Vida de un periodista

1.577

Javier Darío Restrepo: se apagó el faro de la ética periodística

Murió el periodista y catedrático, recordado por su labor de fortalecer la ética en el oficio.

“Se siente raro estar en la orilla del frente, pero ayuda tener tanto conocimiento de esa otra orilla”. Javier Darío Restrepo no perdía la simpatía pese a que respondía una y otra vez las preguntas de varios de sus colegas que le requerían como el ganador del premio a la Excelencia Periodística Gabriel García Márquez. Era octubre de 2014 y hasta ese momento ya habían pasado 66 años desde aquel día en que Restrepo, oriundo de Jericó (Antioquia), se enamoró del periodismo.

En una charla con este diario, recordaba esa instantánea de cuando publicó una crónica que él y uno de sus compañeros habían escrito en el mural del Seminario de Manizales, con el título de La bagatela, acerca de las olimpiadas internas: “Nos metimos a una de las salas de mecanografía, donde estaban esas máquinas Underwood que sonaban como metralletas (…). Para mí, ese fue el momento definitivo: ver a todos los estudiantes apretujados para llegar a primera fila y poder leer lo que habíamos escrito fue una revelación, el poder de la palabra escrita y el servir a través de ella a una gente que tenía la curiosidad de leerla”.

“Ese asombro no se me ha pasado todavía”, agregaba.

Su amor por un oficio que atraviesa por un difícil momento de credibilidad, profundidad y permanencia lo llevó la semana pasada a Medellín, al mismo Festival de periodismo Gabo como uno de los invitados de su séptima edición para presentar su más reciente libro, La constelación ética. La ética, una disciplina que Restrepo trascendió de la filosofía al periodismo, en una titánica labor que lo consagró como un faro.

A su regreso a Bogotá, sufrió una descompensación, motivo por el que fue llevado de urgencia a la clínica Méderi donde ayer en horas de la tarde se produjo su deceso, sin que se haya establecido la causa concreta de su muerte.

Tenía 87 años y la inquietud y brillantez para continuar con algo que se convirtió en su obsesión: un periodismo serio y ético.

“Estoy colmado de pesar por el fallecimiento de nuestro querido maestro Javier Darío Restrepo, pilar insustituible de la Fundación Gabo, uno de los máximos expertos en ética periodística del mundo”, escribió en su cuenta de Twitter Jaime Abello Banfi, director de la institución que acogió a Restrepo durante varias décadas como docente y director del Consultorio de ética periodística de la fundación, desde el 2000.

¿Cura o periodista?

Antes de convertirse en uno de los comunicadores más reputados de su generación, Javier Darío Restrepo iba camino a la santidad. Graduado del seminario, se formó como sacerdote y tuvo sus primeros acercamientos con las doctrinas filosóficas, entre otras, con la ética.

Durante algunos años, sostuvo sus dos facetas –presbítero y periodista– y mientras celebraba misas escribió varios números de la revista Cáritas, hacía programas de radio y sus primeras incursiones en televisión.

Hasta que una pareja de estudiantes de la Universidad Nacional le pidió que los casara y “yo tenía que pedir una licencia, pero (en la iglesia) me dijeron: ‘Como usted vive dedicado al periodismo, no vemos por qué tenemos que darle una licencia’. Eso desbordó todo. Seguí jugando en este lado y no me he aburrido, es mi cancha”, contaba Restrepo en la charla con EL TIEMPO.

Así la iglesia católica perdió a uno de sus pastores –acudió hasta las mayores instancias posibles ante Roma para dejar su sacerdocio– y la comunicación ganó a un abanderado de la profesión. En 1972 finalmente colgó la sotana y dos años más tarde contrajo matrimonio con Gloria Castañeda, con quien tuvo dos hijas: María José y Gloria Inés.

Nacido en Antioquia, en 1932, creció en Armenia hasta donde se trasladó su familia en busca de mejores oportunidades económicas. Luego se graduó como bachiller del Seminario de Manizales –el mismo lugar en el que tuvo su primer romance con la comunicación– y se formó en filosofía y teología.

En 1955, se ordenó como sacerdote y, después de estar en Montería, donde fundó el semanario Bastión, y en Ibagué, en la que fundó el periódico Signo, llegó a Bogotá con monseñor Rubén Isaza. Ya establecido, fue designado para manejar la revista nacional La Hora, sobre temas sociales.

La ética en la comunicación

En 1976, un artículo causó revuelo en el medio: varios comunicadores recibían dineros de manos de un congresista. Ese fue el detonante para que Restrepo se enfocara en uno de los aspectos que mayor reconocimiento le daría a su trayectoria.

“La ética era, inicialmente, una preocupación intelectual y la miraba como una parte de la filosofía. Esa circunstancia me hizo preocuparme por la ética en el oficio. El día del escándalo había asamblea del Círculo de Periodistas de Bogotá (CPB): llegamos todos cargados de tigre, y divididos en dos grupos; había unos que sostenían: ‘¿Y cuál es el escándalo? Si a uno le pagan mal en un medio y es lo normal, por qué no va a tener uno derecho a ajustar su sueldo, ¿acaso los periodistas no podemos comer?’; los otros, diciendo ‘¿cómo así? Esto tira la credibilidad del gremio por el suelo’. Estábamos irreconciliables. Luis David Peña, el presidente entonces, propuso: ‘Miremos qué dice nuestro código de ética’. Todo el mundo soltó la risa, porque en 30 años el CPB no había tenido la preocupación por tener uno”, contaba.

Restrepo fue incluido en la comisión encargada de redactarlo, “eso me obligó a bajar de las cimas de las teorías filosóficas para preocuparme por los problemas concretos del periodismo en relación con la ética. Así comenzó todo”.

En la década de 1970, el periodista ya era reconocido por su labor en varios medios. En este diario laboró como columnista y colaborador entre 1967 y 1974. En 1977 se vinculó como reportero del Noticiero 24 Horas, en el que permaneció hasta 1995. Ese año, se convirtió en el cuarto defensor del lector de EL TIEMPO, al suceder a Leopoldo Villar Borda. “Desde un principio saludé la creación de la institución del defensor, porque fue un paso adelante en el respeto al lector y en la lucha de un medio por su credibilidad”, comentó.

Tras abandonar el Noticiero 24 horas, se dedicó al periodismo de investigación de manera independiente, fue director de la Fundación para la Libertad de Prensa y columnista de los diarios El Espectador y El Colombiano.

Recibió, entre otros galardones, los premios Simón Bolívar de televisión, en 1985 y 1986; el CPB, en 1993, y el Simón Bolívar A la vida y obra de un periodista, en 1997.
Escribió una treintena de libros acerca de la ética en el oficio, además de dos novelas y varios ensayos. En este campo se destacan Ética para periodistas (en colaboración con María Teresa Herrán), Cartas de guerra (premio CPB de periodismo), Testigo de seis guerras (premio Planeta, Germán Arciniégas) y La revolución de las sotanas.

Fue famoso, pero para él, eso era lo de menos. Javier Darío Restrepo jamás perdió el foco y desde la cátedra instaba a las nuevas generaciones a centrarse en lo importante: “Los veo muy ilusionados, y eso es bueno y es malo, porque tienen mayores expectativas de lo que pueden llegar a encontrar, pero al mismo tiempo se trata de centrar su ilusión. Muchos quieren ser ricos y famosos, lo que denota una ausencia de conocimiento sobre el periodismo; esto no es para hacerse rico y, si acaso, algo de fama”, decía.

El Tiempo

También podría gustarte