Café Vista Alegre: el lugar de la trova
Por Amelia V. Roque*
Obras y autores poco conocidos o injustamente olvidados rescata la investigadora de la música cubana Dulcila Cañizares en su título recién publicado «Café Vista Alegre», en el que trovadores, melodías, lugares y evocaciones confluyen para preservar la memoria.
Publicado por el Centro Cultural Pablo de la Torriente Brau en su colección A Guitarra limpia y presentado el 7 de mayo en el sábado del libro -un espacio del centro histórico habanero donde se da a conocer lo más importante del quehacer literario cubano-, el volumen resalta la importancia de ese lugar donde se tejieron historias y leyendas.
A juicio de la acreditada estudiosa, cada vez que se lee un libro o una reseña acerca de la trova tradicional cubana, se menciona al Café Vista Alegre y solo se indica que estaba en la calle Belascoaín, entre San Lázaro y Malecón, La Habana, y allí cantaron los mejores troveros de la época por más de 40 años, hasta cerrar en diciembre de 1958, al venderse el edificio en el cual estaba situado.
La trova tradicional surgió en Santiago de Cuba en el último tercio del siglo XIX, con raíces europea y africana, y se transformó en un movimiento estético-musical catalogado dentro del neorromanticismo popular de la isla, con una identidad nacional propia.
Por eso se dio a la tarea de rescatar la historia del recinto, descrita con precisión y amenidad, y además se refiere a otros sitios donde se cantaba la vieja trova en la capital y diversas ciudades de la isla, para dar paso a pequeñas biografías de compositores e intérpretes que dejaron su impronta allí.
Entre ellos figuran Sindo Garay («La tarde», «Perla marina», «Mujer bayamesa»), Manuel Corona («Aurora», «Longina», «Tu alma y la mía»), Alberto Villalón («Boda negra», «La palma herida», «Me da miedo quererte») y Rosendo Ruiz («Falso juramento», «Confesión», «Presagio triste»).
«También doy a conocer a los más olvidados, pues de ellos han quedado pocas huellas pero es necesario saber que aportaron conocimientos, emociones y amor, guitarra en mano, para el surgimiento de nuestra trova tradicional, legado musical que forma parte del patrimonio cubano», detalla la autora.
UN APORTE CULTURAL
Este libro es un aporte no solo a los estudios relacionados con la trova tradicional, sino también a la propia historia cultural de la nación cubana, comenta a Prensa Latina el crítico literario Fernando Rodríguez Sosa.
Para el también periodista y promotor cultural, contribuye no solo a preservar la memoria nacional, sino que la investigadora salva del olvido a hombres y mujeres que aportaron a la conformación de ese legado.
A su vez el poeta, cineasta y narrador Víctor Casaus, presidente del Centro Cultural Pablo de la Torriente Brau, califica a la estudiosa de profunda conocedora de esa manifestación de la cultura cubana, también presente en su título «Café Vista Alegre».
Organizado por el Instituto cubano del Libro y ese Centro Cultural, la presentación de este cuaderno, que cuenta con un atractivo diseño de cubierta de Katia Hernández, constituyó un homenaje a dicha autora con motivo de su cumpleaños 80.
Dulcila Cañizares (Santiago de las Vegas, Cuba, 1936), cursó estudios de armonía e historia de la música, fue profesora de piano, teoría y solfeo, y ha desarrollado una seria labor investigativa como las biografías-testimonio Gonzalo Roig (1978) y Julio Cueva (1991).
Es autora de los ensayos «La trova tradicional cubana» (1992, 1ra. ed.; 1995, 2da. ed.) y «La música sacra en Cuba» (1995), además de otros estudios sobre música recogidos en artículos y libros.
En su obra ensayística asimismo resalta «San Isidro, 1910. Alberto Yarini y su época» (2000, 1ra. ed.; 2006, 2da. ed.), en la cual profundiza en la vida del famoso proxeneta dentro del contexto socio-histórico de su tiempo, título que inspiró una obra de teatro (Muerto el gallo se acabó la rabia), el ballet Yarini y una canción
rock.
Tiene publicados unos 15 poemarios -sus preferidos son «De mi tierra» (1979) y «Agua jubilosa» (1995)-, quehacer que le valió el premio Samuel Feijoo de Poesía sobre Medio Ambiente por una obra de toda la vida consagrada a exaltar la naturaleza cubana, concedido en 2009 por la Sociedad Económica de Amigos del País.
Al valorar el notable quehacer intelectual de Dulcila como investigadora de la música cubana, ensayista y poeta, Rodríguez Sosa recuerda una frase de José Martí: «La nobleza del hombre es la memoria».
Ella lo hace realidad en toda su obra, significó.
*Jefa de la Redacción de Servicios Especiales de Prensa Latina.
La Habana de antes rememorada en el libro “Café Vista Alegre”
El libro Café Vista Alegre, de Dulcila Cañizares, será presentado el 7 de mayo, a las once de la mañana, en el tradicional espacio Sábado del Libro, en la Plaza de Armas, en el Centro Histórico habanero, a propósito del aniversario 80 del natalicio de la autora.
Ensayista, poeta, editora, acuciosa investigadora de la música cubana, Dulcila Cañizares (Santiago de las Vegas, 1936) es autora de una amplia obra, en que aparecen, entre otros títulos, las biografías-testimonio Gonzalo Roig, Julio Cueva: el rescate de su música y Alé alé reculé. Nostalgias por Julio Cueva; así como los ensayos La creatividad en Gonzalo Roig, La trova tradicional cubana yLa música sacra en Cuba.
Cuartel general de los trovadores cubanos, cuyas puertas estuvieron abiertas para la bohemia habanera, y los amantes de la trova desde 1899 hasta 1960, en el Café Vista Alegre se estrenaron algunas de nuestras canciones más famosas, y el libro presenta una investigación concentrada en la música, pero no se elude la anécdota o la propia experiencia de la autora en ese mundo creativo.
Texto e imagen potencian una mirada crítica ante el pasado y configuran una lectura más inclusiva donde se demuestra el valor de obras y compositores injustamente olvidados o que nunca alcanzaron la merecida celebridad. «Así, desde un mítico lugar se explora una época igualmente mítica para preservar esas realidades como patrimonios vivos», aseguran los editores del libro.
Según otras fuentes, el Café Vista Alegre existió en La Habana solo de 1898 a 1948 y fue sitio de tertulias de grandes figuras como Sindo Garay, Miguel Matamoros, Fernando Ortiz y Arsenio Rodríguez.
Alrededor de 2002 surgió una idea del desaparecido trovador cubano Noel Nicola, que le trasladó al tresero Pancho Amat: retomar la mística del Café Vista Alegre con la impronta que todavía se respira en la zona habanera de Belascoaín y Malecón.
Amat y su Cabildo, con el concurso del percusionista Ricardo Papín Abreu (director de Los Papines), el ex cantante de Son 14 Eduardo Tiburón Morales, y el pianista Emilio Morales, integraron una banda que tuvo varias actuaciones en Europa.