«Yo cual Delmira» repensar el destino trágico de la poeta (Uruguay)

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Por Daniel Cholakian – NodalCultura (desde Tres Arroyos)

Raro anillo que clarea,
Raro anillo que sombrea
Una profunda amatista.
Crepúsculo vespertino

Que en tu matinal platino
Engarzó espléndido artista.
El porvenir es de miedo…
¿Será tu destino un dedo

De tempestad o de calma?
Para clararte y sombrearte,
¡Si yo pudiera glisarte
En un dedo de mi alma!… 

(«Anillo» )

Delmira Agustini fue una poeta modernista uruguaya, nacida en 1886 y asesinada por su ex esposo el 6 de julio de 1914. Decir «fue asesinada por su esposo» es algo que podemos decir en el presente, y que sin embargo no todos asumen como tal. Lo dice, eso sí, quienes como la actriz uruguaya Verónica Mato asumimos la propuesta crítica de la teoría de géneros y no acompañamos a quienes hablan de muerte dudosa, crimen pasional o incluso crimen de amor.

«Yo cual Delmira» es una obra que propone repensar / recrear momentos íntimos de la poeta joven, moderna, atrevida, deseante, deseada. La actriz / dramaturga introduce algunos datos básicos sobre las horas y meses previos a la muerte violenta de la poeta, y se propone reponer su voz, y su amor y desamor, encarnados en aquella mujer que hubiera deseado se amante de su esposo.

Lo soñé impetuoso, formidable y ardiente;
hablaba el impreciso lenguaje del torrente;
era un mar desbordado de locura y de fuego,
rodando por la vida como un eterno riego.

(Fragmento de «Amor»)

Verónica Mato propone dos registros: el relato contextual, donde es a la vez actriz que relata y mujer atravesada por la historia, y el relato poético, donde el texto y el cuerpo se permiten imaginar los caminos de Delmira en esos meses de amor / casamiento / desamor / separación / muerte. ¿Descubre acaso tempranamente la alegre joven el «destino de tempestad» que encierra aquel anillo?

Fiera de amor, yo sufro hambre de corazones
de palomos, de buitres, de corzos o leones,
no hay manjar que más tiente, no hay más grato sabor,
había ya estragado mis garras y mi instinto,
cuando erguida en la casi ultratierra de un plinto,
me deslumbró una estatua de antiguo emperador.
(Fragmento de «Fiera de amor, yo sufro hambre de corazones…)

¿Cuándo fue que Delmira amó a su esposo? ¿Cuándo lo desamó? ¿Cuánto estaba permitido a la mujer de aquel principio de siglo desear el sexo pleno, gozarlo? Muchas de estas preguntas atraviesan aquella reconstrucción del momento de la poeta en escena. El deseo deviene decepción, el amor, desilusión. No quiero, no!, dice la mujer; y el hombre dueño de un falso honor asesina.

En ese camino la dramaturgia es irregular. Mato se luce cuando se asume poeta y libera el texto y el cuerpo al lenguaje poético. Cuando se asume serpiente. Cuando la actriz se expone personalmente la polisemia queda limitada, y lo que debía develar el sentido presente (y político) de aquello que fue silenciado hace un siglo, termina limitando la formidable apertura a los sentidos de su propio trabajo.

En mis sueños de amor, ¡yo soy serpiente!
gliso y ondulo como una corriente;
dos píldoras de insomnio y de hipnotismo
son mis ojos; la punta del encanto
es mi lengua… ¡y atraigo con mi llanto!
soy un pomo de abismo.
Mi cuerpo es una cinta de delicia,
glisa y ondula como una caricia…
(Fragmento de «Serpentina»)

La actriz se compromete corporal y personalmente con el proyecto de un modo encomiable y discute en el presente con quienes aún sostienen que el asesinato de Delmira fue un crimen de amor. Aquellos que parecen aun hoy no comprender que cuando una mujer dice no, es no.

«Yo cual Delmira» levanta desde la voz de una enorme poeta del comienzos del siglo XX la voz no escuchada de las mujeres aún en el presente. Aquellas que dicen, no quiero, me voy, no te quiero. En ese puente de cien años, muchas cosas parecen no haber cambiado.

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