Amada e inmortal

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Muestra de Fernando Goin sobre Eva Perón

Por Cristian Vitale

Amor-odio no es una antinomia ajena a Eva Perón, obvio. Ni a ella, ni a aquellas –y aquellos—que intentaron e intentan hacer el bien por la patria y su pueblo adentro. Todo su pueblo. Fernando Goin, artista plástico, pensó en ello y aprovechó dos salas del Museo Evita para dividir esas aguas. Una, la del amor, la pintó de negro. Y la otra, la del odio, de blanco. Simbolismo explícito, brutal y verdadero. “Conceptualmente, lo que hice fue resignificar la foto de un fotógrafo, o el pasaje de alguna película puesto en pausa”, dice el artista, acerca del disparador (el dispositivo, le llaman en la jerga) de la obra Amada e Inmortal, que permanecerá en la casa de Lafinur 2988 hasta el 8 de marzo de 2020. “Trabajar de noche, además, me da la posibilidad de meterme de lleno en el momento histórico. Miro un documental, pauso lo que me interesa, y libero esa pausa en mi cabeza. Eso hace que la imaginación salga por todos lados”, explica el dibujante. El resultado, por caso, se aprecia en uno de los lienzos que apela a las exequias de Eva, y los diarios del día en la cabeza de sus seguidores y seguidoras. “Millones de cosas me pasan por la cabeza cuando trato de meterme en esos retratos”, extiende.

Entre óleos en monocromo, objetos varios y carbonillas, Goin muestra también un reloj antiguo cedido por Eduardo Valdés, con la aguja chica clavada en el ocho y la grande llegando al cinco, la hora del paso a la inmortalidad de Eva. “Estoy laburando, también, el tema de las fake news y de lo apócrifo”, dice, y pone como ejemplo dos cámaras de seguridad “sin cables” vigilando una vitrina con un supuesto ejemplar de “La razón de mi vida”, un herraje (¿?) y una baldosa con manchas de sangre. “Por eso hablo de objetos `resignificados` como material histórico… mirá esto, es la chapa del avión del Capitán Noriega, que decía Cristo Vence”, ironiza Goin, ahora situado en la sala del odio blanco. “Mi meta máxima es que la escupan, se la roben o venga un coleccionista que la quiera comprar”, dice y fundamenta el motivo de las trampitas: “¿Qué pasa si mañana aparece una servilleta de un bar escrita por Firmenich, que se la dio supuestamente a Massera… o algo por el estilo. Puede ser un fake, tranquilamente”.

La parte seria de la sala, en tanto, está impregnada del bombazo que perforó uno de los techos de la Casa Rosada, durante los bombardeos de junio del 55`. “Este dibujo deviene de una fotografía muy rara que encontré en archivo”, indica el autor, acerca del dispositivo del lienzo que retrata una sala de guardia recibiendo heridos tras el ataque. “Un poco también es un homenaje a la escuela de enfermería que armó Evita”, sostiene Goin, “¿Por qué Eva?”, completa, “bueno, tal vez por una reacción emocional ante una casa familiar en la que no se hablaba de política. Por suerte, pude dinamitar toda esa formación. Los viajes como mochilero por América me volaron la cabeza. Me la cambiaron y así, entre otras cosas, puede tomar verdadera dimensión de la grandeza de esta mujer”.

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