Teatro de los Andes: «Podemos hablar de temas particulares de Bolivia y hacerlos trascender en otros ambientes»

Nodal Cultura dialogó con los miembros del mítico grupo de teatro boliviano

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Por Daniel Cholakian – Nodal Cultura

El Teatro de Los Andes fue fundado en Bolivia en 1991. Instalados en Yotala, cerca  de la ciudad de Sucre, en una pequeña hacienda dónde prepara y presenta sus espectáculos, el grupo es una referencia insoslayable para el teatro latinoamericano.

Su trabajo está caracterizado por la creación colectiva, por la búsqueda estética y por la construcción de una poética atravesada por lo personal y lo histórico. Lo político en estado poético. En sus espectáculos busca reflexionar sobre el espacio escénico, sobre el arte del actor y la necesidad de contar historias, de recordar, de retomar la propia esencia, construyendo un puente entre la técnica teatral y las fuentes culturales andinas. Todo esto sin descuidar algo esencial: los públicos. Por un lado valoran esa relación profunda entre el actor, la obra y el público, buscando llevar el teatro dónde están las personas. Pero además porque tienen la profunda convicción de que el creador debe vivir de su trabajo, lo cual implica construir espectáculos que establezcan una relación abierta, creativa e inclusiva. Por eso cada vez que se presentan en su país llenan las salas.

«Mar» por Teatro de los Andes

En los más de 20 años de su existencia, el Teatro de Los Andes ha producido obras de teatro que ha llevado a todos los rincones de Bolivia y a varios países de los cinco continentes. Otro eje fundamental de su actividad es la pedagógica. Dictan talleres y residencias sobre la formación del actor y la puesta en escena, que convocan a actores y directores de toda América Latina y el Caribe. Ese proceso de enseñanza, afirman, es a la vez un momento de investigación y aprendizaje para todos los miembros del grupo y sus colaboradores.

Después de 20 años trabajando con César Brie como director, desde su alejamiento en 2010, el grupo ingresa en una nueva fase y pone en escena su primera obra con un director invitado, Diego Aramburo: Hamlet de Los Andes. En este espectáculo existe una nueva búsqueda estética del grupo. En el 2014 estrena la obra Mar dirigida por Arístides Vargas. La última de las obras estrenadas por Teatro de los Andes es Un buen morir (2018), con texto del poeta Alex Aillón Valverde y dirección del chileno Elías Cohen.

Mar es una obra de Arístides Vargas, argentino ecuatoriano, Un buen morir está dirigida por Elías Cohen, chileno, Gonzalo es boliviano y yo soy brasilera y boliviana, así que en el Teatro de los Andes somos la gran nación latinoamericana”, afirmó en conversación con Nodal Cultura Alice Padilha, actriz y responsable pedagógica del grupo.

Luego del fallecimiento de Giampaollo Nalli y el viaje de Luchas Achirico, que fue a vivir a Polonia, el Teatro de los Andes está integrado Padilha y Gonzalo Callejas, que además de actor y responsable artístico, ha sido siempre el gran escenógrafo de los espectáculos, que han tenido en su desarrollo escénico una de las claves de la identidad estética.

Un buen morir no es la primera obra sobre un tema íntimo que hacemos. Pero las obras más conocidas del Teatro de los Andes fueron con temas más elocuentes. En este momento nos hemos quedado nosotros dos (Alice y Gonzalo) como parte del grupo. Tenemos muchos colaboradores, pero el grupo en sí somos nosotros dos. Y somos pareja hace 21 años. Entonces teníamos necesidad de hablar de ciertas cosas que veníamos investigando hacía tiempo. Teníamos necesidad de hacer una obra entre los dos y así surgió hablar de estos temas, entre los que de la pareja están la muerte y la enfermedad, ya que hace poco perdimos a Giampaolo Nalli, nuestro organizador, productor y fundador del Teatro de los Andes. Ese fue un momento bien difícil para el grupo. Eso también estaba dentro de nosotros y necesitábamos contarlo”, explicó Padilha respecto de cómo surgió su último espectáculo.

Además de estos temas, Un buen morir habla del teatro, de sus interpretaciones y del lugar del actor. Una escena final que repite la estructura del final de Romeo y Julieta, que se representa en diversos modos, en distintas circunstancias. Allí la relación con los clásicos, el retorno de los temas del amor, la actuación como práctica cotidiana y el sentido dramático de los objetos y el espacio en escena circulan en apenas unos minutos de espectáculo.

Mar, por su parte, trae el tema de la usurpación de la salida al mar que Bolivia sufrió por parte de Chile en el siglo XIX. A partir de la idea mítica del mar perdido, recupera la añoranza de lo que se recuerda sin siquiera haber conocido –por el relato materno en este caso-, las pérdidas colectivas y personales, y la historia de una dominación por parte de minorías que llevan hasta el más cómico de los absurdos. La poesía escénica, de una belleza poco común, demuestra como el arte puede pensar la historia de un modo crítico e inteligente, sin acudir a la repetición en escena de un texto meramente testimonial.

Nodal Cultura dialogó con ambos miembros de Teatro de los Andes, Padilha y Callejas a propósito de sus últimas dos obras que siguen presentando en distintos espacios y festivales. Un buen morir fue presentada en Santiago de Chile –Santiago Off– y la misma obra junto a Mar estuvieron presentes en Buenos Aires –FITLA

¿Dónde inscribirían las dos obras que traen a Buenos Aires, Un buen morir y Mar, en la historia del Teatro de los Andes?

Alice Padilha: Estas dos obras, dentro del trabajo del Teatro de los Andes, vienen en un momento de bastante madurez. En ambas además trabajamos con un director invitado. Esto lo hacemos como parte de nuestro sistema de creación colectiva. Tenemos un proyecto como grupo e invitamos a un director que pensamos que puede atender la demanda de ese proyecto. No es al revés, no es un director que nos invita como elenco, cosa que ocurre en otros casos. No es un director que tiene una idea y nos convoca como actores.
Mar en particular tiene un tema más amplio y general, pero al mismo tiempo también íntimo, porque es una obra que permite diferentes lecturas. Es un tema muy boliviano, pero al mismo tiempo la profundidad del texto con sus diferentes capas y siempre agrada al público aunque no tenga la referencia histórica que pueden tener en Bolivia.
Es un momento de mucha conciencia de nuestro trabajo, un momento en el cual trabajamos con la totalidad, para decirlo de alguna manera, de la lectura semiológica de un espectáculo. Ya dominamos eso. Cuando pensamos algo, aunque somos los actores, también tenemos la visión de todo lo que queremos decir y contar con todos los elementos de la puesta en escena.
Nosotros hacemos un teatro completo. Para nosotros cada objeto, cada elemento que aparece en escena dice algo. Tiene un significado preciso. Es algo que no está ahí como decorado y no es mera utilería. Ese sentido da también como nosotros lo manipulamos y como interactuamos con esos elementos. Con todo lo que participa de la escena, no solo los objetos. Lo mismo ocurre con la luz y la música.

Alice habló del vínculo de la relación de las obras con la historia boliviana, pero siempre proponiendo giros universales. ¿Cómo llegan a construir estas dos obras?

Gonzalo Callejas: Las elecciones de nuestros trabajos parten de una necesidad. Casi todas las obras del Teatro de los Andes, y Mar y Un buen morir no son la excepción, tienen que ver con la necesidad de hablar de un tema que está muy latente en nosotros, y que sentimos que a través nuestro también repercute en el lugar donde vivimos, el país que habitamos. Particularmente con Mar, se dio en un momento que era necesario de hablar de ese tema. No de lo histórico o lo textual que normalmente se conoce, sino yendo más a las entrañas, al sentimiento de pérdida: ¿qué es realmente lo que uno pierde?
Así que hacemos todas las conexiones alrededor de este tema y eso hace que sea muy universal. Como dice Alice, esa obra en particular tiene muchas capas de lectura. Algunas muy políticas, de muchos sentimientos que los bolivianos pueden interpretar muy propia, pero que al mismo tiempo son muy universales. Creo que una de las cualidades del Teatro de los Andes es que podemos hablar de temas particulares de Bolivia y hacerlos trascender en otros ambientes, que obviamente tienen otras lecturas, pero igualmente fuertes, potenciadas por nuestro trabajo poético y visual en la escena.

Para un grupo con mucha historia y de creación colectiva ¿cómo es incorporar textos de otros, sumar directores invitados y que el resultado siga siendo una creación colectiva?

GC: Creemos mucho en eso, creemos mucho en las diferencias. Eso hace también a que nuestras obras sean universales. El caso es que en nuestro grupo siempre ha habido gente de muchos países, por lo tanto siempre hay tenido muchas miradas sobre un tema en particular. Eso ha hecho que ese tema tenga más amplitud al momento de comenzar a trabajar. No es la excepción estas obras donde tenemos directores invitados, que en algunos casos son de otros países, que tienen un trabajo diferente pero que de alguna manera nos anclamos en algún punto en común. Esas diferencias justamente hacen que salga algo nuevo, algo más fresco y a nosotros como actores, como artistas, nos compromete en el sentido que nos dan otras cosas que no habíamos trabajado antes y nos hace crecer mucho.

Teatro de los Andes es una referencia para el teatro latinoamericano y también para muchos artistas de la región que buscan cada año formarse en los talleres y la residencia que realizan en su casa de Yotala ¿qué significa esto para ustedes?

GC: Es cierto que somos una referencia por nuestra historia en el teatro de América Latina, muchos jóvenes se acercan a nuestras residencias y tenemos una buena relación con los públicos. Estamos madurando a nivel pedagógico. Pero también es importante para nosotros reconocer que Bolivia es muy rica en tradiciones y en ellas nosotros permanentemente investigamos, lo que permite renovarnos. Compartir nuestra experiencia y nuestras investigaciones con esa gente joven nos permite continuar profundizando el camino.
Es una realidad que Bolivia lamentablemente no tiene un desarrollo teatral importante. Somos uno de los pocos grupos que viven de su trabajo en el teatro. Por eso creemos que nuestro trabajo pedagógico en el país implica mucha responsabilidad. Tenemos que seguir formando gente.

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