Murió Vitillo Ábalos, leyenda del folklore argentino

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Murió el legendario músico Vitillo Ábalos

Por Maby Sosa

Los bombos guardaron silencio este sábado al mediodía cuando se dio a conocer la muerte del músico y bailarín santiagueño Vitillo Ábalos.

El menor del quinteto Hermanos Ábalos, fundamental para la música popular de la Argentina murió en el sanatorio de la Providencia con un cuadro de neumonía que lo aquejaba hacía unos días. También estaba recuperándose de una operación de cadera.

Vitillo nació en Santiago del Estero, el 30 de abril de 1922. De niño integró la compañía del investigador Andrés Chazarreta de donde vino su afición por las danzas argentinas. Junto a sus hermanos Machingo, Adolfo, Roberto y Machaco, a fines de la década del 30 fundaron el mítico grupo Los Hermanos Ábalos, quienes crearon y recopilaron canciones fundamentales para la música popular argentina.

En 1938 fundó el histórico grupo con sus hermanos Machingo, Adolfo, Roberto y Machaco. Fueron los creadores y recopiladores de clásicos del cancionero popular como “Agitando pañuelos”, “Chacarera del rancho”, “Nostalgias santiagueñas”, “Carnavalito quebradeño”, “Zamba de los yuyos”, “El gatito de Tchaikovsky”, entre otros.

El quinteto influyó en la música popular desde su mirada innovadora de la tradición y su formación de piano, guitarra, bombo y zapateo, que le dio un sonido original. Los antiguos vinilos de los Hermanos Ábalos, en tiempos donde la información circulaba a paso cansino, formaron a cientos de folkloristas.

“En 1936, más o menos, aparece el bombo legüero en mi casa. Ese instrumento, nos atrapó a los cinco. Le empezamos a descubrir secretos, que luego nos sirvieron mucho. Los cinco nos juntábamos alrededor del bombo, nos fascinaba”, recordó Vitillo Ábalos en una entrevista a Tiempo Argentino cuando estaba celebrando sus 90 años. “El bombo nos dio secretos tremendos y aún lo sigo descubriendo. Lo abrazo, lo acerco a mi cuerpo. No sé si entro al bombo o el bombo entra a mi alma. Siento la vibración. Muchos lo tocan como timbal, de abajo. A mi entender pierden la vibración del parche, por eso yo toco abrazado al bombo”, contó en esa oportunidad.

Los Hermanos Ábalos llegaron al Festival de Cosquín en 1966 y se despidieron de esa espacio en 1997. “Mi hermano del medio, Roberto, nos invitó a su casa a comer y nos dijo, ‘muchachos, vamos a dejar de actuar’. Fue un mazazo en la cabeza. ‘Somos personas grandes, que la gente tenga un recuerdo visual de que éramos sanos, que podíamos bailar’. Y finalmente le dimos la razón a Roberto. Mi hermano Machingo decía que íbamos a preparar un malambo geriátrico para el año 2000, donde un Ábalos zapatea y los otros 4 lo sostienen”, comentó. “El 4 de enero de 1997, en Santiago… ¡Con qué tristeza lo recuerdo! Nos despedimos, colgamos las botas, los ponchos. Al año siguiente, no podía estar quieto y armé el conjunto del Patio de Vitillo Ábalos, somos cinco personas en escena, y me apoyo en los tres pilares de los Hermanos Ábalos: música, danza y canto.” Sin embargo, en 2011, Vitillo volvió al escenario de la ciudad de Córdoba de la mano de Raly Barrionuevo.

Los discos del quinteto apenas se consiguen; incluso la figura de Adolfo, el Ábalos que más trascendió, es ajena para la industria y los grandes medios.

En 2012, compartió un video clip con Roger Waters, también un ciclo televisivo en Japón junto a Los Beatles y Arthur Rubinstein, en 1966; y hasta tuvo la oportunidad de zapar con el trompetista Louis Armstrong en un bar de Manhattan durante la gira del grupo, en 1951.

En la pantalla

El año pasado sus sobrinos nietos, el guitarrista Juan Gigena Ábalos (integrante de Ciro y Los Persas) y Josefina Zavalía Ábalos, impulsaron la idea del concretar un documental, Abalos, que lo tuvo como protagonista.

El filme retrató la vida cotidiana de esta leyenda de la música argentina, dueño de una vocación musical incesante y de un espíritu joven. La primera proyección de la película fue en el Festiva de cine de Mar del Plata. “Ahí me di cuenta de todo, de que todo eso que había que hacer, ya estaba hecho. Veo que en la película hay mucha docencia, hay mucha emoción y muchas cosas muy lindas, en vida agradezco la idea de mis sobrinos nietos, Josefina y Juan Manuel. No hubo ensayo, directamente “¡Acción!”. Hubo una armonía constante, en ningún momento se discutió ni se exigió nada. Fue como hecho en casa”; contó el músico a Tiempo.

Además de su película, hace dos años Vitillo había recibido un premio Gardel por el Disco de Oro, que se realizó con artistas invitados. En ese trabajo hay dos discos, uno con invitados, y el otro, una grabación de mediados del siglo pasado que había quedado archivado y que sus sobrinos nietos rescataron.

Tiempo Argentino


Vitillo Ábalos, el folclorista que conoció a Los Beatles y tocó con Louis Armstrong

Por Gabriel Plaza

A los 96 años, el músico santiagueño Vitillo Ábalos seguía actuando, bailando y tocando . El 30 de abril, día de su cumpleaños, lo celebró estrenando la película Ábalos, una historia de cinco hermanos , que lo tiene como protagonista y que ganó el 21er. Festival internacional de Punta del Este. Esa fue la culminación de un proyecto de ocho años de trabajo, impulsado por su sobrinos nietos, el guitarrista Juan Gigena Ábalos (integrante de Ciro y Los Persas) y Josefina Zavalía Ábalos, los realizadores del documental. La película retrata la vida cotidiana de ese hombre aparentemente común que vive en el Barrio de Congreso, va a comprar al chino, juega a la quiniela y se corta el pelo, pero que es una de las leyendas vivas de la música argentina.

Junto a sus hermanos Machingo, Adolfo, Roberto y Machaco revolucionó la manera de difundir la música nativa, a través de sus danzas, su repertorio y los discos Nuestras danzas Vol 1 y Vol 2. (1952). «Tuvieron La brillante idea de editar sus discos de manera instrumental. En estas grabaciones Machingo, el mayor de los cinco, indica con su voz las vueltas y formas de nuestras danzas, así los bailarines pueden aprenderlas y aplicarlas. Es muy común que en mis giras con Ciro y los Persas se me acerque alguien diciendo: «¡¡Yo aprendí a bailar con los Ábalos!!»», reconoce Juan Gigena Ábalos, nieto de Machingo y guitarrista de la banda de Ciro.

En esos discos legendarios aparecen creaciones que atravesaron varias décadas y perduran hasta hoy, como «Chacarera del rancho», «Nostalgias santiagueñas», «Agitando pañuelos» y «Carnavalito quebradeño». Desde 1937 y hasta 1997, Los Hermanos Ábalos influyeron decisivamente en la música popular con su modernismo tradicional y esa formación de piano, guitarra, bombo y zapateo que le dio un sonido distintivo. «En aquella época había más pianos que bandoneones en Santiago del Estero», recuerda Vitillo.

Los Hermanos Ábalos fueron pioneros en traducir al pentagrama recopilaciones anónimas del folclore y su proyección fue tan grande que llegaron donde no llegaron otros grupos. «Fueron independientes, sin tener la huella de otros artistas de cómo hacer las cosas. Todo estaba por hacerse. Las primeras giras de Los hermanos Ábalos las organizaban por carta», recuerda el sobrino nieto de Vitillo. «Hay cartas de ellos con Atahualpa Yupanqui organizando su gira por Japón -agrega-. En esa época era como ir a Marte», apunta Juan, sobrino de Vitillo.

El anecdotario es tan vasto que se precisaría de varios volúmenes dedicados a su historia. Sólo Vitillo puede contabilizar la oportunidad de haber cantado para dos papas, participar de un video clip junto a Roger Waters (Pink Floyd), de un programa televisivo en Japón junto a Los Beatles y Arthur Rubinstein, en 1966; o zapar con el gran trompetista Louis Armstrong en un café de Manhattan durante la gira del grupo, en 1951. «A dos cuadras del hotel había un barcito. Tomábamos café con leche con tostadas. Había un piano vertical y Machaco se puso a tocar. Yo lo acompañaba con mi bombito. En otra mesa había tres muchachos de raza negra y uno saca una trompeta y empieza a tocar a su manera. Era Louis Armstrong. Lástima que no había celulares para sacarnos una foto».

«Agitando Pañuelos» con Liliana Herrero, Raly Barrionuevo Y Pedro Rossi – Fuente: YouTube04:11
El documental, dirigido por Josefina Ábalos (nieta de Roberto) y Pablo Noé, que tiene a Vitillo como protagonista principal, rescata la historia olvidada de este quinteto de avanzada en la música y la danza folclórica argentina. «Fueron pioneros y vanguardistas. Hay una tapa de un disco de ellos que se llama Como salidos de la Salamanca, que podría ser la tapa psicodélica de cualquier disco rockero de hoy. El primer tema de ese disco son ellos cinco pegándole con las manos al mueble del piano hasta que logran un mantra percusivo sonoro en ritmo de chacarera», apunta Juan, parte del linaje actual de esta familia de músicos que componen el documental.

El nieto de Machingo, guitarrista de Ciro y Los Persas, sentía que el legado de Los Hermanos Ábalos se estaba perdiendo y empieza un derrotero junto a su tío-abuelo Vitillo para volver a grabar esos ritmos y danzas del folclore argentino en el álbum Disco de Oro 1940, donde participaron el blusero Jimmy Rip, Raly Barrionuevo, La Bomba de Tiempo, Liliana Herrero, Juanjo Dominguez y Jaime Torres, entre otros. «Una de las grandes intenciones de este proyecto fue llamar la atención del público que no es folclórico. Los que escuchan folclore saben quiénes fueron los Ábalos. En cambio, el público más joven no tiene herramientas para enlazar con su música. Es difícil linkear con el folclore si naceé en Capital, escuchás Guns ‘N Roses y tus viejos o abuelos no te acercan esta música. De chico, mi abuelo me transmitió todo esto pero no necesariamente me hace folclorista, simplemente puedo disfrutar y emocionarme con esta música. Vitillo siempre dice: «no se ama lo que no se conoce»».

Vitillo, el bombisto, bailarín y cantante del grupo, es el último sobreviviente del conjunto. «Es algo así como el último de los Caciques. ¡El último de esa vieja escuela! ¡El último de los legendarios bombistos!», exclama su sobrino nieto Juan Gigena Ábalos, que funciona en este proyecto como el puente de enlace entre la vieja escuela y la escena actual. En un festival o en una peña la personalidad artística de Vitillo reluce. Es la síntesis de la sabiduría popular santiagueña, que se traduce en su manera de tocar el bombo o en su forma de bailar que viene de antaño. A los 12, Vitillo descubrió los secretos del arte popular nativo en la compañía del investigador Andrés Chazarreta, un prócer de la difusión y recopilación de cantos y danzas nativas, que en la década del veinte sorprendió con su espectáculo criollo a la intelectualidad porteña. Con 96 años y tras la muerte de sus hermanos, Vitillo lleva esa antorcha sagrada. Es el guardián de un tesoro y una tradición musical, que parece haber vencido las leyes del tiempo. «Sigo haciendo planes para seguir difundiendo el arte popular argentino y poner leños para que no se apague nunca ese fogón».

La Nación

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