La poesía no se vende

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«La poesía no se vende porque la poesía no se vende», decía Guillermo Boido, no casualmente un poeta argentino. Reivindicación de un género que no puede corromperse, también es la comprobación de que no hará millonario a ninguno de sus cultores. Aunque se publican más de dos libros por semana, sus tirajes son generalmente mínimos y muchos de sus ejemplares se regalan a colegas. El mundo uruguayo de la poesía abarca unos pocos cientos de personas. En la cifra se incluyen tanto los poetas como sus lectores, porque muchas veces se confunden. Y hay muchos más anónimos que los de fama.

Sin embargo, quien busque, puede encontrar periódicamente actividades vinculadas con la poesía, comprometidas, vigorosas y optimistas. Por ejemplo:

—En pocos días se estrena el ciclo 2016 de Caramelos y pimientos, una tertulia entre escritores y lectores.

—Desde 2005 se realiza La Ronda de Poetas con lecturas, performances y recitales en las que participan poetas y artista visuales o gráficos. Este año está recorriendo todo el país.

—Banda Oriental, Ayuí Tacuabé y la Sala Zitarrosa preparan para el 23 de mayo un homenaje a Washington Benavides por los 50 años de la primera edición de Las Milongas y los 85 del autor.

—En abril tendrá lugar el Mundial Poético de Montevideo, con medio centenar de poetas nacionales y unos veinte extranjeros.

En buena medida, esa intensa actividad —de la cual se brindan solo algunos ejemplos— se explica porque los poetas confiesan ser además militantes de la poesía. Escriben, ellos mismos muchas veces publican su obra, la distribuyen con su propio esfuerzo y se reúnen en festivales o encuentros, alentando un género tan antiguo como la palabra escrita.

«Los poetas son por definición militantes de la poesía», asegura Isabel de la Fuente, poeta y actriz, responsable de Caramelos y Pimientos. «De alguna manera lo son porque no es una actividad lucrativa en lo más mínimo. No conozco ningún poeta que haya hecho dinero con la poesía, y si tiene dinero lo hizo con alguna actividad paralela», concuerda Gustavo Wojciechowski, conocido como Maca, poeta y editor de poesía. «Los poetas son portadores de poesía. Los hay más militantes y menos pero eso no es lo importante. Lo importante es trabajar para la poesía como creadores, editores o gestores. Luego la poesía es otra cosa, algo que escapa a todas estas cosas», sostiene Martín Barea Mattos, que impulsa las Rondas y coordina el Mundial.

Para Luis Bravo, también poeta y editor, esa identificación con una militancia «trae consigo la postulación de que el poeta es un servidor de la misión poética, o un soldado en la trinchera de los poetas». Para él, «la poesía debe abrirse a una audiencia mayor, y salir de su propio gueto».

«Si sigue encerrada en la jerga de su propia iglesia se asfixia, no crece, y corre el riesgo de quedar anacrónica en relación a las necesidades espirituales de los tiempos venideros. Los poetas no son soldados de la poesía sino sus antenas, sus transmisores, sus voceros», opina.

Nada le es ajeno.

Rafael Courtoisie, escritor y docente, escucha poesía desde antes de aprender a leer: su abuela materna le recitaba a Zorrilla de San Martín y a Juan de Dios Peza. «La poesía no es solamente, como se cree, un género, una forma de crear. Es también un modo de conocimiento. Han caído imperios e ideologías, y la poesía sigue allí, tan campante», sostiene.

«Nada de lo humano es ajeno a la poesía. Desde un guijarro hasta un cepillo de dientes son objetos de poesía. La maravilla está en todas partes, y la poesía la devela», añade.

En 2011, Courtoisie preparó para la editorial Visor de Madrid una antología de la poesía uruguaya del siglo XX. «Me llevó más de cuatro años leer, estudiar, revisar, releer y debatir acerca del número de antologados. Como Uruguay es un país pequeño se piensa erróneamente que debe haber pocos poetas que valen la pena. Y es todo lo contrario: de los quince poetas iniciales logramos antologar a cuarenta, lo que muestra que la poesía del Uruguay en el siglo XX ha sido muy pródiga», explica,

Su principal conclusión es que se trata de un género que se ha ejercido «con enorme libertad» y en el que se han destacado las mujeres, con Delmira Agustini, María Eugenia Vaz Ferreira y Juana de Ibarbourou en primer término.

En este siglo XXI, opina, el panorama es «todavía más heterogéneo y abierto». «En cierta forma experimental, sobre todo por las diversas formas de performances y el empleo de medios electrónicos. Pero lo esencial, que es la palabra creadora, sigue estando en el centro. La diferencia es que la poesía da en el tercer milenio respuestas que la razón no puede dar. Es, en ese sentido, un ejercicio constante y vivo de construcción de vínculos y valores», asegura.

No es negocio.

En 2015 se registraron 140 libros de poesía en la Biblioteca Nacional, informó Julio Castro, jefe de Procesos Técnicos del organismo, quien aclaró que puede haber otras ediciones que no pasan por ese trámite. En 2014 se registraron 96 y en 2013 fueron 111.

«El 99% de los libros de poetas son bancados por los autores, total o parcialmente. A nivel comercial no es negocio», explica Martín Fernández, director de las editoriales Hum y Estuario, una de las que ofrecen poesía en su catálogo. Si bien desde hace seis años abandonó ese sistema de «coproducción», la editorial sigue apoyando al género. Uno de los últimos ejemplos fue una recopilación de Julio Inverso. Y, acaso sorpresivamente, se agotó la tirada.

Lo común es que se impriman entre 300 y 500 ejemplares de cada libro. «Si se vende la mitad de la tirada, y el autor no pone plata, se empatan con los costos», comenta.

Cuando el poeta paga parte o la totalidad de la tirada, lo común es que luego regale ejemplares entre sus amigos y colegas. Pero esa costumbre a veces limita las ventas, porque algunos se quedan esperando su libro de obsequio.

«No es fácil para un escritor poder publicar sus poesías. Tampoco en narrativa. En mi caso, tuve la suerte, en mi primer libro, de contar con un prólogo del gran Rolando Faget», comenta Gustavo Esmoris. Fue en 1992, en Banda Oriental, en la colección Poetas Uruguayos de hoy, y desde entonces ha publicado cuatro poemarios, además de participar en antologías y libros colectivos.

«Como coordinador de talleres de escritura, más que como poeta, me toca participar bastante seguido en presentaciones de libros, por eso tengo contactos con otros autores», indica.

Para Bravo, el de la poesía en Uruguay es «un universo con sus propias coordenadas». Considera que ese universo «es plural en su producción, pero está encerrado en su propio circuito». «Hay varias generaciones de poetas produciendo al mismo tiempo, y hay ciertos espacios de encuentro como son los ciclos de lecturas. Se publican muchos libros y hay editoriales pequeñas que sostienen el género. Hay eventos más resonantes, como el Mundial de poesía que este año va por su segunda edición. Lo que no hay, me parece, es un crecimiento cualitativo, algo que impida que ese circuito se torne autocomplaciente», comenta.

Para Barea, el mundo de la poesía es «amplísimo y heterogéneo». «En un mismo lodo todos manoseados», ironiza. Y no le importa lo módico de las ventas: «El hecho de que la poesía sea considerada periférica e impopular, siempre por supuesto desde los ojos del mercado de consumo, me place, me da una sensación de pertenencia a un lugar que creo comparten la poesía y la filosofía: charcos de batracios sin valor de venta».

¿Y cuál es la repercusión que alcanzan en el público? «Primero creo que genera extrañamiento. Luego curiosidad. Y al final, una cómoda intimidad y sensación de pertenencia. La poesía es democrática», dice Barea.

De uno.

Un mojón en la historia de la poesía nacional fue la fundación de Ediciones de Uno en 1982, a cargo de Wojciechowski, Héctor Bardanca, Agamenón Castrillón, Daniel Bello, Luis Damián, Magdalena Thompson y otros poetas. Además de publicar, la editorial llevó los versos a diversas expresiones de la cultura: espectáculos de canto popular, danza, teatro. Llegó a contar con 600 suscriptores, una cifra impresionante para su ámbito.

«Además, surgió en plena dictadura, lo cual también era bastante arriesgado. Tenía una fuerte apuesta al tema social y a los derechos humanos y ya eso la volvía peligrosa. Hubo actos, volanteadas de poemas, trabajos en la periferia, en locales sindicales en formación, peñas estudiantiles, parroquias… No tuvimos problemas directos, pero siempre estábamos medio en la mira», recuerda Maca.

Ediciones de Uno «fue una experiencia poética que superó su tarea editorial —evoca en tanto Bravo—. No fui fundador de la misma, pero integré el grupo desde 1983, año posterior a su fundación. Y fui el último en cerrar la puerta y pagar las cuentas, allá por 1994. Uno fue para mí la mejor escuela en cuanto a intercambio estético grupal, humanísima fraternidad, dialéctica, peliaguda, desafiante. Un tiempo histórico extraordinario, mirado en perspectiva».

Además de poeta y editor, Wojciechowski siempre fue diseñador gráfico. Y eso lo llevó en 2004 a fundar otra editorial, Yauguru, que dedica «80 o 90 por ciento» de sus títulos a la poesía. «Muchos escritores me pedían el diseño de sus libros y, a la vez, opinión sobre sus escritos. Y como hacía un trabajo de editor sin serlo, me dije: Lo hacemos y listo. La idea era publicar dos o tres libros por año pero ya el proyecto me pasó por arriba. El año pasado se editaron casi treinta», indica.

«Incluso gran parte de la narrativa que editamos es una narrativa que tiene un cierto toque de poesía. Así lo dice uno de sus eslóganes: La poesía en todos sus géneros, entendiendo que la poesía no es solo un género literario sino una forma de entender el mundo, de sentir, de visualizar».

A la japonesa.

Si se trata de expresar ideas o sentimientos, la poesía admite tantas formas como el autor desee. Una muy particular, que tiene sus cultores en Uruguay, es el haikus japonés. Se trata de expresar una idea muy específica en tres líneas: la primera de cinco sílabas, la segunda de siete y la tercera de cinco. Ni más ni menos. En su momento, Mario Benedetti escribió Rincón de haikus. También Javier Etchevarren sigue esta forma poética tradicional.

La escritora y redactora publicitaria Natalia Mardero descubrió el haikus y se animó a escribir un libro, Gato en el ropero y otros haikus. «Lo tomé como algo lúdico y como un desafío a la vez, porque debía decir cosas en la rígida estructura obligatoria», explica. «Después, los haikus me iban saliendo por temas: los gatos, la infancia, el amor, los personajes», añade.

Su trabajo se complementó con el diseño de Adela Casacuberta y las fotos de Bernadette Laitano para redondear un libro-objeto que, según la autora, tuvo muy buena repercusión.

A toda edad.

Wojciechowski estima que en el Uruguay hay más de 200 poetas trabajando, «con distintos estilos, por distintos caminos, desde una poesía más convencional a cosas más experimentales. Hay poetas de 85 años y otros de 20. Y todos los que están en el medio». Y aclara que se refiere a los autores «con un nivel aceptable, más allá de los gustos personales que puede tener cualquiera. Gente que domina el oficio».

«Y siguen apareciendo, totalmente. No tengo ninguna duda. Por caminos distintos, ya sea en recitales en boliches, en los ciclos de lectura de poesía, ya sea por Internet, por blogs, por otras formas, pero se van dando», agrega.

Una forma de llegar a la poesía es a través de la música: no son pocos los que empezaron a escribir letras para canciones de alguna banda que soñaban formar y después las convirtieron en versos autónomos.

«Imaginemos cómo sería el mundo sin poetas, sin artistas y por tanto sin obras de arte. Un horror inhabitable. Puro mercadeo sin sustancia», asegura Bravo, para quien la poesía crea su propia audiencia.

«Es cierto que en este ruidaje de la comunicación actual la voz de los poetas parece haberse hecho menos audible. Ni hablar de que sus libros han sido exiliados del mercado editorial, algo que comenzó a suceder ya a mediados de los noventa. Pero igual, donde la poesía se hace presente se hace oír», sostiene.

Y todo, aunque no le permita convertirse en millonario. «Sí, la poesía es como el amor, dice. Nadie puede vivir del amor, pero yo no quiero vivir sin amor ni sin poesía».

«Escribo poesía porque así me sale. No creo que sea un estigma aunque la sociedad en general siempre lo vio así. Por otra parte, debo decir que hoy en día creo que es el género literario que mejor se adapta a los tiempos, tanto por su síntesis como por su capacidad de adaptación al medio, ya sea para el que escribe poesía o para el que la lee», afirma Barea.

«¿Por qué escribo? Esa es la pregunta más difícil, la pregunta que uno sospecha no tiene respuesta —dice Esmoris—. Creo que escribo por el mismo motivo que respiro: para mantenerme vivo». De la Fuente tiene su propia conclusión: «Porque nunca me lo pregunté».

Lo dulce y lo picante de la poesía.

Caramelos y pimientos es un ciclo literario que Isabel de la Fuente coordina desde hace 20 años, con frecuencia mensual. «Es una actividad apta para todo público y con entrada libre. Y me llena de satisfacción que eso se vea reflejado en un público muy heterogéneo y de las más diversas edades», explica. El nombre del ciclo se le ocurrió tras observar una vez dulces y pimientos juntos sobre una mesa. «Además de un conjunto visual hermoso, entiendo simbolizan muy poéticamente algo de la estructura de la vida con sus contrastes y divergencias: lo dulce y lo picante», comenta. El primer encuentro de este año será el 12 de abril en el bar Los Girasoles (Colonia y Yi).

Un mundial que se juega en varias salas culturales.

Una veintena de poetas internacionales, junto a medio centenar de sus colegas locales, participarán en el Mundial Poético de Montevideo, que tendrá lugar del 18 al 24 de abril.

«Es Mundial porque la idea es que lleguen poetas de distintos continentes y traigan la poesía en su propio idioma. La única alusión a los mundiales de fútbol es la denominación Mundial pero esto no es una competencia», explica Martín Barea Mattos, poeta él mismo y gestor de diversos proyectos culturales y artísticos.

Las «canchas» en las que se jugará este Mundial serán la Sala Verdi el lunes 18, el auditorio del Centro Cultural de España los días martes 19, miércoles 20 y jueves 21 y el Espacio de Arte Contemporáneo el viernes 22. El sábado 23 habrá encuentros en el Museo Zorrilla y más tarde en la Casa Tatú. Las trasnoches del festival serán de lunes a viernes en La Ronda café. Contará con una feria de editoriales de poesía cuyo stand estará a cargo de la librería Lautremont. Todas las actividades serán de libre acceso para el público.

Entre los autores visitantes figuran el portugués Valter Hugo Mae, los estado-unidense Mark Statman, Jesse Lee Kercheval y Bill Lavender, los peruanos Pedro Granados y Víctor Ruiz Velazco, el venezolano Jairo Rojas Rojas, la boliviana Alejandra Barbery, los brasileños Pedro Rocha, Pedro Lago, Fabricio Noronha, Daniel Castanheira y Amora Pera, los argentinos Osvaldo Bossi, Juana Roggero, Gervasio Monchietti , Juan Salzano y Nakh Ab Ra y el chileno Mario Barahona.

La coordinación está a cargo de Barea, junto a un equipo formado por Fernando Foglino, Claudio Burguez, Marcela Matta, Andrea Estevan y Lucía Delbene. La primera edición del Mundial Poético montevideano tuvo lugar en noviembre de 2013.

Barea también es el coordinador y anfitrión de la Ronda de Poetas, un proyecto que surgió en 2005 en el bar La Ronda. Allí se realizan lecturas, performances y recitales, donde participan al menos tres poetas —tanto nacionales como extranjeros— más algún artista visual o gráfico. Se realiza desde 2005 cada semana los días jueves. Este año se desarrolla en diferentes localidades del interior: llegó incluso a Cabo Polonio.

Reina Sofía a Ida Vitale.

Un reconocimiento a la poesía y toda la cultura uruguaya fue el Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana, entregado a Ida Vitale el año pasado. La autora, de 92 años, radicada en Estados Unidos, contó que llegó al género casi de casualidad, tratando de entender unos versos de Gabriela Mistral. «De esa curiosidad nace cierto interés. Uno siempre empieza tropezando», declaró entonces.

Publicado en El País
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