Cine en Suchitoto

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Vuelve el cine internacional a Suchitoto

Del 15 al 17 de noviembre, los asistentes al VI Festival Internacional de Cine Suchitoto disfrutarán de producciones hispanoamericanas exaltadas por la crítica, según informaron los organizadores durante conferencia de prensa realizada ayer en la Alianza Francesa.

“Hoy estamos aquí para celebrar las cintas que se van a proyectar en las noches de estreno, que es la culminación del festival”, afirmó Paula Heredia, directora artística del FICS, durante su intervención.

Heredia explicó que a lo largo del año, la curadora de cine Marcela Goglio escoge las películas que van a representar al festival tanto ante la comunidad como a nivel internacional.

Entre las cintas que se proyectarán este 2019 está “La camarista”, una producción mexicana que se estrenará el viernes 15, a las 7:00 pm, en la Plaza Central.

La trama gira en torno a Eve, una trabajadora de la limpieza en un hotel de la ciudad de México, quien se inscribe en el programa de educación para adultos de su trabajo con la intención de conseguir una vida mejor. La protagonista, Gabriela Cartol, estará en Suchitoto en la noche del estreno.

De acuerdo con la cineasta, este filme representará a México en los próximos premios de la Academia.

El día 16 es el turno de “Yuli”, una coproducción cubana, española, inglesa, alemana y francesa, que relata la vida de Carlos Acosta, leyenda de la danza y primer bailarín afrocubano en el Royal Ballet de Londres.

La cinta, que ha ganado siete premios Goya, se proyectará a las 7:00 pm, en la Plaza Central, y se contará con la presencia del actor Santiago Alfonso.

Ese mismo fin de semana, habrá dos presentaciones especiales, en La casa de las mujeres. El sábado 16 a las 2:00 pm, se presentará el documental español “El silencio de otros”, que aborda la lucha de las víctimas del régimen de Francisco Franco. Este metraje tiene como productor a Pedro Almodóvar.

Mientras, el filme salvadoreño “La batalla del volcán”, ópera prima de Julio López Fernández, se proyectará el domingo 17, a las 2:00 pm.

El Salvador.com


Cineasta afirma que “El Salvador es un país que nunca se ha dejado de desangrar…”

Por Rosemarié Mixco

“Me gusta la película, aunque yo hubiese querido, al igual que todos, que me dieran más minutos”, expresa René “Jerry” Luarca, uno de los 16 personajes del documental “La batalla del volcán”, que hace un par de años reunió en el país a un grupo de veteranos guerrilleros y soldados a conversar de guerra y paz.

Jerry, como es mejor conocido, aceptó gustoso ser parte de este proyecto que inició como una necesidad de entender la violencia de la postguerra del siglo XXI en El Salvador. “… quería hacer una película sobre esa violencia, pero me di cuenta que no podía hacer la película del presente sino hacía una película sobre nuestro pasado inmediato”, explicó el documentalista Julio López Fernández, de nacionalidad mexicano-salvadoreña, en entrevista vía digital.

Sin embargo, a mitad del rodaje, el también productor entendió que su ópera prima —desde la dirección— fue un canal que le permitió, en lo personal, entender el papel que la guerra jugó en “nuestras vidas”. El metraje se transformó, entonces, en un espacio de memoria y diálogo.

Un espacio de reconciliación que generó sentimientos encontrados en Jerry, quien durante la ofensiva del 11 de noviembre de 1989 —hace tres décadas— tenía a su cargo canales de comunicación de la guerrilla. “Yo la llamo ‘Al tope’ (la batalla) y en la película se refleja lo que más me impactó”, enfatizó el excombatiente que vive en Suchitoto.

Esa noche de sábado, Jerry escuchó morir a uno de sus compañeros. “Le decíamos ‘El puma’ y era muy querido para nosotros”, recordó Luarca. La cuestión es que no murió de forma inmediata y mientras él lo escuchaba gemir, por su mente cruzó la idea de moverse hasta él y auxiliarlo. Al compartir su deseo con el resto del grupo, la respuesta de los compas fue tajante. “Te van a matar”.

Desde entonces, Jerry se pregunta por qué murió él. “Fue de esas personas que se quedaron en el camino sin tener chance de ver lo que yo estoy viendo ahora (…) De seguir vivo él hubiese aportado más al proceso que yo”, se cuestiona el excombatiente en 2019.

Esas preguntas, esas historias, esas dudas son las que López Fernández considera deben ser razonadas de forma colectiva. El cineasta, que ha trabajado muy de cerca con la documentalista salvadoreña Marcela Zamora, está convencido de que El Salvador aún tiene pendiente la creación de espacios generadores de pensamiento crítico, en los que la sociedad pueda dialogar sin censuras sobre este episodio de la historia nacional, para curar heridas que aún sangran.

¿Crees que El Salvador logró que la guerra terminara?

Es inobjetable que el conflicto armado terminó con los Acuerdos de Paz, y que terminó esa etapa bélica que conocimos como guerra civil. El problema es que, aunque haya terminado la guerra, nunca llegamos a la paz, porque inmediatamente después explotaron otros problemas sociales y otros tantos fenómenos como el de las pandillas, que nos volvieron a meter en una espiral de violencia interminable. El Salvador es un país que nunca se ha dejado de desangrar, prácticamente desde su fundación. Es triste pensar eso, todavía nosotros como sociedad salvadoreña no conocemos lo que es la paz social.

¿Consideras que la sociedad salvadoreña está preparada para superar la polaridad que tanto la ha caracterizado y apostar por el diálogo?

Yo creo que la sociedad salvadoreña siempre va a estar preparada para mejorar y para cambiar. El problema que tenemos nosotros como sociedad civil crítica e informada es generar las condiciones para abrir los espacios de diálogo, para abrir redes de solidaridad comunitaria que nos ayuden a erradicar el problema de la violencia social de las pandillas, de la violencia económica —por el modelo económico de explotación que tiene afectado al país, a la gente—, la crisis de migrantes, la crisis en todos los sectores de la vida pública salvadoreña. Me parece que siempre vamos a estar listos para generar ese cambio, pero nuestra primera tarea es generar procesos de diálogo que nos permitan generar pensamiento crítico, porque una sociedad sin pensamiento crítico no puede dar esos pasos en su mejora. Y la historia de El Salvador ha hecho que la sociedad cada vez tenga menos acceso a la generación de espacios de pensamiento crítico, y eso es importantísimo. Nuestras películas, las que estamos haciendo mi generación y yo con este enfoque social, apuntan a ese sentido. Que sean películas que ayuden a generar pensamiento crítico civil en la sociedad y que ese pensamiento crítico empuje los cambios que nosotros mismos —como sociedad, sin tener que esperar al gobierno— podemos llevar a cabo.

¿Es la memoria histórica fundamental para la reconstrucción del tejido social?

Sí, evidentemente la memoria histórica es fundamental para reconstruir el tejido social de nuestro país. Una guerra civil como la que nosotros vivimos en El Salvador deja devastada a una sociedad, deja devastado su tejido social. Yo creo que uno de los grandes problemas que tenemos en El Salvador es que una vez terminada la guerra civil, en vez de reconstruir ese tejido social, de tener espacios de diálogo y espacios de reconciliación, tuvimos élites que siguieron alimentando esa polaridad, ese odio, y lo que engendramos a partir de eso fueron nuevos odios. Ahora nos enfrentamos a la violencia social, a los grupos de crimen organizado, las pandillas, la violencia común. Yo creo que el conflicto nos deja como herencia este odio y este odio se ha seguido alimentando con estas otras formas, otros rostros y otros mecanismos, pero ese odio sigue estando ahí. Y nosotros no vamos a poder cambiar El Salvador si no terminamos con esos odios que nos corroen como sociedad, que van mucho más allá de una postura política partidista o un inclinación ideológica. Es un tejido donde nosotros ocupamos la violencia para resolver nuestros conflictos, nuestra vida cotidiana. A partir de esto, se ha estado hablando mucho de que El Salvador es un país con un grave problema de enfermedad mental como sociedad. Estamos muy enfermos y tenemos muchas heridas que curar y definitivamente no saldremos adelante si no atacamos, primero, la desigualdad que hay en el país, y segundo, la exclusión social. Para llegar a ese punto, primero tenemos que generar una reconciliación real y nacional. En este sentido, los procesos de memoria son importantísimos y tal como dice la famosa triada: “memoria, verdad y justicia”. Hay que hacer ese proceso y en ese orden, y nosotros aún no llegamos a la parte de tener procesos nacionales de memoria, y hay que hacerlos…


“La batalla del volcán” se estrenó ya hace un año y a la fecha sigue dando muchas satisfacciones al cineasta como a todo el equipo de producción. Se ha visto en 12 festivales, en Ciudad de México, Cuba, EE. UU., Costa Rica, Ecuador, Canadá, Chile y próximamente en España y Viena, Austria.

A partir de noviembre, como explica López Fernández, esperan proyectarla en todo el país, a través de una red que se ha logrado conformar. Este domingo 17 de noviembre, el filme se verá de forma gratuita en La Casa de las Mujeres de Suchitoto, a las 2:00 de la tarde, en el marco de la sexta edición del FICS. Por supuesto, las palomitas son gratis también. Y habrá sorbete artesanal y una mini alfombra.

A Jerry le gustó la película, aunque se “quedó mucho en el tintero”. Y a pesar de que la experiencia fue enriquecedora, él coincide con el joven documentalista. “La guerra no terminó… lo que se terminó fue el conflicto armado”.

El Salvador.com


Bailarín Carlos Acosta: “El racismo sigue latente en Cuba”

Un bailarín cubano de raza negra que triunfa en las tablas de Europa y Estados Unidos suena a cuento de hadas, pero en “Yuli: Al ritmo del corazón” se puede sentir, y casi oler, la sangre, el sudor y lágrimas que le costó a Carlos Acosta desarrollar su talento y no renunciar a la danza.

La película, que debutará esta semana en El Salvador, como parte del VI Festival Internacional de Cine Suchitoto, se basa en su autobiografía “Sin mirar atrás”, publicada en 2007.

“Esa honestidad viene de ahí, del libro”, dijo Acosta en una entrevista telefónica con The Associated Press sobre su historia, que comenzó a escribir a finales de la década de 1990 sin pensar en publicarla. Solo lo hizo porque le “hacía falta escribir”, explicó desde Inglaterra, donde reside.

A lo largo de su carrera, Acosta, de 46 años, ha sido primer bailarín del Ballet Nacional de Cuba y del Ballet de Houston, así como principal artista invitado del Ballet Real del Reino Unido. En enero comenzará a fungir como director del Ballet Real de Birmingham

“Yuli”, que debutó el año pasado en el Festival de Cine de San Sebastián, cuenta por medio de narración y coreografías momentos clave de la vida del artista, como el dolor por la soledad en su carrera, la fama y el éxito en el extranjero, o la violencia que aguantó de su estricto padre.

Acosta no podía asumir el papel de coreógrafo para el filme debido a sus compromisos profesionales, de modo que la catalana Maria Rovira fue la encargada de ayudar a contar la historia, bajo la dirección de la cineasta española Icíar Bollaín.

“Teníamos que estar siempre en el hilo de la vida de Carlos y las coreografías tenían de alguna manera que ser un poco teatrales y comunicar parte de esa vida”, dijo Bollaín a la AP desde Edimburgo, donde vive. “Yo estaba ahí un poco dirigiendo el sentido de las coreografías y María las ponía en movimiento. Fue un trabajo muy intenso, muy trabajoso, pero de lo más bonito y más nuevo para mí”.

Además de su labor como directora, Bollaín tiene una larga trayectoria como actriz, con créditos como “El sur”, “Malaventura” y “Tierra y libertad”. La última película que había dirigido, “El olivo” (2016), tenía un guion de Paul Laverty, con quien volvió a hacer mancuerna para “Yuli”, producida por Andrea Calderwood y el mismo Acosta.

La cinta hace un retrato profundo de Cuba. No se queda con las imágenes de postal de La Habana, sino que nos lleva al interior de sus casas, a las calles de las barriadas, a las antiguas plantaciones de esclavos.

“Al final también se está contando la historia de la familia de Carlos, que es una familia como tantas. Sufrieron el exilio de la mitad de la familia que se fueron a Miami, y el periodo especial, cuando cae el bloque soviético y hay una crisis en Cuba tremenda”, dijo Bollaín. “La película ofrecía la posibilidad de hablar de la gente en Cuba”.

Una de estas realidades es el racismo que Acosta conoció al crecer en una familia birracial: su mamá y su mediahermana mayor eran blancas, mientras que él y su hermana menor, hijos del segundo matrimonio de su madre con un hombre negro, son mestizos. En la película se plasma cómo esta mezcla no era bien recibida por su familia extendida.

“En Cuba el racismo está latente igual. Hubo un proceso que se dice revolucionario para erradicar todos estos prejuicios, en cierta manera se avanzó, pero no se han hecho debates profundos sobre el racismo”, dijo Acosta. “En mi seno familiar ya existía el racismo, yo lo vi muy de cerca”.

Acosta, quien en la cinta es interpretado en distintas etapas de su vida por el joven Keyvin Martínez, el niño Edlison Manuel Olbera Núñez y él mismo, recordó que cuando comenzó en el ballet, apenas dos de los 20 estudiantes en su grupo eran negros. Y cuando llegó al Royal Ballet, de unos 80 bailarines solo dos eran de color. Sin embargo, también destacó que en las grandes compañías donde ha bailado, muchas veces los directores que creyeron en él eran blancos y que recibió ofertas para interpretar todo tipo de protagónicos, rompiendo los estereotipos.

“Eso me inculcó una seguridad que me permitió seguir soñando”, dijo.

Su padre, interpretado en “Yuli” por el actor Santiago Alfonso, le daba tremendas golpizas y estuvo en prisión, pero nunca dejó de darle fuerza haciendo que se mantuviera en la danza pese a su situación de pobreza.

“Cuando uno lee el libro resulta más brutal el padre en el libro que en la película… Pero Carlos le dedica el libro”, dijo Bollaín.

“Mi papá es la estrella de mi vida”, explicó Acosta. “Batalló contra viento y marea porque yo fuera bailarín y al final lo logró. La gloria de lo que yo estoy viviendo, lo que soy ahora, se lo debo a él… Al mismo tiempo fue muy estricto y yo le tenía pánico, igual que mis hermanas, pero yo ya he sentido paz, he sentido una reconciliación con él”.

El astro tuvo la oportunidad de bailar con Alicia Alonso como miembro del Ballet Nacional de Cuba. Aunque esta parte de su carrera no está incluida en la película, recordó con cariño a la célebre bailarina cubana recientemente fallecida.

“Le hice un paso que se llama promenade”, dijo Acosta. “(Alonso) es un tesoro no solo cubano sino latinoamericano que le dio un legado al mundo tremendo que todavía está pariendo frutos como somos nosotros mismos”.

Para el artista, la danza en Cuba necesita un impulso. A decir de él, ha ido “hacia atrás” en los últimos años por la situación de incertidumbre en el país.

“En mi época la educación era una educación de primera y (con) unos profesores de los más grandes que hay y ya quedan pocos”, dijo Acosta.

Hoy un hombre casado y padre de gemelas de 3 años y una niña de 7, continúa disfrutando como en sus inicios de ritmos como la música urbana, la salsa y el breakdance, aunque ya no se para de cabeza, aclaró.

El Salvador.com

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