Independencia y resistencia

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En modo cómplice: los desafíos de la edición independiente

Por Demian Orosz

El Espacio Baron Biza programó dos actividades para poner en discusión las dificultades y estrategias de las editoriales independientes en un contexto difícil. Editores cordobeses y de otras provincias debatirán en la Feria del Libro y el Conocimiento. Opinan los responsables de los sellos.

Pensarse en maneras cómplices, armar y reforzar redes, hacer contacto y atacar la urgencia con creatividad y audacia son algunas de las acciones que imaginan y llevan adelante quienes trabajan en la edición independiente, un campo de la cultura que siempre está sujeto a desafíos pero que en los últimos años atraviesa una fase crítica.

“Estamos hablando de un sector que, cuando ganó Macri, sufrió una suba del 50 % en insumos de papel y tinta, de ahí para arriba podemos ver cómo este gobierno ha desfinanciado el sector y la cultura en general. El vacío no es solo económico, el vacío es estructural y sí, lo económico es lo tangible y se traduce en dificultades tangibles: presupuestos que duran menos, caída en las ventas, dificultad para la reimpresión y para la proyección”, señala Clara Inés, una de las responsables del sello porteño Elemento Disruptivo.

La editorial se define como una multiplataforma, que además de publicar ha producido ciclos audiovisuales como Poetas en el ascensor (puede verse en YouTube), seminarios y muestras interdisciplinarias.

Pese al panorama complejo, no todo es desventura: “Como hijxs del 2001 –matiza la editora y poeta–, hemos aprendido que lo único que nos saca de estas cosas es pensarnos en sentido comunitario. Cuando fundamos Elemento Disruptivo un poco lo hicimos pensando en el poema de Vicente Luy que dice: ‘¿Por qué los secuestradores prosperan? / ¿Por qué sonríen los diputados? / Tienen plan. / Vos nos tenés plan’. Entonces hicimos el plan de reunirnos, de hacer una editorial como una excusa para juntarnos y resistir y hoy vemos los frutos de eso, las caídas no nos encuentran solas y hacer redes es lo que nos permite sostenernos entre todxs”.

Clara Inés es una de las editoras que traerá el debate a la Feria del Libro y el Conocimiento, en una mesa que este domingo sumará voces bajo la idea de “Propuestas disruptivas”. Desde las 19, en el Patio Menor del Cabildo, se abordarán cuestiones vinculadas a la edición digital y nuevos lenguajes junto a Alejandro Méndez (Deshielo Ediciones), Julia Enriquez (Danke), Luciana Mora y Denise Pastrello (Hiedra editora).

El sábado 22 a las 20, la mesa de diálogo “Editar y resistir” se ocupará también de poner en foco el panorama de la edición independiente, con la presencia de los editores Sebastián Maturano (Borde Perdido), Julieta Canedo (Vilnius), Andrés Bracony (Tinta Limón) y Mario Lavaisse (Umas).

Bibliodisidencia

“Para nosotras una propuesta disruptiva es aquella que se puede pensar por fuera de los márgenes de lo impuesto y lo normado –señala Clara Inés–, y nosotras desde Elemento no solo nos pensamos sino que nos construimos (ya desde el vamos siendo mujeres emprendedoras con todas las dificultades y todo el debate interno que eso nos genera) desde esa periferia generando un catálogo independiente y bibliodisidente. En definitiva: ¿Qué digo con esto? Nuestro trabajo es autogestivo, autosustentable y contrahegemónico. Con todo lo que eso incomoda en este sistema patriarcal y capitalista”.

Alejandro Méndez comanda la editorial Deshielo, un sello de poesía digital nacido en 2016. Todos los libros son gratuitos, sostenidos por donaciones voluntarias, y se pueden descargar directamente de la página de la editorial: https://deshieloediciones.wordpress.com/.

Deshielo lleva adelante tres colecciones: “Primer libro”, dedicada a poetas que publican por primera vez; “Rescate”, que reedita libros agotados en papel de poetas reconocidos; y “Mediodía”, enfocada en producciones actuales de poetas contemporáneos.

“Deshielo acompaña la transformación y la celebra –señala Méndez–. Enlaza escrituras que se asoman por primera vez al campo editorial con otras, ampliamente difundidas y señaladas por la crítica, pero que habían quedado –momentáneamente–suspendidas en su visibilidad. En estos gestos reside la razón de ser de esta editorial que ha decidido potenciar estos dos extremos. Lo nuevo con su urgencia y ebullición, pero con escasas posibilidades para su primera edición; y lo consagrado, pero inaccesible para nuevas generaciones de lectores”.

Junto a Méndez, el comité editorial está conformado por Clara Muschietti y Laura Wittner.

Temporada de armas, de Lucía Hourest y La demora,  de Carlos Battilana, fueron los dos primeros títulos de la editorial. Además, en la colección “Mediodía” aparecieron El Sonido, de Bárbara Belloc, y Los Cuadernos de Mishima, de Marcelo Díaz.

“El concepto de disruptivo, en relación al trabajo de Deshielo, es haber decidido tomar un camino diferente al tradicional –describe el editor–, no sólo por apoyarse en un soporte como el digital, sino por apostar a la gratuidad de los libros y a utilizar el copyleft (a través de las licencias Creative Commons: libre uso y circulación de la obra, en contraposición al tradicional sistema de derechos de autor). Estas serían las tres ‘patas’ en las que se apoya nuestro proyecto editorial, cuyo objetivo último es ampliar el número de lectores de poesía”.

Méndez cree que Deshielo afronta dificultades similares a las de otros sellos, vinculadas a desarrollar un buen catálogo y sostener una línea editorial reconocible. Y afirma que tiene a favor “la amplia circulación de los textos y sus múltiples posibilidades de lectura (se puede leer en un teléfono, en la computadora, en la tablet). Además, no depende de los vaivenes económicos, que tienen las editoriales tradicionales en papel”.

Luciana Mora, de la cordobesa Hiedra editora, define al sello como un proyecto autogestivo que nace con la intención de impulsar literatura fresca y con tinte experimental en distintos soportes: “Estamos enfocadxs en obras desprejuiciadas y sin un formato estricto, y es por eso que nuestro catálogo incluye poesía, ilustración, rimas y experimentos de autores que no han sido publicados anteriormente en su mayoría y que no se enmarcan en un formato literario convencional”.

“Pensamos en lo disruptivo como el punto de partida a la hora de encontrarnos con el material que queremos publicar –describe la editora–; también en el modo de trabajo, ya que tenemos un contacto con el autor que va más allá de las formalidades en el proceso convencional de la edición. Invadimos espacios que no necesariamente están relacionados con los circuitos literarios con la intención de cruzarnos con otras manifestaciones artísticas que nos muestren otras facetas desde la palabra hablada, el ritmo y las artes visuales. Hacemos mucho hincapié en el arte de tapa, invitando a lxs autores a sugerir imágenes e inclusive a otrxs artistas que participen. También entendemos que las presentaciones son muy importantes, entonces celebramos la llegada del nuevo libro con una fiesta: siempre tenemos un DJ, proyecciones, performances y, si pinta, leemos. La idea es que sea una experiencia que exceda al libro y conecte al lectxr con la obra y lo que la rodea”.

Uno de los desafíos de Hiedra, señala Luciana, es “al jugar en campos tan abiertos la dificultad o riesgo que se nos presenta es que no tenemos un público creado para algunas obras que decidimos publicar”.

“En éstos tiempos hay muchxs que apuestan a lo seguro para no perder: ya sea lectores, ventas, audiencia –explica–. Nosotrxs nos guiamos por nuestro manifiesto que apuesta a la diversidad: desde el rap, novela poética, ilustración, poesía experimental sobre apps, y el precepto de que la literatura está en todos lados, eso ya nos habilita y a la vez nos limita en muchos espacios. Nos encontramos en ferias donde no vendimos nada porque el público no entendía la propuesta o en librerías donde vieron nuestro material y no interesó”.

“Aunque debemos reconocer que han cambiado los escenarios y hay mayor amplitud, sobre todo en espacios académicos y/o ferias donde lxs gestores han dado visto bueno a nuevos proyectos. Así y todo, nunca deja de ser un riesgo apostar a la literatura en Córdoba para todas las editoras independientes: el valor del papel, impresión, gastos de distribución y publicidad ya no pueden ser solventados con la venta de los libros, y ni hablar de honorarios para los editores. Todo lo dicho anteriormente es lo que también nos juega a favor: la posibilidad de editar algo que realmente nos interesa y que vamos a bancar siempre”.

Corazonadas e intuiciones

Danke es un sello independiente de la ciudad de Rosario, activo desde 2010. El proyecto tiene sus bases en una serie de fanzines de poesía contemporánea, en la que participaron más de 70 autores y artistas de diversas ciudades, edades y estilos. Hoy en día, el sello produce libros y plaquetas de autor que mantienen su fuerte apuesta a la poesía actual, sumando también narrativa y filosofía.

«Considero que Danke posee al menos dos aspectos que podrían denominarse ‘disruptivos’ –señala la editora, poeta y traductora Julia Enríquez–. En primer lugar, el sello no trabaja con colecciones prefijadas sino que hace crecer su catálogo paso a paso, por corazonadas e intuiciones, sin condicionamientos previos en la búsqueda. Cada libro posee su propia resolución estética y apuesta conceptual. Se trabaja codo a codo con los autores para que su labor se potencie en toda su singularidad. A su vez, el conjunto de títulos se ofrece como un recorrido de lectura amigable, a la manera de una ventana de acceso directo a la producción contemporánea en diversos géneros. En ese sentido se podría decir que cada título irrumpe en el catálogo y se va hermanando con los anteriores de forma transversal y no lineal. En segundo lugar, Danke es un sello disruptivo porque apareció en la escena urbana rosarina con el formato fanzine, una edición autogestionada, hecha con lo que se tiene a mano, y también pensada para circular de mano en mano, en lugares diversos como parques, ferias, recitales, o simplemente la calle. Cuando empecé a editar los fanzines (que hoy componen un volumen antológico central en el catálogo) también empecé a regalarlos, a llevarlos conmigo a todas partes para poder irrumpir al menos por un segundo en la vida de alguien y ofrecerles esas breves e intensas lecturas, algo que los conmoviera de un momento a otro. He corroborado que efectivamente esa emoción indecible se da en el intimo y universal encuentro entre un texto y un lector».

«En cuanto a las dificultades del proyecto, hoy por hoy se asemejan en mayor o menor escala a las que enfrentan tantos otros editores en estos tiempos de crisis –agrega Enriquez–. Cada vez es más caro producir libros y por lo tanto los catálogos se ven amenazados, así como también el equipo de trabajo. Por más que uno no pretenda que la editorial sea su único ni principal sustento de vida (la diferencia que otro colega definió como ‘vivir con la edición, y no de la edición’), es vital que todos los involucrados estén debidamente remunerados, que el público aún tenga libros accesibles, y que el editor pueda proyectar un catálogo a futuro, un calendario, por más mínimo que sea, que pueda planificarlo con convicción y entusiasmo en que va a hacerse. Debe poder mantenerse atento a los materiales que surjan, o incluso poder generarlos, y luego albergarlos en sus catálogos si así lo desean. Pero esta crisis trunca sueños y proyectos. Hoy en día las editoriales independientes están en riesgo y con ello una de las principales fuentes, sino la más, de producción de pensamiento contemporáneo, original y situado».

Independencia y resistencia

La editorial cordobesa Borde Perdido arrancó en 2013. “Nuestra apuesta fundamental es el cruce entre artes visuales y literatura –cuenta Sebastián Maturano–. Nos definimos como independientes y autogestivos subrayando esta última palabra, ya que nos reconocemos dentro de la tradición de la autogestión y porque de alguna manera la editorial es dependiente de nuestra fuerza de trabajo. Tenemos colecciones de poesía, narrativa, ensayo y dibujo”.

En relación al carácter de sello “independiente”, una categoría siempre en discusión, el editor señala: “En el caso de Borde Perdido lo puedo pensar relacionado a que la editorial es un proyecto artístico, cultural, no sólo comercial, aunque esta dimensión forme parte también, ya que necesitamos vender libros para ser sustentables. En esa perspectiva no atada sólo a lo comercial, el énfasis pasa por generar y promover estéticas que no son complacientes con lo que a veces se denomina como mainstream”.

«Las dificultades urgentes de este momento son los costos de imprenta, papel, etc., que han subido de manera impresionante en los últimos meses, lo cual dificulta mucho la producción. En particular el costo del papel, que está en manos de un oligopolio. También, obviamente, el costo de vida en general, la inflación nos afecta a todos los trabajadores», dice el editor. Y añade que la retracción del Estado suma preocupación y afecta al rubro: «Aunque antes tampoco era una panacea, lo cierto es que este presente es muy complejo y difícil, pero pensamos que no hay que entrar en pánico o ser comidos por la angustia, sino generar alianzas entre pares, seguir construyendo, soñando, resistiendo».

Desde Santiago del Estero se sumará Mario Lavaisse, editor de UMAS, un sello pequeño que lleva cuatro títulos publicados y uno más en prensa. Publica desde 2016 y cuenta con una colección de narrativa, otra de poesía y una tercera de académicos. El catálogo tiene a autores argentinos contemporáneos y emergentes: La muda, de Andrés Navarro; La lengua de los gorilas, de Hernán Tejerina (en prensa), Cuarteto Bolche, de Lucas Tejerina; Francisco René Santucho. Obras completas (coedición junto a Indes, Barco, Dimensión y Colectivo Alcarajo), y una novedad, la antología poética Otro libro de minitahs de las Topos bajo la lluvia (Paula Rivero, Natalia Sánchez, Pilar Carranza y Sofía Landsman Franzzini).

«Sería una linda historia para seguir la de los usos del concepto ‘independiente’ para referirse a la actividad editorial –propone Lavaisse–. La primera vez que yo la escuché fue en Arequipa en 2010 y en boca de Germán Gacio Baquiola para presentar a Nulú Bonsai. Pero Corregidor también se presentaba así en en la década de 1960. Habrá que ver si lo independiente era lo mismo en los ’60 que en estos tiempos, en que claramente se reanimaron esos usos conceptuales. Se trata de una categoría escurridiza, difícil de definir. A medida que se fue usando más y más para referirse a un modo de hacer y un circuito característicos, se fueron conformando una pluralidad de sentidos. Justamente su definición viene siendo objeto de varias discusiones. No me parece que la precariedad en el plano económico pueda ser lo característico. Porque por ejemplo se considera como independientes a Interzona, Eterna Cadencia, Funesiana, La Bestia Equilátera y Mansalva (o yéndose más atrás en el tiempo a De la Flor, Beatriz Viterbo y Adriana Hidalgo), sellos que seguro imprimen un par de miles de ejemplares y tienen acogida nacional, cosa que editores menos pudientes ni se animan a fantasear. Tal vez sí tenga más que ver eso de la libertad para imprimir no en el sentido de ‘lo que pide el mercado’ sino en función de otro criterio sin fin de lucro y más preocupado por el aspecto inmaterial del libro. Y esas búsquedas generalmente coinciden con la precariedad en el plano económico, je».

Lavaisse coincide con otros editores en señalar a las dificultades financieras como un problema de envergadura, y plantea un panoramaque preocupa: «Que no haya regulación hecha a medida hace que los grandes sellos lo tomen todo (y son todos extranjeros: españoles y alemanes y eso considerando solamente a los que más facturan). Sin regulación aumentan los costos en todas las líneas de la cadena productiva. El imprentero tiene los insumos por el techo, para el editor la inversión es desmesurada y al final del proceso no hay tantos compradores como se estimaba, puesto que el libro se va volviendo cada vez más un objeto de lujo. Es un combo terrible. Los números son muy desalentadores. Desde 2014 para acá se redujo la cantidad de libros publicados en una relación de tres a uno (en millones de ejemplares impresos por año)».

Sin embargo, en UMAS tienen un plan: «En el actual contexto de concentración y extranjerización del mercado editorial, tenemos el objetivo no poco pretencioso de sostener nuestro pequeño espacio, tal vez editando con menor frecuencia pero persistiendo en la tarea en largo plazo. Las oportunidades que se abren son muchas. En la época se respira cooperativismo y ganas de conectarse. Internet rompió todo. Somos conscientes de la importancia de crear circuitos alternativos y corredores editoriales regionales. El que no se vincula queda en una especie de endogamia provinciana (y recordemos que Buenos Aires también es una provincia)».

Fuerza colectiva

La mesa «Editar y resistir» tendrá también a Julieta Canedo, editora (junto a Sebastián Artero) del sello cordobés Vilnius.

«La editorial es un espacio para explorar nuestras inquietudes de lectura, traducción y edición y trabajar junto a personas que apreciamos», señala la editora. Y agrega: «Lo que probablemente defina a la edición independiente es el entusiasmo de quienes la practican, el puro gusto de hacer un trabajo para que exista algo que se siente valioso».

¿Dificultades y estrategias? «Las dificultades tienen que ver con poder juntar el dinero necesario para publicar los libros. No tenemos estrategia alguna, nos guiamos por nuestros deseos y posibilidades de cada momento», dice. Y cierra: «Como editorial, nunca tuvimos en cuenta al Estado, pero nos afecta en tanto habitantes de un país que se desmorona».

Tinta Limón, una editorial que se define como un proyecto colectivo, hace feria por estos días en el stand “Todo libro es político”, que agrupa las propuestas de varios sellos. La mesa “Editar y resistir” incluirá la intervención de Andrés Bracony.

«Tinta Limón es un proyecto colectivo –define–. Es decir, somos un grupo, que toma las decisiones más importantes, de dirección del proyecto, colectivamente. (Y cuando decimos colectivo no estamos usando un sinónimo de ‘equipo’, una palabra encubridora muy en uso para dar la impresión de ambiente participativo.) De este rasgo se desprende la complejidad y la riqueza de nuestro proyecto. Para definir nuestro catálogo, creo que podemos decir que esta definición por la construcción colectiva orienta la selección de los libros que publicamos. En la colección Nociones Comunes publicamos ensayos de filosofía política; en Pensar en movimiento, rastreamos y ponemos en constelación experiencias de construcción política que nos resultan relevantes; Ch’ixi es una colección de bolsillo más difícil de definir; también cultivamos la co-edición con editoriales amigas y hermanas».

Añade Bracony: «Las editoriales independientes como conjunto amplio, se definen por la negativa, por no ser los grupos económicos. En este sentido Eterna Cadencia y Siglo XXI son editoriales independientes, por mencionar dos de las más destacadas. Desde este punto de vista, la cuestión se organiza alrededor del dilema de si puede haber o no un mercado interno del libro. Otra definición de lo independiente es la que encarnó la FLIa (Feria del Libro Independiente y autogestionado), que implicó tomar el libro como objeto cultural, independiente de su valor-mercado, como elemento aglutinante de un vasto conjunto de prácticas, y que es impensable sin la cultura callejera autogestiva de la crisis. Aunque participaban editoriales, el pulso de la FLIa era la autoedición. Entre estas dos definiciones, y como un fenómeno que se cristaliza en la exitosa Feria de Editores, las editoriales independientes también pueden definirse ni como empresa que crea mercado interno ni como emergente político cultural de la crisis, sino como sello personal, como seña y distinción. Creo que hay que entender este fenómeno como una tendencia de época, donde cada quien crea su marca y cada quien conforma su empresa de sí, y más acotadamente con la promoción del discurso emprendedor que hizo el macrismo cuando desembarcó en el Estado. Dejar que este tipo de discurso predomine en el ámbito cultural es un riesgo muy grande, porque despolitiza (privatiza) y porque en condiciones de crisis puede provocar una gran frustración».

«Nosotros no reivindicamos especialmente el carácter independiente de nuestro trabajo –precisa–. Preferimos pensar desde la autonomía, o incluso desde la interdependencia con otros proyectos, redes de cooperación y espacios públicos. En este sentido, vale la pena recordar que muchas de estas editoriales nacieron en la universidad pública o son llevadas adelante por personas que se formaron ahí».

«La principal dificultad que enfrenta Tinta Limón hoy es mantenerse produciendo en las condiciones adversas que impone la política económica del gobierno nacional –describe–. Los saltos del dólar no solo destruyen trama productiva, sino que agitan la memoria de momentos terribles que vivimos en la Argentina. Que el Estado abandone su función reguladora, y deje la condición finita de nuestros cuerpos ante la infinita codicia de la maquina financiera y rentista es aterrador. Ante esto, la estrategia es mantener la calma y estar concentrados, no dar falsas señales de alarma, mantenerse en contacto con la gente cercana, construir espacios donde llegar después del trajín cotidiano, no ocupar espacios si no hay algo para decir (gran trampa!), ensayar nuevas alianzas, no dejar de leer y de escribir, no dejar de publicar».

Dos mesas de debate en la feria

El Espacio Baron Biza programó dos actividades sobre la edición independiente: este domingo desde las 19, en el Patio Menor del Cabildo, se desarrollará la mesa de diálogo “Propuestas disruptivas”, con la participación de Clara Inés (Elemento Disruptivo), Alejandro Méndez (Deshielo Ediciones), Julia Enriquez (Danke), Luciana Mora y Denise Pastrello (Hiedra editora). El sábado 22 a las 20, también en el Patio Menor, tendrá lugar “Editar y resistir”, con la presencia de Sebastián Maturano (Borde Perdido), Julieta Canedo (Vilnius), Andrés Bracony (Tinta Limón) y Mario Lavaisse (Umas).

La Voz

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