Adiós a un maestro

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Murió Augusto Fernandes, un amante del teatro y un destacado director

El reconocido actor, docente y director de teatro Augusto Fernandes falleció hoy a los 79 años. Oriundo de Portugal, dedicó su vida al estudio de la dramaturgia y llegó a establecerse en la Argentina como un referente de este arte. Aun se desconocen los motivos que provocaron su fallecimiento pero en redes sociales sus alumnos y admiradores lo recordaron como «el gran maestro» y como una persona «generosa como
pocos».

Comenzó su trayectoria como actor y luego se dedicó a la dirección y puesta en escena y a la docencia. En 1996 fundó en Buenos Aires su propia escuela para actores y directores, donde funcionan seminarios permanentes de entrenamientos para actores profesionales y talleres de dirección de actores para directores de cine y televisión. Además, también dictó clases y seminarios en el exterior.

Al mismo tiempo que dedicó muchas horas a la docencia, regresó a los textos clásicos a lo largo de su carrera. Ligado al estudio de la obra de Shakespeare el año pasado recibió un premio en el Festival Shakespeare de Buenos Aires; durante este año, dio un taller en Argentores que se llamó «Elementos ocultos en la obra de Shakespeare», ya que sostenía que las obras del dramaturgo inglés aún ocultan valores no revelados.

Se destacó por sus puestas en: «Ensueño» de Strindberg, Schillertheater, Alemania (1991); «Rigoletto» de G. Verdi, Opera de Berlín (1993); «Madera de Reyes» de Ibsen en Schauspielhau Theater, Hamburgo (1992) y en Argentina en el Teatro Municipal General San Martín – obra por la que obtuvo el Premio María Guerrero (1994); «El relámpago (Travesía)», versión libre de la obra «Camino a Damasco» de Ibsen, Teatro Nacional Cervantes (1996); «La gaviota» de Chejov en el Teatro Municipal General San Martín (1996), entre otras

«Cuando enseño, no enseño algo que yo sé, sino algo que amo, que admiro y no comprendo del todo», dijo una vez sobre su profesión, en una entrevista de Canal Encuentro. Sus colegas y alumnos, aquellos que tuvieron la posibilidad de trabajar con el, lo despiden como uno de los directores teatrales más prestigiosos de la Argentina

La Nación


Augusto Fernandes: “Si querés abordar a Otelo, te aconsejo que estudies astrología”

Por Diego Jemio. Fotos: Gentileza Diego Waldmann

La charla arranca en los tiempos del mítico grupo La Máscara a finales de los 50 y salta azarosa a sus alumnos de estos días. Por momentos recuerda su trabajo como actor en Los despachos de Napoleón, de Bernard Shaw. Y, claro, se detiene varias veces en William Shakespeare. Pero hay algo que se mantiene inalterable en la conversación con Augusto Fernandes: la astrología como un instrumento al que califica como “extraordinario” para el teatro.

Hace unos 40 años, el actor, director y docente descubrió los primeros estudios gracias a unas traducciones de Hamlet. “Así me enteré que Shakespeare era astrólogo”, cuenta, en una charla en el bar 36 Billares. Y la conversación se sigue abriendo a nuevos temas, tan apasionantes y complejos como el mundo de la astrología.

¿Cómo surgió tu interés por la astrología?

En la época del teatro La Máscara, todos teníamos una gran necesidad de estudiar y aprender. El teatro independiente tenía otra consigna: salir a los barrios y convertirse en algo popular para atraer a la gente. En vez de gastar dinero en escenografías o viajes, lo usábamos para estudiar. En ese momento, apareció Hedy Crilla y la figura de Stanislavski. Gracias a él comencé a investigar unas traducciones de Hamlet y me enteré que Shakespeare era astrólogo. No sólo eso: era un hombre más avanzado que el resto.

Para ponerlo en contexto histórico, ¿qué significaba en el siglo XVI ese oficio?

En ese momento, el gato no estaba y, por eso, los ratones estaban libres. Toda Inglaterra estaba agitada por las ciencias ocultas y en esos años Ben Jonson escribe El alquimista.

¿De qué manera es posible entender al Shakespeare astrólogo en sus obras?

Eso es más difícil porque él no hizo propaganda de la astrología, pero sí se valió de un diseño que tenía que ver con lo que pretendía del teatro. Él rescata el pensamiento griego, que tiene relación con la astrología. Hay gente que no sabe de astrología -o sabe muy poquito- y se dedica a hablar. Es algo muy profundo y recibía el título de hereje el que se metía con algo que la Iglesia no autorizaba. Si agarrás Otelo, podés notar que él hace su diseño en base a una central cuadratura entre Leo y Escorpio. El último es el que ataca por la espalda. Y Leo es el sol. Fijate que las personas leoninas dicen: “Yo soy franco”. Se enorgullecen de eso. Ahí aparece la venganza en la historia y la naturaleza escorpiana de esa venganza. Si vos querés abordar Otelo, te aconsejo que estudies astrología.

Como hombre de teatro, ¿cómo aplicás esos conocimiento en tu trabajo cotidiano?

Cuando intuyo o me doy cuenta de que un personaje tiene que ver con tal signo, la imaginación se libera de una manera impresionante. Porque, si no lo hacés, estás pensando todo el tiempo en cómo sería el personaje. Estás trabajando en la sombra; con la astrología eso no pasa. No todo es como lo hace Shakespeare, que se basa en matrices absolutas de una manera muy rica. Él no es solamente un astrólogo sino también un filósofo. Macbeth es otro ejemplo.

¿En qué aspectos?

Y… son las brujas. Siempre está el Escorpio y termina siendo lo de siempre: la eterna lucha entre la vida mundana y lo sagrado.

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Decís que la astrología te sirve en la configuración de ciertos personajes. ¿Fuiste creando un método en torno a eso?

No sé si un método. Sí me pasó que, como actor, me sentía muy libre y mi imaginación se liberaba; tenía una seguridad que no había experimentado antes. Me acuerdo que hice Los despachos de Napoleón, de Bernard Shaw. Yo era bastante pendejo y me leí todas las biografías de Napoleón, pero nada me conformaba. Siempre pensaba en cómo el personaje estaba afectado psicológicamente, qué cosa era sobresaliente de su personalidad. Eso te deja muy angustiado porque acertás o errás; con la astrología no sucede. Me hubiese gustado descubrir la astrología para hacer esa obra.

Bueno, supongo que la psicología es de gran ayuda también

Yo era un enamorado de la psicología. Me conozco la obra de Freud porque, en su momento, sentí que había que saber qué pasa en un ser humano. Luego entendí que no sirve para nada. Es más, la psicología le hizo mucho daño a los actores argentinos.

¿En qué sentido?

Porque se la quiso usar como herramienta. El psicoanálisis trata del trauma, de las enfermedades, de la neurosis… Yo me quedo con los novelistas. Dostoievski y Proust le sirven más a un actor que Freud.

¿Le habla a los alumnos de astrología? ¿Qué vínculos tienen con el tema las nuevas generaciones de actores?

Lo van teniendo cada vez más. Primero, se acercan de una forma pintoresca. Te preguntan de qué signo sos. Tienen ideas vagas. A veces me preguntan y yo hablo. Tardé mucho en hacerlo porque había mucha tontería alrededor de la astrología y sobre todo de la izquierda. Yo soy un hombre de izquierda, pero no de esa izquierda imbécil.

¿Por qué sólo les habla del tema cuando preguntan?

Porque el asunto es delicado. Yo soy el maestro y voy a tener una influencia sobre ellos. Yo no quiero ser astrólogo. Pero hablo de ciertas energías que percibo en la gente. Esas energías, a veces, son su propio problema, su impedimento. Fijate que en la astrología se habla de barreras y defensas. Aunque no hay signos puros, la gente de fuego termina compitiendo y se siente estimulada por la dificultad. Hay otros signos que no avanzan si no reflexionan. Cuando una persona de fuego y un alumno de Virgo se ponen a hacer un ejercicio, el primero quiere hacerlo ya. Y el otro seguramente lo pensará mucho.

¿A qué colegas introdujo en el mundo de la astrología?

Julio Chávez, por ejemplo. Yo soy el culpable -se ríe. Lo mandé cuando estábamos trabajando juntos. Hay muchos más, como Lisandro Fiks, que está haciendo Un enemigo del pueblo.

¿Qué tienen en común el lenguaje astrológico y el del teatro?

El misterio, lo que rodea el arte. Los dos son pensamientos que tienen belleza. Para mí, la astrología fue una revelación, como una flecha.

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