La imagen de la revolución

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La Revolución marcó un cambio radical en la forma de hacer, ver y utilizar la fotografía en nuestro país; el inicio del movimiento armado determinó el involucramiento de los fotógrafos en la vida social y cotidiana de la nación, de manera que el oficio ganó un mayor espacio en periódicos y revistas de la época y se afianzó como medio para la formación de una identidad nacional. Así se revela en las páginas del libro De la crónica al icono. La fotografía de la Revolución mexicana en la prensa ilustrada capitalina (1910 – 1940).

El volumen de la historiadora Marion Gautreau, editado por el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), será presentado en el marco del coloquio Fodomex: Fotografía Documental Mexicana, que reunirá del 16 al 18 de mayo a críticos e historiadores de la imagen, reporteros gráficos, artistas y directivos de espacios como la Fototeca Nacional, el Centro de la Imagen y las agencias Cuartoscuro y Procesofoto.

La autora refiere que antes de la guerra civil, el uso de la imagen fotográfica reflejaba un estatus, por ejemplo, mediante las tarjetas de visita que sólo estaban al alcance de la clase favorecida, o tenía un carácter folclórico, con postales de paisajes rurales (con cactus y magueyes como elementos más recurrentes) y ocasionalmente urbanos, que consignaban la “modernidad porfiriana”.

La joven historiadora expresa que “una mirada atenta a la fotografía se sorprende con la subsistencia y, sobre todo, la recurrencia de las imágenes de la Revolución Mexicana un siglo después de su inicio”.

Pese a esta omnipresencia de “imágenes revolucionarias” que observa cualquier viandante en las calles, los comensales de un restaurante o los asistentes de un acto conmemorativo, esta iconografía es muy limitada. “Son casi siempre las mismas y corresponden aproximadamente a unas treinta tomas”, repara la profesora investigadora en el Departamento de Estudios Hispánicos e Hispanoamericanos de la Universidad Toulouse 2-Jean-Jaurès, en Francia.

Esta paradoja donde las expresiones visuales de la historia nacional ocupan un lugar central, no obstante de representar una ínfima parte de la producción fotográfica de la Revolución Mexicana, condujo a Gautreau a buscar cómo operó el proceso de selección de estas imágenes al concluir el conflicto en 1920, al tiempo que decantó en una simplificación de la representación visual de la guerra y en su “iconización”.

“Si se reconoce en forma unánime que los frescos de los muralistas contribuyeron ampliamente a consolidar el régimen nacido de la guerra civil, se le concede muy poca importancia a la difusión de las fotografías revolucionarias con la misma meta. Sin embargo, la iconografía revolucionaria ha jugado un papel de primer plano en la conmemoración de las fechas y las figuras clave del conflicto”.

La anterior afirmación de Marion Gautreau parte de la recopilación y análisis que llevó a cabo de las principales publicaciones ilustradas, periódicos y revistas, existentes durante y después de la lucha armada.

Revista de revistas, El Universal Ilustrado y Jueves de Excélsior, fueron los casos seleccionados debido a que estas publicaciones se mantuvieron durante la posrevolución. A través de ellos, la doctora en Filología Española por la Universidad de La Sorbonne-París 4, advirtió que desde finales de los años 20, “la prensa fue un relevo del discurso oficial de legitimación del nuevo poder a través de la exaltación de los ideales nacidos de la Revolución”.

De esa manera, la fotografía de prensa contribuyó a amplificar el impacto sociocultural del movimiento armado; por ejemplo, privilegiaron la reaparición de dos acontecimientos de gran peso simbólico: la Decena Trágica y la invasión norteamericana de Veracruz. También aprovecharon el 20 de noviembre como día oficial de conmemoración, para proponer secciones especiales sobre ciertos enfrentamientos y personajes.

Así, en la prensa ilustrada se pasó de una historia visual de la Revolución presentada en su cotidianidad, a una historia marcada por algunas fechas clave y la simplificación de los actores de la guerra. Cita la autora para ejemplificar:

“Las ‘soldaderas’ y los soldados anónimos se transformaron en mito para convertirse en una de las imágenes más populares del conflicto, en tanto las divergencias entre los cinco principales personajes fueron borradas de forma progresiva: de Madero se recordará su voluntad de democratizar el país, de Carranza la ratificación de una nueva Constitución y de Obregón la puesta en marcha del nuevo régimen. Zapata es erigido padre del agrarismo y Villa, a quien es difícil atribuir un ideal revolucionario específico, es la encarnación del valor, de la audacia y se transforma en modelo de orgullo mexicano”.

Más allá de su uso con fines de legitimación y reforzamiento de los gobiernos posrevolucionarios, dice la historiadora, el alcance de dichas imágenes se perpetúa en la construcción de una memoria iconográfica de la Revolución, por lo que es posible contemplar el actual y reducido corpus como un lugar de memoria de la guerra civil.

Gautreau comentó que sería primordial continuar este trabajo para conocer en su globalidad las reutilizaciones de fotografías de archivo después de 1940; a la vez que —para multiplicar los soportes— es necesario un estudio dedicado a los manuales escolares desde 1920.

La presentación de este título tendrá lugar el próximo 16 de mayo, a las 16:00 horas, en la Dirección de Estudios Históricos del INAH (Allende 172, Centro de Tlalpan), y estará a cargo de los historiadores Rosa Casanova García, Rebeca Monroy Nasr, Ariel Arnal Lorenzo, Miguel Ángel Berumen y la autora.

Publicado en AlianzaTEX
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