Historia del rock colombiano

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Reseña de ‘La causa nacional, historias del rock en Colombia’

Por Sandro Romero Rey

No sé desde cuándo conozco al periodista e investigador Jacobo Celnik pero sí puedo estar seguro de que, desde que se apareció en mi vida, no hemos dejado de hablar de música. Sabe como nadie de rock inglés y, sobre todo, es dueño de una terquedad y una constancia que todos le envidiamos. Hace algunos años, lo ayudé desde las márgenes a armar sus libros Rockestra (coescrito con Andrés Durán) y Satisfaction. Cuando los publicó, no se dio por vencido y se atrevió con un pequeño volumen sobre Bob Dylan, con prólogo de la escritora Carolina Sanín. Sin darse tregua, se dio cuenta de que libros sobre nuestros héroes musicales ya había muchos y que había llegado el momento de sumergirse en lo desconocido. Y se propuso armar un volumen sobre la increíble y (no tan) triste historia del rock colombiano. Por fin, una mañana tembleque me comentó que su libro se llamaría La causa nacional. Historias del rock en Colombia. Jacobo Celnik se lanzó a la piscina donde habitan las pirañas de la envidia y ha salido más que triunfante. Su libro es ambicioso, exhaustivo, apasionado, intenso, pedante, tímido, inconcluso, ambicioso, frustrante, feliz. A uno le pasa de todo. Yo lo devoré de cabo a rabo y, como pocas veces, lo he vuelto a empezar. Es una fiesta de nuestra memoria.

Publicado en El Tiempo

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Se suele afirmar en artículos de prensa, libros, crónicas y reseñas que el 17 y el 18 de septiembre de 1988 la historia del rock en Colombia se partió en dos. Pero más que cambiar el curso del rock en el país, valdría la pena aclarar que si algo cambió fue la evolución de la música pop en nuestro entorno. En esos dos días se llevó a cabo en Bogotá el famoso y muy recordado Concierto de Conciertos, una iniciativa privada de Fernando Pava, dueño, fundador y director de la emisora Super Stereo 88.9, y los empresarios Armín Torres y Felipe Santos, decisión que fue capitalizada por el apetito político de Andrés Pastrana Arango, expresidente de Colombia y alcalde de Bogotá de la época.

Pastrana vio una gran oportunidad para acercarse más a los jóvenes si apoyaba la realización del evento y de paso fortalecer su proyecto ‘Diciendo y Haciendo’. El camino para Pava y compañía no fue fácil, no solo por la curaduría y las dificultades que implicaba armar un cartel sólido para un país inmerso en una oleada de violencia por cuenta de los carteles de la droga; tuvieron que sortear una férrea oposición del periodismo deportivo de la época (Carlos Antonio Vélez, Iván Mejía, Esteban Jaramillo), que veía con muy malos ojos que el estadio se usara para tales fines. Incluso al otro día del evento un periodista deportivo tituló: ‘Se fumaron hasta la gramilla’.

El espíritu del rock en tu idioma en vivo significó todo un reto en términos de comunicación, pues el rock le ‘pertenecía’ a un segmento de la población que creía que el rock se cantaba solo en inglés, que rock era sinónimo de U2, Simple Minds, Tears for Fears, The Cure, Queen, Depeche Mode y tantos otros.

El reto era contarles y convencer a los jóvenes de que la apuesta era hispanoparlante y que ninguna estrella anglosajona sería parte del cartel de artistas. Fue una oportunidad para empoderar a los jóvenes, de darles voz y participación activa en un movimiento que tomaba fuerza en el país gracias a la difusión de la radio. Radio que en Medellín y Bogotá tomó fuerza a mediados de la década del 80 gracias a su programación enfocada en el ‘Top 40’, estadounidense y británico, todo esto reforzado con la llegada de MTV y los videoclips, que les permitieron a los seguidores del rock tener una idea clara de sus artistas, sus gustos, la moda y el comportamiento.

“Para mí sigue siendo un misterio ver cómo en Bogotá, Medellín, Cali, Barranquilla, Cartagena y Pereira, por mencionar algunas ciudades, estas emisoras de éxitos en inglés llegaron a ocupar el puesto número uno de audiencia, teniendo en cuenta que nuestro país es bastante pobre en cuanto al uso de ese idioma. Pero a finales de esa década, cuando ya la gente se había acostumbrado al pop y al rock, aparecieron émulos de esos artistas anglo interpretando canciones pegajosas en español, artistas que provenían de Argentina, México y España, principalmente. Así fueron llegando esos sonidos a la radio, tímidamente en un principio pero como una avalancha al poco tiempo”, comenta Óscar ‘Tito’ López, que para la época del Concierto de Conciertos trabajaba con Veracruz Estéreo en Medellín.

“Pensar que Madonna o Michael Jackson nos visitaran era una utopía. Pero llegó el Concierto de Conciertos y todo cambió. Con artistas de nuestro continente la situación era diferente, y de esta forma el público de nuestro país tuvo por fin la opción de verlos de cerca. Así se les abrieron las puertas a algunos artistas nacionales, que aprovecharon el momento para darse a conocer. Aunque al principio costó trabajo que sus canciones sonaran en la radio, vino la decantación natural de grupos y cantantes que tenían sonidos compatibles con lo que sonaba en la radio en ese momento, incluyendo aún una fuerte dosis de música en inglés”, señala López.

Ese memorable sábado 17 de septiembre de 1988, bandas como Pasaporte y Compañía Ilimitada, de Colombia, junto con Yordano y Franco de Vita, de Venezuela; Timbiriche, de México; Los Prisioneros, de Chile; Los Toreros Muertos, de España (tal vez lo más rockero del plato), Océano, de Panamá, el puertorriqueño José Feliciano y Miguel Mateos, de Argentina, ídolo encargado del cierre, deleitaron durante casi nueve horas a los más de 60.000 asistentes que se congregaron en el estadio El Campín. Periódicos como ‘La Prensa’ y ‘El Espectador’, y los noticieros de televisión dedicaron extensas notas para registrar el acontecimiento, pionero en la historia de los conciertos del país.

Manolo Bellon dio un completo informe para el noticiero ‘7 Días en el Mundo’ y de paso recalcó que hasta políticos acudieron a la cita. La nota fue matizada con un curioso testimonio del expresidente César Gaviria, ministro de Gobierno en ese momento, quien no vaciló en afirmar: “Yo creo que esta es la nueva música, la que disfrutan las gentes jóvenes de Colombia y todos los países del mundo”. El testimonio del político colombiano es un pequeño reflejo de lo cerrado que era cierto sector del país respecto de la música pop-rock. (…)

“Este evento se convirtió en un hito respecto a la realización de grandes eventos musicales, al llenar el estadio El Campín. Fue el despertar de ese letargo, de esa falta de eventos, en gran parte debida a que en ese momento era impensable traer a estrellas internacionales que no fueran hispanoamericanas. Se abrió la mente de oyentes y radiodifusores para presentar nuevos sonidos, más cercanos, que la gente entendía. Desde ese momento ya se podía escuchar a Bon Jovi junto a Ekhymosis, a Guns N’ Roses junto a Ricky Martin, a Nirvana junto a Carlos Vives”, recalca ‘Tito’ López.

Después del concierto, una chispa germinó para darle forma a un movimiento y de paso voz a una juventud con ganas de expresar sus motivaciones artísticas. Atrás quedaron años de intentos desarticulados por sostener un movimiento musical que desde los primeros esfuerzos de los años 60 no tuvo un norte definido. El mensaje fue de un rotundo sí se puede, el rock en nuestro idioma es posible y también estar frente a una audiencia que coree canciones y ovacione a sus músicos como si se tratara de grandes estrellas internacionales.

Hubo dos responsables para que se hablara del ‘boom’ del rock en español. El primero fue Compañía Ilimitada, la banda de ‘Piyo’ y Juancho, también la de Carlos Posada, Einar Escaf, Apén Carbó,Juan Luis Restrepo, Jorge Alberto Guerrero y otros músicos que por allí pasaron. La agrupación bogotana puso la primera piedra para que el rock en nuestro idioma tuviera sentido en un país rendido a los pies de los Bee Gees y todo el ‘American Top 40’, una nación tropical que vibraba al son del vallenato, el porro y la cumbia, y que no encontraba en el rock en español una seria posibilidad de manifestación artística.

El otro gran artífice fue Pasaporte. Pocas agrupaciones locales pueden decir que una de sus canciones es un clásico del rock en español, como sucede con ‘Igor y Penélope’. La banda de Elsa Riveros, Pablo Tedeschi, Roberto Uricoechea y Lila, los cuatro músicos que le dieron vida al disco debut de 1998 (grabado con Sonolux), siempre ocupará un lugar privilegiado en la historia de nuestro rock.

Publicado en El Tiempo

 

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