Sinfónica democrática

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“Queremos acercar a la gente a la música sinfónica en sus espacios cotidianos”

Hablamos con Ana Cristina Abad, directora ejecutiva de la Orquesta Filarmónica de Medellín (Filarmed), sobre la democratización de la música sinfónica y lo que esperan lograr multiplicando los lugares donde se puede escuchar, hablar y aprender sobre ella en la ciudad.

Por María Isabel Naranjo

En Medellín la música sinfónica, asociada generalmente a un gusto elitista, ha estado muy cerca de la clase media como una experiencia estética que transforma las vidas de jóvenes en los barrios. Hablamos con Ana Cristina Abad, directora ejecutiva de la Orquesta Filarmónica de Medellín (Filarmed), sobre la alianza que acaban de hacer con la caja de compensación familiar Comfama y lo que esperan lograr multiplicando los lugares donde se puede escuchar, hablar y aprender sobre música sinfónica en la ciudad.

¿Qué representa la música sinfónica para Medellín?

La ciudad tiene una tradición orquestal a lo largo del siglo XX, un ecosistema musical que permite que haya músicos talentosos en todas las edades y condiciones sociales. En 1983 se creó la Orquesta Filarmónica de Medellín. Desde entonces han aparecido la Red de Escuelas de Música, un proyecto social de gran impacto de la alcaldía, la Orquesta Sinfónica Juvenil de Antioquia y la orquesta Sinfónica de Eafit, sumándose a escuelas y facultades de música de relevancia en la ciudad. Hoy la ciudad cuenta con un sistema que permite que varios proyectos musicales alimenten la programación artística. Por ejemplo, que Yo-Yo Ma haya venido a la ciudad se da por el reconocimiento de la capacidad de resiliencia que tiene Medellín a través de la música y la vitalidad de este ecosistema, dos realidades que están más emparentadas de lo que parecen a simple vista.

Aunque las Filarmónicas surgieron en la alta sociedad de países como Austria (1701) o Francia (1813), ¿qué ha representado la Filarmónica en Medellín?

En 1983 Medellín se enfrentaba a una de sus peores épocas por la violencia y el trastocamiento de los principios de su sociedad. En ese momento, el maestro Alberto Correa convocó a un grupo de amantes de la música y juntos emprendieron un proyecto que era una especie de oasis en ese momento. Hoy, 36 años después, la orquesta sigue ofreciendo a la sociedad oportunidades de ampliar sus horizontes, de ejercer sus derechos culturales y de entrar en contacto con manifestaciones de la tradición artística universal. Hoy Filarmed mantiene su búsqueda de la calidad artística, pero va más allá y utiliza la música para transformar la sociedad, que es su propósito superior.

¿Cómo llega Comfama a fortalecer el trabajo que ya realiza Filarmed en la ciudad?

La música sinfónica no es cotidiana para la gran mayoría de la población en Colombia. Ni siquiera es que a la gente no le guste: es que sencillamente no la conoce, le es completamente ajena y extraña. Uno de los grandes retos que tenemos las orquestas sinfónicas en Colombia es dar a conocer este tipo de música, y todos los estilos y manifestaciones asociados a ella, de manera que el ciudadano pueda decidir si le gusta o no, pero por lo menos que tenga derecho a conocerla. En ese orden de ideas, aliarnos con la caja de compensación más importante de Antioquia y la más antigua del país, cobra todo el sentido por cuanto ampliamos nuestro público gracias no solo a la gran cantidad de afiliados a lo largo y ancho del territorio, sino por la apuesta decidida que Comfama tiene por la cultura como herramienta para embellecer el día a día de la clase media trabajadora.

¿Cómo aporta esto a la discusión sobre por qué es importante la “democratización” de la música sinfónica en la ciudad?

La música tiene un poder transformador que en Medellín se evidencia en que muchas personas hoy puedan tener un proyecto de vida en torno a ella. Pero además, la música sinfónica va más allá del entretenimiento, es una experiencia que enriquece el espíritu y permite abrir horizontes, tanto al escucharla como al aprender sobre ella. El repertorio universal está enfocado en sentimientos, momentos, hechos históricos; las músicas populares que escuchamos en la actualidad tienen referencias y bases de origen en este género. Además, la música nos da acceso a una sensibilidad especial en soledad y con los demás.

“Democratizar”… ¿Podríamos traducir esto a ejemplos concretos?

La música sinfónica tiene un rango de estilos y manifestaciones enorme: es quizás una de las conformaciones más versátiles que existen, pues se puede interpretar desde un concierto de pop con Monsieur Periné, como hicimos a principios de este año, de hip hop con Crew Peligrosos, pasando por música colombiana, música para cine, el ciclo de sinfonías de Beethoven, las más representativas sinfonías de Mahler, apartes de zarzuela, tango, música latinoamericana, boleros, jazz, etc. Creo que no hay un solo estilo musical que no pueda ser llevado a cabo en formato sinfónico. Esto es lo que esperamos con esta alianza, teniendo siempre presente y de manera clara el repertorio universal que es patrimonio de la humanidad. Hemos estado en todas las comunas de Medellín y en territorios como Cañasgordas, Puerto Berrío, La Ceja, Santuario, Marinilla, Rionegro, Apartadó, Girardota, Copacabana, Envigado, con diferentes formatos que van desde conciertos didácticos, conciertos en iglesias, música de cámara, tertulias e incluso talleres empresariales.

El manifiesto que ambas instituciones suscribieron siento que gira entorno a que más personas tengan acceso a la cultura y desarrollen una sensibilidad estética. ¿Cómo se va a lograr esto?

Pocas veces pensamos en ello, pero la vida de todos y cada uno de nosotros está llena de música sinfónica: en el cine, los comerciales, los dibujos animados, las series, las películas; simplemente no somos conscientes de eso. Nos han vendido la idea de que la música sinfónica es aburrida, elitista y para unos pocos, cuando la realidad es que es para todos y que está tan cercana como la sede de Comfama de nuestro municipio, el colegio de nuestros hijos, o la empresa en la que trabajamos. Eso es lo que estamos logrando: en todos los lugares comunes de los antioqueños, estamos presentes con música sinfónica: en los colegios con Pueblo Orquesta y la Jornada Escolar complementaria, en las sedes de Comfama con conciertos y tertulias, al igual que en las iglesias y los centros culturales, y en las empresas con conciertos de cámara y talleres empresariales. Esto permitirá elevar las conversaciones de la gente en sus entornos, a la hora de la comida, en la reunión familiar de los domingos o simplemente en la hora del algo en la oficina.

Ustedes contemplan la educación musical como un derecho ciudadano al que todos podemos tener acceso. ¿Qué significa esto?

De esto hay infinidad de ejemplos: en Holanda la educación musical es obligatoria hasta décimo grado y parte de esa formación se complementa con una visita mensual a los procesos artísticos de la ciudad. Los niños y jóvenes asisten a conciertos, visitas a museos, galerías como parte permanente de su formación. De esta forma no solo garantizan el derecho a la educación musical, sino que dignifican a los artistas al volverlos un punto de referencia, algo así como lo que hacemos en Colombia con los futbolistas o recientemente los ciclistas. Los músicos sinfónicos son héroes y modelos a seguir. En Finlandia la música ocupa un lugar importante dentro de su cultura. De hecho piensan que ningún niño es demasiado joven para empezar a establecer una relación con la música. Todos los colegios tienen una formación musical obligatoria en primaria donde reciben entre 2 y 4 horas semanales. Esto se complementa con un sistema de cerca de 89 escuelas especializadas en música que actúan gracias a la ley para la educación en artes básicas. En este modelo los niños, jóvenes y adultos aprenden teoría musical, instrumento, apreciación musical e historia de la música. Hay otros ejemplos exitosos: Venezuela con el Sistema Nacional de Orquestas, Bogotá con el Proyecto Educativo de la Orquesta Filarmónica de Bogotá.

Dicen que buscan acercar a las personas a esta estética musical en parques, iglesias, teatros, centros educativos y culturales de manera natural. Esto ya lo viene haciendo Filarmed, ¿cómo se va a ampliar ese impacto?

Queremos acercar a la gente a la música sinfónica en sus espacios cotidianos. Más allá de pensar que todos van a tomar la decisión de ir al teatro o ponerles buses para que vayan al teatro, es tomarnos sus espacios cotidianos y cercanos a la comunidad. Ya veníamos haciéndolo con programas como Filarmed en el centro y Filarmed en las comunas al igual que nuestros conciertos al aire libre gracias a los apoyos de aliados como la Alcaldía de Medellín, el Ministerio de Cultura, Sura y Bancolombia, pero con la alianza se potencia, al contar con todas las sedes, parques y empresas relacionadas con la Caja.

También dicen que harán esfuerzos para que ocurra la “apropiación social” de este tipo de música con algunas actividades. ¿Cómo va a suceder esto?

Tenemos conciertos didácticos donde además de enseñar las diferentes familias de la Orquesta, los registros de cada instrumento y los estilos más representativos, introducimos conceptos musicales básicos como tono, timbre, registro, altura, tempo, ritmo. Estos conciertos inicialmente están dirigidos a niños y jóvenes de las instituciones educativas donde además tienen la oportunidad de aprender patrones rítmicos básicos que les permiten hacer parte de la orquesta por unos cuantos minutos. Sin embargo, también hacemos estos conciertos para profesores y familias en general. Adicionalmente queremos tomar temas de conversación que son «naturales» en una comunidad específica y utilizarlos como excusa para aprender de música sinfónica y viceversa. Por ejemplo, en el municipio de Caldas hay un movimiento de poesía bastante arraigado, y lo que hacemos con nuestros conciertos allí es hacer una tertulia de música y poesía donde hablamos de aspectos y autores importantes en la poesía y su relación con la música, esto mismo hacemos con temas como literatura, ciencia o gastronomía.

Desde el emprendimiento dicen que van a acompañar a los actores que trabajan en la cadena de creación y producción de la música sinfónica. ¿Estamos hablando de “economía naranja”?

En Colombia hay 32 facultades de música, las cuales gradúan semestralmente al menos cinco músicos (esto sin contar las carreras técnicas en música). A todos esos músicos los forman para ser o solistas o músicos de orquesta, en un país que tiene solo cuatro orquestas profesionales con un total de 280 plazas y con un nivel de rotación mínimo. Según cifras del observatorio laboral, en 2014 había 3.593 egresados de los programas de música del país, así que estimamos que para 2019 sean alrededor de 4.000 egresados. Esto implica que 3.720 músicos sinfónicos están sin oportunidades laborales. Es ahí donde la línea de emprendimiento cobra relevancia. La idea es que Filarmed y Comfama hagan las veces de incubadora, de manera que los músicos sinfónicos puedan tener las competencias para tener su propio proyecto productivo (música de cámara, agencias de artistas, editoriales, sellos de grabación, música popular) y no tengan que depender de las plazas que muy eventualmente se abren en las orquestas del país.

¿Cuál es el repertorio de Filarmed para los conciertos en el espacio público?

Sin importar si es en espacio público o en teatro tratamos de exponer a los ciudadanos a todos los rangos posibles de la música sinfónica. En la búsqueda de transformar el territorio con música, Filarmed se acerca a las comunidades con una gran versatilidad. Hacemos arreglos de cientos de obras de géneros populares que, en formato sinfónico, se enriquecen, y que pueden hacer un concierto maravilloso al lado del repertorio universal. Un claro ejemplo de esto es el concierto  del lanzamiento al público en Comfama Aranjuez, que pasó por zarzuelas, bandas sonoras, rock, tango y música colombiana.

¿Alguna experiencia personal que la haya marcado en esta alianza?

Experiencias personales, uff, ¡son tantas! Pero te diría que en un concierto vale la pena ver las reacciones de las personas que llegan por primera vez. Al escuchar una obra de un compositor universal identifican un momento  de su vida, o una película, una canción, y una vez hacen esa conexión la experiencia cambia y el disfrute es mucho mayor. Una vez un niño aparece en Comfama de Aranjuez con su papá y se acerca y dice que le encantaría ir a los conciertos del Teatro Metropolitano. Recibirlo en el teatro y ver que trajo a toda su familia y al final, verlo feliz detallando con una sonrisa qué le gustó de cada momento del concierto donde se interpretó la Sinfonía 39 de Mozart, el concierto para violín en re menor de Beethoven y la Fuga con Pajarillo del maestro venezolano Aldemaro Romero, es realmente el placer de los placeres.

Revista Arcadia

 

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