Archivo Di Film

2.133

Di Film: la historia de una familia argentina detrás del archivo audiovisual más grande de Latinoamérica

Creado por el periodista Roberto Di Chiara en 1949, hoy tiene una cantidad incontable de películas y material documental de todas las épocas. La llegada a Youtube y el negocio del copyright, con clientes en Estados Unidos, Europa y Japón

Por Emmanuel Gentile

No muchos lo saben, pero el archivo audiovisual más grande de Latinoamérica, uno de los más importantes del mundo, está en la Argentina. Nació hace casi 70 años. Primero fueron un centenar de películas en nitrato y 16mm acumuladas en un galpón de la localidad de Florencio Varela, al sur del conurbano bonaerense. Hoy, son tres las propiedades ubicadas en distintos municipios, cerradas al público, que albergan una cantidad inagotable de material de cine, radio, televisión, gráfica y documentos históricos.

El Archivo Di Film fue gestado en 1949, cuando un joven llamado Roberto Di Chiara, amante del cine desde muy temprana edad, comenzó a comprar, restaurar y catalogar material fílmico en su soporte natural. Nacido en Avellaneda en 1933 y fallecido en 2008, este periodista, docente y productor de TV dedicó toda su vida a la minuciosa y prácticamente silenciosa tarea de rescatar y salvaguardar la memoria audiovisual de la Argentina y también del mundo.

Di Chiara rastreó y atesoró películas fechadas desde 1897 en adelante. Descubrió, por ejemplo, que la primera producción cinematográfica sonora de nuestro país no era, como se creía, Tango, de 1933, sino Por una Argentina grande, civilizada y justa, sobre un mitin político de la alianza Demócrata Socialista en 1931. Pero no le gustaba que lo definieran como un «coleccionista», porque, decía, «la mayoría tiene una conducta egoísta, la de conseguir una película y simplemente guardarla».

Antes de su muerte, Roberto Di Chiara contabilizaba 25.000 films; 52.000 noticieros cinematográficos; 200.000 fotografías; 180.000 programas de la televisión argentina; 3.000 guiones de radio; 70.000 discos de pasta; 34.000 programas radiales; 10.000 cortos publicitarios; 10.000 partituras musicales;  un centenar de cartas y manuscritos; 5000 diarios y revistas; 2000 afiches cinematográficos; 100.000 sobres con recortes; 8000 caricaturas y 7.200 placas de vidrio del siglo XIX.

Hoy, buena parte del material audiovisual puede verse en el canal de Youtube del Archivo Di Film, archivo que a esta altura ya es una importante empresa familiar que comercializa sus contenidos a productoras y documentalistas, con clientes en nuestro país y el extranjero.

Diez años después de la muerte de Roberto, sus hijos Daniel y Mariano Di Chiara, y uno de sus nietos, Maximiliano (26), son quienes continúan, sostienen y ensanchan ese legado construido ladrillo a ladrillo a lo largo de 70 años. Ya ni siquiera ellos están seguros de lo que tienen. «Es imposible saber una cifra», reconoce Daniel Di Chiara en la redacción de Infobae.

Entrevista a Daniel Di Chiara, Mayo 2018

Entrevista a Daniel Di Chiara, Mayo 2018

– ¿El Archivo Di Chiara no puede hacer un inventario?

– Es que al día de hoy seguimos comprando cosas. Por eso no hay una cifra. Es algo que nunca se acaba. Hay un depósito entero de material no clasificado. Ahí es donde nosotros vamos diariamente, retiramos material y hacemos la labor de restauración y clasificación.

– ¿Cómo se clasifica?

– Está todo guardado con un código alfanumérico en una base de datos. Se separa por formato o soporte fílmico, no por año, lo cual hace que esté en una misma estantería todo VHS, todo U-matic, todo Betacam.

– ¿Hasta qué año llega?

Hasta el día de hoy. Mi viejo había cerrado en 2001, pero a los dos años nos dimos cuenta que había que seguir. Lo llamaban para pedirle materiales de 15 días atrás porque nadie las tenía. Ahí vio que había cosas que habían pasado ayer y ya se habían descartado. Empezó a grabar de la televisión los noticieros y cosas que creía que en el futuro podrían servir para algo. Nosotros seguimos grabando todos los días.

– ¿Qué archivos hay en el mundo más importantes que el de los Di Chiara?

– El de la biblioteca del Congreso de Estados Unidos es sin duda uno de los más grandes e importantes de todos. El del Vaticano también. En su momento el nuestro fue el cuarto más importante del mundo. Hoy, no lo sé. Como privado, quizás sea uno de los primeros. Lo que puedo decir es que Di Film es uno de los archivos más consultados, de la Argentina y también del exterior.

 

– Ya que no se pueden visitar, quisiera que me cuente cómo son los galpones donde se encuentra guardado el archivo.

– No son galpones. Son tres casas, para no llamar tanto la atención. Y están en distintos municipios, acondicionadas para mantener la temperatura ideal, con paredes revestidas, un sistema de vigilancia y monitoreo. Y cerrada al público. Los dividimos en tres lugares porque ante cualquier eventualidad, no se pierde todo. Ahora estamos pensando con mi hermano si compramos otra propiedad o empezamos a hacer una limpieza. Porque aunque no quieras, las cosas se deterioran y ya no nos alcanza el espacio.

– ¿Y una limpieza que implicaría?

Bueno, una limpieza sería dolorosa. Porque por más deteriorado que esté un material, uno no lo quiere tirar. Por ejemplo, películas del año 1910, que están en nitrato, además de ser inflamables, se arruinan con el tiempo. Las podés digitalizar, que es lo que estamos haciendo hace 20 años, pero no es lo mismo tener un original que tener una copia.

– Se dice que la semilla de todo esto fue un proyector y unas pocas películas que su abuelo le regaló a su padre. ¿Qué sabe de esa historia?

– Él tenía seis años. Se lo regaló como un juguete, pero no era un juguete. Ahí empieza su pasión por el cine. Siempre hablaba de la película Cinema Paradiso, porque se veía reflejado. Todos los días cuando venía a Capital Federal pasaba por las calles de los cines y encontraba películas, fotos, diarios, todo tirado en la calle. A nadie le importaba. Y él decía, «no va a quedar nada de todo esto». Y ahí surgió.  

– ¿Cómo opera comercialmente el Archivo Di Film?

– Todos nuestros clientes cuando están buscando algo nos envían un mail con el pedido. En base a eso, se busca el material y se le envía al cliente el resultado de la búsqueda. Si algo de ahí le interesa, debe pagar por un demo que se le envía. De ahí puede decidir qué imagen comprar para insertarla en un documental, una película de ficción o una publicidad.  Luego hay toda una comercialización del material y una licencia de copyright para que pueda exhibirlo. El cliente debe firmar un documento, y paga por el minuto de imagen.

– ¿Cómo incidió la llegada de internet en los negocios del archivo?

– Con Youtube nuestro trabajo explotó. Y fue un camino bueno para ambas partes. Para el que busca, porque puede mirar algo gratis que no lo va a encontrar en ningún lado. Para el archivo, porque le abrió una veta comercial. Hoy el canal es una vidriera que nos permite llegar a todo el mundo. Todos los días recibimos entre 50 y 60 mails por día, muchos provenientes de Estados Unidos y Europa, donde tengo mayoría de clientes. Pero también recibimos pedidos de Japón, o de directores reconocidos. Hace 20 días Emir Kusturica nos pidió material para un documental que está preparando sobre las dictaduras en Latinoamérica.

– Mucha gente cuestiona el hecho de que las imágenes que suben a Youtube tengan tres marcas de agua. ¿A qué se debe?

– Tener lo que tenemos nos llevó plata y tiempo, más de 50 años. Dinero que siempre pusimos nosotros, en los buenos y en los malos momentos, para conservarlo. Es decir, detrás de nosotros no hay nada. Y eso tiene un costo.

– ¿Cambió la forma de adquirir material con la llegada de internet? ¿Cómo era antes y cómo es ahora?

– Es más o menos igual. A mi viejo siempre le llegaba el dato: ‘Hay tal persona, en tal lugar, que tiene esto. ¿A vos te interesa?’. Mi papá preguntaba, iba a verlo y si le interesaba negociaba el precio y se llevaba el lote. Hoy sigue pasando exactamente lo mismo. Por otro lado también está internet, Mercado Libre. Nos llegan mails con cientos de publicaciones, pero después hay que ver cómo está conservado el material. Es como ir a ver un auto.

– ¿Hubo alguna búsqueda de material que les resultara esquiva?

– Mi papá siempre consiguió lo que buscó. Una vez que tenía el dato lo rastreaba, preguntaba y si tenía que viajar fuera del país, viajaba. Por ejemplo, la película El Mito que había hecho la Revolución Libertadora para desacreditar la figura de Perón y Evita, la encontró en Uruguay. (en realidad, faltaban dos rollos, que finalmente Roberto Di Chiara halló en una sala de cine de la ciudad de Junín).

– Se dice que hay en el archivo material pornográfico bastante antiguo. ¿Qué hay de cierto?

– (Ríe) Hay poco. Debe haber 10 o 15 cortometrajes en blanco y negro que van desde los 6 a los 10 minutos. Son imágenes pornográficas de Argentina, de la década del 40 o del 50. Los encontré de casualidad. Hace dos o tres años un productor quería hacer un trabajo documental sobre el porno. Se lo ofrecimos a un precio simbólico porque no tiene mucho valor para nosotros. El problema es que está en material fílmico y lo tenés que transferir en un laboratorio. Eso es muy costoso.

 

– ¿Qué cosas recuerda de su padre y su trabajo en el archivo?

– Recuerdo una vez viajamos con mi papá por una película, llegamos hasta el lugar del dato y tuvimos que negociar porque la persona no quería vender. Cuando volvíamos, paramos en Avellaneda a comprar una pizza y seguimos hasta Florencio Varela. Ya en casa, calentamos la pizza y miramos lo que habíamos comprado en una oficina que tenía él,  con un sillón y un proyector para ver sus películas. Parecíamos dos chicos de ocho años, disfrutando de lo que había conseguido. Era una pavada, una película documental del año 1930. Pero era gratificante ver el objetivo cumplido.

– ¿Gastó mucho dinero su papá?

A veces yo le decía que el dinero que habíamos invertido no se justificaba. Y él me decía que la plata es importante, porque sin ella no podés hacer nada. Pero también es importante tener un documento histórico que, algún día, va a servir para algo. Para demostrar un hecho, o para duplicar su valor económico con el paso del tiempo. Y tenía razón. Lo que mi papá pagó mil dólares en su momento, que era muchísimo dinero, quizás yo vendo hoy un minuto en 4 mil. No son esos los valores, lo digo a modo de ejemplo.

– ¿Cree que esto podrán continuarlo los tataranietos de aquel abuelo Di Chiara que le regaló el proyector a su papá?

– La idea es que Maxi y luego sus hijos traten de cuidar este legado. Uno pone la esperanza en la familia, pero en un futuro no sé lo que pueda pasar. Puede venir un tipo, como me pasó a mi, que te dice: «les compro todo». Yo lo hablé con mi hermano y le dije no, no se vende. Pero el resguardo del material que juntó mi papá es lo que más me preocupa, no tanto que lleve el apellido Di Chiara.

– ¿Por qué teme que se pierda todo?

– Acá te encontrás con que en muchos lugares donde se guarda material histórico no le dan el cuidado que se merece. A la política nunca le interesó la historia, resguardar lo que es el pasado, como se hace en otros países. Porque hoy en día se siguen perdiendo cosas. Por eso cuando veo todo el esfuerzo que hizo mi papá, el dinero que invirtió y esta idea que tuvo de crear el archivo pensando que no iba a quedar nada en el futuro, pienso que no le pifió.

Infobae

También podría gustarte