Silva

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‘Con sus versos, José Asunción Silva hizo la banda sonora de Colombia’

En medio del sufrimiento descomunal nace la poesía más pura; de innumerables derrotas emerge la inmortalidad. José Asunción Silva entregó a su obra toda su energía vital y solo dejó un poco para sobrevivir sus últimos días.

Parpadear, dejarse llevar por el desasosiego, esperar su día fatídico: el final de uno de los grandes poetas de nuestro continente es la trama del libro Silva, del escritor bogotano Daniel Ángel, quien complementa la ficción con una poderosa investigación.

El resultado: una novela en primera persona sobre uno de los personajes más atormentados de la literatura colombiana.

El autor crea un texto colmado de datos íntimos del personaje, poco conocidos y que ofrecen un vistazo al poeta bogotano, tan polémico como admirado, que no podía dejar este mundo de forma natural. De ese halo de misterio se alimenta Ángel para llevarnos a la pregunta sobre la causa de la muerte del autor de Nocturno: ¿fue suicidio u homicidio?

El autor les comparte a los lectores de EL TIEMPO detalles de la construcción de su novela, del naufragio de Silva, sus amores y su obra magistral.

Daniel Ángel

¿Cómo construyó la voz interior de Silva?

Considero que la literatura debe heroificar al personaje del común para que el sentido de la vida y el objetivo de la existencia humana no carezcan de esperanza. Por el contrario, los héroes deben ser humanizados para quitarles esa aura de benignidad que les han otorgado. Es decir, romper con los arquetipos instaurados por la oficialidad. Esto fue lo que hice, o intenté hacer con Silva.

Luego de la investigación basada en la vida del poeta, de revisar los reveses que tuvo durante su vida, de sopesar esa situación final que anticipaba una quiebra inminente y un tardío reconocimiento de su obra, perfilé un personaje sombrío, desesperado, con incipientes síntomas de psicosis o paranoia. Y sin embargo, este personaje secularizado por la quiebra y los dolores jamás dejaría de ser el gran poeta, entonces fue una mezcla del tormento con una voz poética de alto vuelo.

El registro de su pensamiento y de sus actos de habla se realizaron a partir de la construcción de algunas tablas en las que fui insertando las expresiones más usadas por Silva, especialmente en sus cartas, en sus Gotas amargas (textos satírico-periodísticos) y en las semblanzas que se escriben de él.

Sobre Silva se ha escrito bastante. ¿Qué tiene este libro que lo haga diferente?

Hay libros fundamentales sobre la vida y obra de Silva, como la extraordinaria biografía El corazón del poeta, de Enrique Santos Molano; la hermosa biografía Chapolas negras, almas en pena, de Fernando Vallejo; crónicas de Rafael Roldán, Tomás Rueda Vargas, Baldomero Sanín y otros tantos. Y en la ficción hay una obra importantísima como El libro de la envidia, de Ricardo Silva Romero. Sin embargo, los libros biográficos y las crónicas, además de ceñirse a los datos arrojados por sus investigaciones, insisten en mantener una imagen beatífica de Silva, en preservar el arquetipo, caso contrario al de la novela de Silva Romero, que logra hacer un zoom en la vida del poeta a través de la mirada de un tercero, un personaje que es considerado un loco.

Y aunque yo recurro a esos libros, lo que pretendí fue acercarme mucho más al poeta, tanto que decidí adentrarme en su pensamiento y en sus sensaciones, en los motivos de aquel último día en que estuvo con vida. Busqué romper con su arquetipo y humanizarlo, presentar al hombre que estaba detrás de las deudas, de sus amores fallidos, de su naufragio y de su maravillosa poesía.

¿Por qué, a 123 años de su fallecimiento, Silva sigue vigente y siendo un referente para nuestras letras?

Para muchos, Silva es nuestro poeta nacional, el más grande que ha nacido en nuestra tierra. Sigue siendo un referente de nuestras letras, es reconocido a nivel internacional y su obra ha sido muy estudiada. Es el poeta que importa el modernismo, el que rompe con los modelos tradicionales de escribir poesía y, por lo tanto, es considerado, para su tiempo, un poeta de vanguardia. También cabe decir que es un poeta auténtico; en su obra se pueden dilucidar el dolor y el desencanto por la vida. A través de sus versos logró dibujar elementos comunes a todos los seres humanos de cualquier época.

Silva es actual porque sobre su imagen recae un aura de misterio que nunca se ha desvelado. Es un mito que genera demasiado interés. Me atrevo a decir que la vida de ningún otro escritor colombiano lo hace; ha levantado tantas intrigas y ha producido tantas hipótesis sobre su vida que no se han esclarecido ni se esclarecerán.

La novela tiene su punto de inicio en el final de la vida de Silva. ¿Por qué escogió el último día de su vida para arrancar?

Justamente porque quería desacralizarlo, mostrarlo lo más humano posible, cuando parecía que todo el mundo se le venía encima y no tenía escapatoria. Es en este momento, al verse atrapado por la deudas y un sinfín de recuerdos, en especial dolorosos por todas sus pérdidas, cuando podía mostrar a un Silva que había sido sacado de su comodidad, de su mundo ordinario y podía mostrar al otro, al que parece un personaje de una tragedia griega, con un destino trágico trazado, sintiendo esa desesperanza absoluta de saber que ha perdido, pero que, a pesar de ello, jamás dejará de luchar.

La supuesta sodomía de Silva, sus relaciones incestuosas, etc., siempre han sido objeto de polémica. ¿Por qué abrir un nuevo camino de debate con el asunto del asesinato?

Silva es un personaje mítico, del que se ha hablado mucho, en vida fue víctima de camorreros que a partir de sus habladurías suscitaron comentarios insanos, hasta dijeron que era sodomita por su forma de ser, por sus maneras refinadas y la forma como se vestía. Luego de su muerte se habló aún más, no de su obra, sino de su supuesta relación incestuosa con su hermana Elvira. Esto debido a un análisis apresurado de sus poemas Nocturnos. Quise abrir el debate porque yo, como muchos otros, tenía las mismas preguntas. Mi novela, a partir de una investigación de años, nace como una forma de responderme, y cuando pude crear mis propias hipótesis las convertí en una ficción, porque no se había escrito una similar, en clave de tono íntimo con el poeta.

Al leer el libro se corrobora esa esencia de Silva de eterno perdedor. ¿Cómo se explica que haya edificado esa obra literaria que trascendió con tanta fuerza?

Hay una tesis que ha sido ampliamente sustentada, pero que jamás podrá ser comprobada, y es que el arte cuando nace del dolor se hace más auténtico, más vívido y genera más empatía con el espectador, en este caso, con el lector. Esto se debe a que estos escritores logran adentrarse en las profundidades de las sensaciones humanas, logran socavar terreno hasta llegar a esos territorios que son comunes a todos. Y Silva lo logró: encontró las palabras adecuadas para crear las imágenes que nos hablan del agobio, del sentido de la pérdida, de la melancolía, del sentirse apartado y excluido, de la soledad y del temor a la muerte. En su obra hay otra particularidad, y es que es musical, y aunque se trate de una música como de violines bajo la lluvia o de notas lejanas de piano y en la noche, esta musicalidad se adentró en la memoria de un pueblo nostálgico, huérfano, melancólico como el nuestro. Podría decir que Silva, con sus versos, compuso la banda sonora de Colombia.

Uno pensaría que Silva es un escritor para ciertas generaciones. ¿Por qué usted, un escritor joven, se acerca a él?

Mi cercanía con Silva data de hace 22 años. Era un niño cuando conocí sus versos. Aún conservo el libro Silva en el colegio, que gané a mis doce años en un concurso distrital de poesía infantil. Aún retengo las sensaciones que emergieron tras la lectura de ese libro: una suerte de desbordamiento de los sentidos y de las emociones, una nostalgia que jamás había sentido. De inmediato me identifiqué con él, y luego, cuando conocí parte de su vida y entré a estudiar en el San Bartolomé, a pocas cuadras de la Casa de Poesía Silva, y me convertí en un asiduo de sus pasillos, biblioteca y salones, supe que había encontrado a alguien que, aun con cien años de diferencia, quizás pudiera comprender lo que yo sentía.

¿Cómo cree usted que vería Silva la realidad colombiana del siglo XXI?

Silva era un dandi y, como lo califica Enrique Santos Molano, un strugleforlífero, es decir, un amante de la vida, un luchador de la vida. Creo que se sería un políglota viajero, rodeado por las más altas esferas de la sociedad, pero todo ello haría parte de una mascarada con la que intentaría encubrir un espíritu sensible, almidonado por el profundo y, en ocasiones, enfermizo amor que sentía por los suyos. No creo que Silva se hubiera inmiscuido mucho en las problemáticas de la actual Colombia; lo veo alejado de los debates políticos e ideológicos que nos dividen. También lo veo haciendo negocios importantes.

El Tiempo

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