creativo, y otros no tan jóvenes redimensionan su obra buscando nuevas aristas que le permiten mantenerse en el mundo contemporáneo de la fotografía.
Los jóvenes surgen ya con ideas muy novedosas desde el punto de vista creativo, y otros no tan jóvenes redimensionan su obra buscando nuevas aristas que le permiten mantenerse en el mundo contemporáneo de la fotografía.
En este trabajo solo me referiré a alguno de los trabajos fotográficos de jóvenes que desde el primer momento han despuntado con gran acierto y también de algunos no tan jóvenes que han ido evolucionando a lo largo de sus vidas para mantener una obra fresca y original de acuerdo a los nuevos aires de la contemporaneidad. Veamos primeramente un bosquejo sobre el trabajo fotográfico de algunos de los jóvenes ya que tratar de estudiarlos a todos es una tarea imposible por la gran cantidad de muchachos interesados en el mundo de la fotografía y la variedad de géneros y estilos que utilizan. Muchos de ellos profesionales de diversas ramas, unas más cercanas al arte o a la comunicación que otras, otros graduados de las diversas escuelas privadas de fotografia que han surgido y en muchas de las cuales se les provee desde luego de la técnica digital y de herramientas tan amplias como composición, apreciación, lenguaje fotográfico, géneros y estilos, semiótica e historia del arte como ocurre con los graduados de la Academia de Arte y Fotografía Cabrales del Valle. Después pondré algunos ejemplos de fotógrafos que ya no son tan jóvenes pero que sus obras han ido evolucionando a la par que el arte y que en estos momentos realizan trabajos muy contemporáneos.


Jorge Otero, nacido en La Habana en 1982, dueño de una sólida formación académica a través de la Academia de Bellas Artes San Alejandro primero y concluidos en la Universidad de las Artes, trabaja la ambigüedad del cuerpo humano, a causa de las modas, las transformaciones, cirugías y publicidad generada por la belleza corporal. Todo esto está perfectamente reflejado en sus series Epidermis y La ejecución de la cera. Para lograr sus objetivos de fotografía conceptual utiliza figuras de modelos desnudos a través de una textura como de mimbre tejido, semejante al conocido yarey cubano usado en los sombreros de los campesinos y un fondo de un blanco impoluto logrando una sensación muy particular en los receptores. Sus fotos a veces son hipercríticas y desafiantes como es su imagen denominada “Escudo” y expuesta en la serie Sex in the city, donde dos policías posan de una forma muy ambigua escondidos detrás de una gorra oficial.
Para terminar con los jóvenes, lo haré con la más joven promesa de la fotografia cubana, la adolescente Yanela Piñeiro Gutiérrez, quien con apenas 16 años, desde su natal Bejucal ha logrado una sólida carrera. Ha demostrado ser una gran artista captando retratos y contextos sociales. El mundo que la rodea, ella lo regodea y alcanza con sus imágenes, verdaderas obras de arte, que le han permitido ganar diversos premios en Cuba y en otros países. Yanela trabaja la fotografia documental, pero con una estética de alto vuelo, creando composiciones formales que trasmiten mensajes muy humanos y sobre todo muy reales. Junto al fotógrafo estadounidense Jeffrey Cárdenas expuso primero en el Museo Nacional de Bellas Artes y luego en EE.UU. la serie Cómo lo vemos a usted a través de la cual ambos artistas dialogan con una serie de personajes callejeros obteniendo retratos sociales y psicológicos comparables, sin exagerar, con los de Dorothea Lange. Retratos creados entre ambos usando los mismos modelos, en un estudio armado en la calle, con luces naturales y artificiales, trasmiten a través de una sonrisa o un gesto toda la personalidad, la dulzura o el sufrimiento de diversos seres humanos.
Dentro de los artistas contemporáneos pero que empezaron su obra tiempo atrás que cuentan con un trabajo sistemático que ha ido evolucionando y logran estar dentro de la fotografia mas actual, sin lugar a dudas uno de los mas interesantes, un verdadero camaleón artístico lo es René Peña.
Aunque nacido en 1957 y graduado en Lengua Inglesa su obra actual está impregnada de esa energía juvenil que lo caracteriza. “Pupy” como cariñosamente le llaman sus allegados comenzó su trabajo haciendo fotos eminentemente documentales, aunque con un sello muy propio allá por los principios de los 90 bajo una crisis económica terrible que abatía al país. Tal vez a lo largo de los años y hasta el presente Peña ha utilizado los mismos temas como son la religiosidad, el racismo, el erotismo, la ambigüedad sexual, pero siempre enfrascado en un contexto social. Usó la fotografia analógica en blanco y negro de forma genial, mago del contraste y de la textura, logró un trabajo que ya es parte del arte cubano. Con los nuevos tiempos pasó a lo digital y al color, creando verdaderas obras de arte, incluso algunos remakes de grandes pinturas como su famosa “Muerte en el baño” donde alude a la muerte de Marat. Sus fotos de detalles son únicas. Sus composiciones trasmiten una gran fuerza, gracias precisamente, a la simplicidad de las mismas y al perfecto uso de la ley figura fondo usando esa textura que solo él sabe lograr creando imágenes muy conceptuales, muy propias, a veces bien minimalistas.
Otro fotógrafo que trabaja la fotografia documental, pero ya dentro del grupo de los más avezados, nació en 1971, y la convierte en verdadera obra de arte, es el espirituano Adonis Flores. Con una obra que ha evolucionado y ha llegado a ser irreverente, demuestra su formación dentro del mundo del arte, es arquitecto, esto tal vez le permite el uso de recursos formales propios de la plástica como son las perspectivas, el equilibrio, las líneas, los colores, etc. Su obra fotográfica basada en gran parte con el tema militar tal vez dada por su propia experiencia en Angola y en las Torres Gemelas y de la cual el mejor ejemplo es su serie “Camuflaje”. Su fotografía es contemporánea porque comunica y dialoga con el espectador, trasmite el mensaje de forma muy directa. Para complementar su obra, utiliza además el video y el performance.
Contemporáneo con Adonis, compañero de aula en la escuela de arquitectura, otro espirituano Álvaro José Brunet, también presente en la exposición Sex in the city creo que es uno de los realizadores más talentosos dentro del mundo fotográfico cubano actual. Su formación muy cercana al mundo del arte lo ha llevado a interpretar a la fotografía como una obra plástica, más que documental, independientemente que su obra trasmite mensajes muy subliminales y connotativos. Su obra tal vez inspirada en la del español Chema Madoz, minimalista y conceptual, se aleja de la del peninsular por los símbolos que utiliza muy propios de la Cuba que vive y revive día a día. Es un investigador incansable, trabaja sus piezas como bien él dice después de haberlas pensado una y mil veces hasta lograr no sólo los efectos de iluminación que desea, sino hasta que la idea que quiere trasmitir está bien cristalizada. Su obra rebosa modernidad, espíritu de renovación, actualidad creativa y como artista de estos tiempos no se limita a mostrar lo que hace sino también a enseñar a través de su Academia “El Garaje Fotográfico”.
Con estas breves reseñas sobre lo que es y lo que significa la fotografia contemporánea cubana quiero dejar manifiesto que nunca antes la fotografía había llamado tanto el interés de fotógrafos y de público como en la actualidad. Acabo de regresar de un viaje a EE.UU. donde pude estar presente en la mayor Feria de Arte Contemporáneo del país celebrada en diciembre pasado en la ciudad de Miami. Junto a grandes de la pintura, de la escultura, del grabado estaban muchos importantes fotógrafos cubanos como Nadal Antelmo, Yunior Yanes, René Peña, Alejandro A. Taquechel y muchos otros. La fotografía contemporánea cubana vive una etapa de esplendor a través de múltiples creadores que la están poniendo muy en alto en el plano internacional.
Publicado en La Jiribilla
El estado actual de la fotografía artística en Cuba
La fotografía artística en la actualidad se despliega fundamentalmente bajo dos líneas de trabajo reconocidas (la documental y la conceptual o en términos más específicos; dotada de una “mayor artisticidad”). Si bien es innegable que ambas presentan notables divergencias estructurales, por momentos también evidencian puntos en común, y aquellos que las practican con asiduidad pueden transitar de una a otra indistintamente si lo indispensable radica en utilizar la cámara como herramienta y medio expresivo.
Aunque el objetivo del presente texto intenta arrojar ciertas luces sobre la vertiente conceptual y sus características generales por considerarla una tendencia que ha ido en ascenso con el paso de los años —especialmente entre los jóvenes creadores— es preciso partir del instante que marcó la diferencia en el arte de factura nacional y por ende en la fotografía artística, las décadas del 80 y el 90 del pasado siglo. Este llamado “Renacimiento del Arte Cubano” [1] trajo consigo en el medio fotográfico también una ruptura con los años precedentes. Sus representantes apostaban por hacer una obra de carácter más intimista, abocados a reflejar (de otra manera) la realidad desde un punto de vista personal, pero a la vez con una fuerte proyección crítica desde y hacia la sociedad imperante. Así, la metáfora, la alegoría y el doble sentido integraban —y de algún modo lo siguen haciendo— discursos polisémicos con enfoques de género, raza, identidad, religión, marginalidad, entre otros tantos temas. La “nueva documentalística» deudora de otras pretensiones muy distintas a las de la ya conocida “épica revolucionaria” de los años 60, también partía de una idea anticipada por sus autores para luego realizar la instantánea, la serie o el ensayo deseado pero con una mirada hacia lo más profundo del sujeto cotidiano.
Así mismo, siguiendo un influjo que se revela a escala mundial y que en nuestro contexto nos han alertado voces especializadas en el campo de la crítica de arte como Nelson Herrera Ysla o Elvia Rosa Castro —por solo mencionar dos nombres— en el presente la palabra fotógrafo se diluye continuamente en un universo artístico-cultural cada vez más trans y multidisciplinar. Los artistas (sería entonces la palabra correcta a utilizar), vienen y van del video al performance, toman fotografías, pintan o construyen enrevesadas creaciones instalativas que pueden contemplar en si todas las manifestaciones antes mencionadas, y más. La irrupción de los medios digitales, entre estos, equipos y programas de edición de imágenes, también ha venido a potenciar y pluralizar una producción que va en constante ascenso.
Por otro lado, debido a la inexistencia de un centro de estudios que masifique dicha práctica desde la institución, no obstante el surgimiento de escuelas y academias privadas con vastos programas de enseñanza y talleres impartidos pero con un costo lógico para su subsistencia, muchos de los que hoy se vinculan a la fotografía con una formación básica autodidacta y herramientas insuficientes, deben optar por escoger los conocimientos a estudiar de acuerdo a sus intereses y posibilidades económicas. Más adelante, aquellos que pretendan superarse intentarán suplir sus lagunas consultando bibliografías, tutoriales o acercándose a quienes tengan un dominio de otras temáticas o técnicas afines al campo. Los que provienen de la academia, lo cual no infiere una preparación plena ante el hecho artístico, en ocasiones eligen el conceptualismo como elemento discursivo para transmitir una idea por sobre una realización totalmente depurada. En pocas palabras, en este sentido se nota la falta de pedagogía integral.
En el caso de la fotografía conceptual, para reconocer o producir una obra que pueda clasificar dentro de dicha categoría, al igual que en la anterior, lo primero sería definir el concepto (idea abstracta del proyecto), luego visualizar la imagen que se pretende lograr y tener al alcance todos los elementos necesarios, tanto desde el punto de vista técnico como composicional (algunos de los artistas comienzan realizando bocetos de sus obras). Una vez determinado esto, se procede a construir el escenario, o lo que es lo mismo, el fragmento de realidad (en muchos casos no existente por si solo). Como parte de un complejo proceso creativo que incluye además el tratamiento posterior del registro fotográfico (ya en película negativa, diapositiva o archivo en mapa de bits o vectorial) escogido en el laboratorio, analógico o digital, para más tarde ser trabajado, es que aprovecho nuevamente para introducir en este marco propicio el término de “fotografía procesual” [2].
Dichos procesos, que en diversas ocasiones advierten una complicidad performática ocurrida solamente entre el sujeto/objeto fotografiado y el fotógrafo (que no tiene por qué ser necesariamente el artista —esto cuestiona a mi juicio lo que erróneamente se ha llamado autorretrato— ( y piénsese en la obra de Marta María Pérez, Cirenaica Moreira o René Peña), ve su consecuencia en el producto final, es decir, las fotografías amén de visibilizar un trabajo de mesa predeterminado también funcionan como documento del devenir de la creación desde el momento inicial, algo que muy pocos advierten una vez que se enfrentan a una pieza concluida o ubicada en un espacio legitimador.

Visto el hecho de tal forma, en la Duodécima Bienal de La Habana, como parte de la muestra colateral Zona Franca en el Parque Histórico Militar Morro-Cabaña, intenté junto a mi colega Chrislie Pérez, especialista de la galería Artis 718 del Fondo Cubano de Bienes Culturales (FCBC), poner en práctica una tesis curatorial que reflejara los procesos creativos que toman como punto de partida o como desenlace a la fotografía. La exposición se tituló Rompiendo Reglas. Integrada por 11 artistas de distintas generaciones y formaciones, la misma pretendió mostrar desde las metodologías de trabajo que forman parte de su quehacer individual una multiplicidad de propuestas que en ese momento no pudo ampliarse sobre todo por razones de espacialidad, pero que deja abierto un amplio espectro de posibilidades a todo lo que conlleve de una forma u otra la experimentación mediante el uso del soporte fotográfico [3]. El hecho arrojó como resultado obras con discursos propios desde la historia, la memoria o lo puramente estético que vinculaban las nuevas tecnologías con la tradición, lo funcional con la construcción previa de estructuras escultóricas (maquetas) para después tomarles la fotografía (producto a exhibir), la intervención —incisión, tejido o adhesión de objetos sobre las creaciones hasta su disposición fuera de los marcos o patrones establecidos— dando lugar a la interacción directa artista/obra/público.
En resumen, la constante transgresión, que aunque no podemos afirmar a ciencia cierta que pueda ser vista como sinónimo de novedad a estas alturas (¿y qué puede serlo?), también determina el estado actual de la fotografía artística en Cuba.
Publicado en la Jiribilla
De construcciones corporales
e inquietudes personales
La producción fotográfica actual consta de artistas cuyos enfoques, miradas, ángulos y encuadres revelan una preocupación, un compromiso, una voluntad de mantener activo el cuerpo como herramienta de trabajo favorable para discursar sobre disímiles cuestiones sociales, culturales, políticas, étnicas, rituales, sexuales, de género… Es apreciable el intento por la producción de una fotografía de tintes sugerentes, perspicaces, irónicos, punzantes, agudos en cuanto a forma y concepto.
Más allá de un dominio explícito de la técnica fotográfica, de sus variantes cromáticas, de su revelación digital o en el laboratorio químico; contamos con artistas asiduos en la toma y proyección de una fotografía conceptualmente sólida, de argumentos inteligentes y sutiles que no se detienen ante los límites, sino que los cruzan, los funden y los re-orientan para proponer obras verdaderamente originales.
Precisamente, acercarnos a la producción fotográfica de Erick Coll (La Habana, 1981), posibilitará conectar con un universo susceptible a ser descubierto, a partir de esas fragmentaciones, de esos trozos de cuerpos desprovistos de ligaduras contextuales, genéricas y sociales. Son nuevos y otros miramientos proyectados desde el cuerpo: medio por excelencia para concebir, captar y expresar a través de la fotografía.
¿Qué lo motivó a hacer fotografía?
Mi madre es Historiadora del Arte y crecí en el ICAIC, enrollando y rebobinando películas con unas máquinas muy graciosas, y viendo las de animado que me ponían para que las evaluara como niño. Y eso de alguna manera marcó mi infancia. Ya después, de adolescente creo, no sé si con poca humildad o con objetividad, es que descubro que tengo como un mundo interior susceptible de ser expresado y en ese sentido, necesitaba de algo para comenzar a hacerlo.
Empecé tratando de que fuera la escritura y me di cuenta que lo que hacía eran
meras descripciones porque lo que veía eran imágenes. Traté de entrar al Taller Onelio Jorge Cardoso pero me denegaron y como se dice, no hay mal que por bien no venga. Hay veces que el destino te niega una expectativa para después sorprenderte con otras cosas, y eso fue algo muy bueno en mi vida.
La fotografía siempre me pareció muy enigmática y muy seductora. O sea, es algo que te llama la atención, que no es la realidad, pero que parte de ella, que además es el medio por excelencia para referirla. Eso es algo interesante. Es como dicen los psicoanalistas: la neurosis comienza cuando tú te reconoces en el espejo y tomas conciencia de ti mismo. Imagínate cuando tienes conciencia de que hay un medio que puede duplicarte. Ahí todo se vuelve más interesante, porque ahí comienza la dualidad, la combinatoria de uno con otro. Así empieza ese flujo interminable entre lo que yo soy y lo que aparento ser, cómo quiero ser visto, cómo quiero ser identificado interiormente, cómo quiero ser catalogado, cómo quiero venderme, cómo quiero mostrarme, cómo quiero manipular, cómo quiero influir, cómo quiero decir, cómo quiero convencer, cómo quiero trastornar, cómo quiero ofender…
Estudié Comunicación Social y de alguna manera la carrera me ayudó mucho porque me dio un bagaje teórico muy práctico y básico, y muy en consecuencia y en coherencia con lo que estaba experimentando. Y durante mi carrera comienzo a estudiar en un curso en el Instituto Internacional de Periodismo “José Martí”, dirigido e impartido por Félix Arencibia. Él era una persona muy interesante y en el curso se abordaba la fotografía prácticamente solo desde un punto de vista técnico. Y siempre sentí que me faltaba algo más. Nunca me satisfizo una explicación fotográfica que se quedara en la relación de diafragma, obturación, profundidad de campo, encuadre, contraste, iluminación. Fui un fotógrafo que comenzó a ser un fotógrafo frustrado por esa “incompletitud”, digamos, por esa falta de plenitud de realización en el ejercicio de la fotografía.
Después de graduado me fui a estudiar a un taller en la escuela de cine de San Antonio de los Baños con un profesor argentino que se llama Daniel Leota. Ese espacio era sobre el lenguaje de la fotografía, no sobre la técnica fotográfica. Además, haciendo mi tesis de diplomado —que fue sobre fotografía publicitaria—me encontré un libro que se llama La cámara lúcida, de Roland Barthes, y me abrió a una nueva era de la fotografía; además de que vi otros artículos suyos como “Retórica de la imagen”, “El mensaje fotográfico”, todos muy buenos. Y por primera vez, encontré algo que explicaba la fotografía y que no solo abordaba sobre el dispositivo que es la técnica, susceptible de ser aprendida con mucha facilidad, sino que habla también de las emociones, de lo que subyace en el ser humano, de la muerte, de la salvación que busca el sujeto en cualquier fotografía, la trascendencia y su propia evanescencia.
En ese sentido, creo que la fotografía me cautivó y después se convirtió en el lenguaje para expresar cosas. De hecho, por mi influencia como comunicador, comencé siendo muy conceptual. Hacía un trabajo con objetos que era casi una composición sintáctica con palabras, porque estos definen muy bien los símbolos y yo hacía una articulación premeditada de estos, lo montaba y me daba mucho resultado, además de que funcionaba para muchas personas porque les parecía algo interesante. Así fueron mis primeros pasos en el mundo de la fotografía.
¿Por qué específicamente se inclinó por la fotografía del cuerpo?
Más tarde, explorando el cuerpo, me di cuenta que es el carapacho y el receptáculo del espíritu. Me parecía tan raro, tan misterioso, tan lindo, tan polisémico, y empecé haciendo fotos de un detalle de alguien…
Como el desnudo tiene el componente sexual subyacente siempre puede tener un uso práctico, que no sea pornográfico, sino erótico tal vez, aunque sabemos que los límites no están claros. Se comienza por un desnudo, por el atractivo erótico o sexual de un cuerpo que te estimula a registrarlo.
En mi caso he devenido en un tipo de fotógrafo que lo que hace es descontextualizar ese cuerpo, ese desnudo. Entonces sufrí una metamorfosis donde, partiendo de un estilo puramente conceptual, llegué a un estilo casi puramente formal: de transmitir mensajes súper definidos y concretos, telegramas visuales con mi fotografía, y comencé a hacer aproximaciones emocionales, sentimentales, sinestésicas del cuerpo. Todo eso fue un proceso natural, influido especialmente por Servando Cabrera y Ralph Gibson, quienes descontextualizan muy bien y como a mí siempre el detalle me llamó la atención, pues su obra siempre me cautivó.
De hecho, soy director de fotografía en cine y siempre tiendo a cerrar el plano, porque además mi discurso tiene mucho que ver con lo que queda fuera del marco, que es lo que se conoce como el off, o sea, el fuera de campo, que comenta Phillipe Dubois en su libro El acto fotográfico. Ese texto es el compendio de la sistematización teórica más profunda que hay sobre la fotografía: la singularidad, el principio de atestiguamiento, la génesis automática, el índex como signo fotográfico contra el ícono y el símbolo.
¿Ha tenido su producción un mercado y un público que la siga?
He tenido una producción para un mercado, yo diría, oportunista, aleatorio. Tampoco porque me he dedicado a la producción de fotografía para vender. O sea, la fotografía tiene muchos usos sociales (Pierre Bordieu, Los usos sociales de la fotografía), y hago uso de esos “usos sociales”, y como tal, me gano la vida como fotógrafo. No necesito obligatoriamente vender mi arte, aunque lo hago de vez en cuando. Pero, bueno, sí he tenido un mercado, digamos, ocasional.
En cuanto al público, este sí ha sido permanente y una respuesta a mi trabajo porque lo he estado midiendo. Por ejemplo en las redes sociales, en Facebook sobre todo, donde publico mucha imagen, constantemente estoy recibiendo muchos comentarios.
¿Qué ha provocado en el espectador una muestra de fotografía del cuerpo?
En mi caso, consternación, trauma, intriga, curiosidad, goce, y diría que en último lugar, algún mensaje social, desde la perspectiva de género. O sea, si no puedes estigmatizar, si no puedes clasificar al cuerpo que ves cómo femenino o masculino, con toda la carga social que eso lleva, entonces no puedes juzgar. Y, precisamente, uno de los ejes temáticos de mi obra es la androginia, la ambivalencia. Y esta última está asentada en lo traumático y en lo irritante, porque lo que no puede ser definido siempre es traumático e irritante.
¿Qué sentimientos se generan, para usted, entre el fotógrafo y su modelo?
Depende. El pintor puede pintar lo que quiera y no tiene que someterse a ninguna experiencia. El fotógrafo está obligado a referir la realidad y a ser parte de esa realidad. La fotografía no socializa la imagen, con el surgimiento de esta manifestación lo que se socializa es la experiencia. Por ejemplo, cuando veo un iceberg estoy más tranquilo en la medida en que conozco un poco más el mundo, aunque jamás visite el Polo. O sea, la idea de contener al mundo en mi cabeza como una antología de imágenes, me tranquiliza y me dice que estoy más cerca de las experiencias que no puedo vivir por mis limitaciones geográficas, económicas, políticas… Eso me parece importante, en el sentido en que entre el fotógrafo y su modelo siempre hay una retroalimentación, una comunicación. En mi caso, necesito al modelo porque necesito el cuerpo. Trabajo especialmente con bailarines porque son susceptibles de transformarse, de desdoblarse, de desplegar una serie de facilidades físicas que un modelo habitual no tendría.
Lo hago tanto con modelos masculinos como femeninos, tratando siempre de descontextualizar, de provocar, de buscar la belleza, de hacer algo curioso, de no completar un mensaje, de hacer un estímulo lo suficientemente fuerte como para crear una reacción y lo suficientemente débil como para que sea muy polisémico. O sea, algo donde se aprecie la belleza y que no se entienda. Eso me fascina y es mi gran eje temático: la androginia, la ambigüedad, lo otro, lo que está en el medio, esa frontera.
En general, se da una relación interesante entre el fotógrafo y el modelo que puede ser de diversas maneras. Una relación sencillamente lineal, o muy creativa, donde el modelo también aporta. En el caso de los bailarines a mí me aportan mucho porque logran poses, entrecruzamientos, mezclas… que normalmente me sería muy difícil prever, y ellos muchas veces me la dan. Ilumino intencionalmente y voy buscando aquello que me punza.
En ese sentido, las relaciones entre fotógrafo y modelo son disimiles, pero siempre hay una relación de por medio. En el caso del cuerpo desnudo, te diría que no todos los fotógrafos habrán poseído a sus modelos hembras o varones, pero muchos lo han hecho. O sea, que también hay una relación de intimidad. Y la fotografía del cuerpo se puede utilizar como un pretexto para llegar a eso. Socialmente, está visto que hacer una sesión de fotografía del cuerpo puede ser difícil, complicado y peligroso. Eso es algo que está en el imaginario colectivo y no del todo errado. Pero también puede ser algo muy profesional, muy distanciado y muy concreto. Eso depende de las intenciones de ambos.
¿Ha seguido durante su producción alguna corriente anterior, influencias de otros artistas?
Sí, principalmente la obra de Servando Cabrera que me cautivó y me marcó como un referente de ver algo en pintura que quisiera y pudiera hacer con la fotografía. Esos cuerpos fundidos y esas transparencias de Servando me motivaron y me funcionaron como un conexo consciente de mi obra. Por otra parte, también la producción de Ralph Gibson desde el punto de vista de la descontextualización como un artista que trabaja el encuadre como herramienta fundamental de su obra.
¿Trabaja la fotografía de manera tradicional o digitalmente? ¿Por qué?
He trabajado de ambas formas. Son dos sistemas de significaciones muy similares pero con particularidades. Y de preferir, prefiero la química, pero de posibilidades, de práctica y de pragmatismo, está la digital. A los que de alguna manera convivimos con la química nos dejó una huella indeleble, mientras los que nacieron con la digital no tienen prejuicios, ni tienen porqué tenerlos. Es un medio, no un fin en sí mismo.
¿Usted es quien crea todo el ambiente escenográfico?
Sí, porque de hecho es un trabajo que requiere de cierta intimidad y cualquier agente externo puede suscitar inhibiciones en el o la modelo.
¿Considera el desnudo fotográfico un fenómeno transmisor de mensajes, sensaciones…?
Por supuesto, eso es algo indiscutible. Lo considero muy predefinido, muy sobresaturado de lo mismo. Y creo que siento placer de tratar de hacer desnudos diferentes, no convencionales. De hecho, rara vez les llamo a mis fotografías “desnudos”. Las nombro fotografías del cuerpo porque hay que catalogarlas de alguna manera, pero para mí son fotos simplemente. Pero estamos en la Posmodernidad, donde todo se cambia, se influencia, ha sido dicho, pero siempre hay enfoques interesantes, aproximaciones, tratamientos de obras, nuevas técnicas que son interesantísimas y en ese sentido renovadoras y reveladoras.
¿Cree necesario que tenga que representarse en la mayoría de los casos el cuerpo completo para abarcar un mensaje y para que sea transmitido con éxito?
No rotundamente. De hecho, la mayoría de mi trabajo tiene que ver con fragmentar el cuerpo y no precisamente mostrarlo completo. Si me preguntas qué prefiero, pues la fragmentación y la descontextualización. No necesariamente tiene que ser representado completo aunque el desnudo tiene que ver con esa manera de hacer un plano general del sujeto, históricamente.
¿Cree que el cuerpo a través de la fotografía carga sobre sí el peso de la crítica y el prejuicio actualmente?
También, además, por todos esos factores de prejuicios sociales, de lo que representa la desnudez, de los atributos que la sociedad —sobre todo occidental— ha perpetuado de los símbolos, los significados compartidos que históricamente tenemos como convencionalismo, del puritanismo, de la hipocresía. En ese sentido, sí creo que aun es muy prejuiciado.
Publicado en La Jiribilla