Mauro Calanchina: registro fotográfico de la injusticia en Guatemala

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Por Rafael Gutiérrez

Recién venido de México, a mediados de los 70, el encuentro con mi país fue un fogonazo que calcinó mi conciencia. El terremoto del 76 operó entonces lo que podríamos llamar hasta hoy, y disculpen los posmodernos, la profundización de las contradicciones internas y pronto rebrotarían, allí del subsuelo social donde el sistema de dominación guatemalteco las tenía soterradas y reprimidas, las purulencias más oprobiosas e intolerables incubadas institucionalmente desde la implantación de la Colonia.

La injusticia se expuso más injusta y la miseria más miserable. Y los movimientos sociales reivindicativos, cuya expresión más radicalizada se manifestó a través de la lucha armada, alcanzaron niveles de desarrollo cuya línea ascensional provocó una respuesta represiva enconada y brutal por parte del Estado guatemalteco. Y el lente de Mauro Calanchina estuvo allí para captarlo.

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Para quienes como yo nos organizamos por esos años, las fotografías de Calanchina jugaron un papel en nuestra toma de conciencia social y política. Tan erizada y porosa estaba nuestra sensibilidad individual, que cualquier manifestación artística, un poema, una obra de teatro, un lienzo, una canción, en fin, eran de inmediato metabolizados por nuestra subjetividad en razón de los requerimientos colectivos.

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Esas fotografías aparecidas periódicamente en la revista Alero, de una fuerza expresiva inusual, en su mayor parte elaboradas y expuestas en alto contraste, constituyeron un valiosísimo y eficaz instrumento visual para situarnos de tajo frente a los dispositivos y estrategias del Poder, ante las estructuras internas y métodos desembozados del Terror.

Muchas de las portadas emblemáticas de esa década se deben al talento, valentía y rigor profesional de Mauro. Desde una perspectiva (neo) realista llevada a contrastes a veces extremos, la imagen ofrece, además de una exposición exenta de matices innecesarios, una versión deliberada y directa de la realidad y nos pone y expone, sin neutralidades ideológicas ni artificios formales, frente a un mundo que por su violencia y confrontación pareciera erosionarse y derrumbarse ante nuestra mirada. La calle, pues, como un espacio de enfrentamiento de cuerpos, visiones, valores, ideologías e intereses, como un escenario, en fin, de las luchas hegemónicas y contrahegemónicas.

Y fue por esas imágenes testimoniales de Mauro Calanchina —un verdadero recorrido por las entrañas de las luchas sociales guatemaltecas de los 70, plenas de fulgor y terror—, que muchos de nosotros confirmamos que el Poder y sus múltiples procesos de reproducción real y simbólica, no son sólo visibles sino también combatibles.

Publicado por Barrancópolis
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