Victor Hugo, el acuarelista boliviano

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Víctor Hugo Antezana, considerado el mejor acuarelista de Bolivia fue enterrado ayer con un sentido homenaje que le rindieron sus amigos, familiares y colegas del pincel. Los restos del artista yacen en el sector de notables del Cementerio General de Cochabamba.
El artista fue heredero de un legado único que dejó el artista cochabambino más brillante del siglo XX, Gíldaro Antezana (1938-1976), quien también dejó este mundo por un hecho fortuito, un accidente de tránsito.

Cerca a la medianoche del domingo, Víctor Hugo había tomado un taxi para retornar a su casa y un ladrón lo interceptó dejándolo con serios golpes en la cabeza y el pecho. Sin tomarle mucha importancia, Antezana retornó a su casa y tampoco pudo visitar a un médico por el bloqueo que habían protagonizado transportistas en Quillacollo, el lunes.

El recuerdo y el legado del artista queda plasmado en las miles de obras que dejó para sus amigos y admiradores de su arte, quienes no perdieron la oportunidad de darle el último adiós ayer en el velorio instalado en el salón de exposición de arte, que lleva el nombre de su padre, Gíldaro Antezana.

Ninguno de sus hijos y familiares puede precisar la cantidad exacta de obras que trabajó, ni tampoco los innumerables reconocimientos y premios que consiguió para Cochabamba en concursos nacionales e internacionales.

«El siempre se llevaba el primer o segundo premio de todos los concursos», asegura su colega y amigo Ruperto Salvatierra.

Él había incursionado en el realismo natural que fue lo que lo distinguió entre todos. «Se enfrentaba a la naturaleza y lograba obtener el color real», destacó Amadeo Castro. «Se fue justo cuando empezaba a descollar en una nueva espera de su arte, pero que queda como una puerta abierta para las nuevas generaciones, porque él siempre fue muy generoso al enseñar su técnica», destacó la asambleísta Estela Rivera.

«Era un acuarelista de gran calidad», realzó su colega Jesús Florido, quien recuerda los viajes que hicieron a Ecuador donde quedaron maravillados con las exposiciones del artista.

Florido recuerda también el amor que Víctor Hugo tenía por la música y la cultura boliviana en general. «Recuerdo que cuando viajábamos a Ecuador con Víctor Hugo, Amadeo Castro, Ruperto Salvatierra, Iván Castellón, Elio Nina y otros, un grupo peruano presentó la canción ‘Wayayay’ como un tema ‘andino’, Víctor Hugo paró todo para decir al auditorio que esa canción era de Los Kjarkas, un grupo bo-li-via-no».

Sus amigos lo recuerdan como alguien sencillo, cariñoso, humilde y algo tímido. Tras la muerte de Víctor Hugo, solo queda uno de los hijos de Gíldaro Antezana que sigue su legado, Darío Antezana. De los ocho hijos cuatro se dedicaron al arte pero dos de ellos murieron.

«Son magníficos ambos -Víctor Hugo y Darío-. Tienen trabajos extraordinariamente bellos. Víctor Hugo es el mejor acuarelista que hemos tenido y Darío debe ser el artista boliviano que más premios y reconocimientos ha recibido», destacó la asambleísta Rivera.

La población queda expectante de saber si alguno de sus hijos, Víctor Hugo Antezana Siles, de 31 años, Víctor Hugo de 19 y Diego de 14 seguirán el camino de su padre.

Publicado en Opinión

El legado de Víctor Hugo Antezana se inmortaliza en óleo y acuarela

Alguna vez coincidimos con Víctor Hugo en el casco viejo de la ciudad y ante mi observación de que se abstraía de todo y de todos con facilidad, me comentó que todo el tiempo andaba mirando los rincones, los tejados, las paredes viejas, las luces y las sombras para empezar a elucubrar nuevos proyectos, nuevos diseños.

Dueño de un carácter singular, a Víctor Hugo también le gustaba compartir algunos encuentros deportivos con los del gremio, los jueves, allá en Apote en la propiedad de Francisco Romano, era el primero en llegar y se preparaba con fruición, calentaba responsablemente y luego se incorporaba al encuentro con gran energía y físico. Así era: ponía pasión en lo que hacía.

No había visto pintar a su papá, el gran Gíldaro Antezana; porque aún era muy niño, pero entró en contacto directo con sus dibujos, bocetos y obras acabadas, para admirarlos, estudiarlos, usarlos como referente de libertad, poesía y disciplina.

Con los años había logrado desarrollar una técnica depurada y suelta, tanto en el óleo plasmando el paisaje cochabambino de donde era oriundo, como con la acuarela donde se manejaba con gran destreza y solvencia.

Testimonian esta dedicación, los casi 20 premios y reconocimientos obtenidos a lo largo de más de tres décadas de trabajo, entre los que destacan varias premiaciones a nivel nacional.

Víctor Hugo deja su legado en toda Bolivia donde exponía regularmente, y en países hermanos como Ecuador y Colombia, además de EEUU, Suecia, Noruega, Finlandia y Costa Rica.

Se despide pronto, deja un gran vacío. Paz en su tumba.

El artista fue enterrado ayer en el Cementerio General de Cochabamba.

* El autor es artista plástico.

Publicado en Los Tiempos
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