La cumbia peruana

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Joaquín Mariátegui: “La cumbia es el género peruano por excelencia”

“Si quieres tocar, lo primero que tienes que hacer es escuchar lo que está pasando. Escuchar es un acto de humildad, tiene que ver con la empatía. Una vez que escuchas, estás predispuesto a entender y sentir lo que la música te pide. Es una forma de bloquear el ego”, precisa.

Por Mijail Palacios

Su padre fue José Carlos Mariátegui, sobrino del pensador peruano del mismo nombre y exdiplomático hasta el autogolpe de Alberto Fujimori, en la década del 90. Su madre fue francesa, creció en Ecuador, de padres terratenientes y hablaba quechua. Joaquín Mariátegui nació en Brasil, pero se formó entre Perú, Ecuador y Suiza. “Soy el último de cinco hermanos, que es cuando cierras el caño y cae una última gota, esa gota soy yo”, me dice entre risas.

Pretendió estudiar literatura, pero en la guitarra encontró su voz, aquella que lo llevó a ser parte del grupo Bareto, que alcanzó popularidad con el disco Cumbia. Una voz que ahora busca nuevas identidades en dos proyectos musicales paralelos, como son Los Calypsos, desde el ska y el reggae, y Oriente Trío, donde el jazz y la cumbia comparten territorios. Ambos con producciones musicales estrenadas en 2020.

Tenía 11 años, entró a una tienda de discos en Chile y se deslumbró con el nombre de un grupo punk: Sex Pistols. Hasta entonces, tal vez, su encuentro más radical con la música. A esa edad ya jugaba con la posibilidad de ser músico, en casa se tocaba el piano. Preguntó por qué sonaba este instrumento, le respondieron que había un martillo que le pegaba a una cuerda. “Y yo decía, por qué mejor no le doy con mi dedo a la cuerda, sentir que vibra en mi dedo”, recuerda hoy con 40 años, sentado en la sala de su departamento, abrazando su guitarra y frente a un libro de partituras del maestro Raúl García Zárate.

Algunos se sorprenderían que Joaquín Mariátegui haya empezado escuchando a los Sex Pistols.

¿Por qué no? (ríe). Hasta ahora escucho, me encantan. El otro día le dije a una persona que me entrevistaba por guitarristas, que me encantaba Manolo Barrios (de Mar de Copas). Y me decía “¿cómo puede ser?”. Y yo le respondía que Manolo tocaba tres cosas mal y esas tres cosas hacen que el grupo sea así. Si cambias eso, ya no es el grupo. El don para hacer eso es genial. No tienes que tocar como Yngwie Malmsteen para tocar bien. Sex Pistols, como diría mi vieja en latín, es el non plus ultra de eso (risas).

¿Y a esos 11 años ya jugabas con la posibilidad de ser músico?

Claro. Mi hermano pidió que le compren una guitarra eléctrica. Yo lo veía tocar y decía: “así no es”. Cuando llegué a Lima, de Suiza, me aprendí unos acordes en acústica gracias a un pata y hasta ahora.

¿Qué hay de especial en la guitarra?

En un primer momento te diría que es lo que puedo tocar. Pero creo que es un tema con la madera, hay algo vivo en la guitarra. Además, hay tantos universos dentro de la guitarra, pienso en Noé Fachín de Juaneco y su Combo, Johnny Ramone, Slash, Wes Montgomery, Raúl García Zárate. Son universos diferentes que están relacionados con ese instrumento increíble, que tiene un montón de posibilidades.

¿Después de escuchar a los Sex Pistols te volviste punkie?

No, me volví metalero. En el metal hay un montón de partes instrumentales y lo instrumental siempre me ha fascinado. Me iba a Cantuarias y me compraba mis partituras del Master of Puppets de Metallica. Me sacaba los solos. Me compraba mi overdrive en Gonzalez Marrufo en el Centro y lo enchufaba a un ampli chiquito, y yo pensaba que sonaba como Kirk Hammett (ríe). Hasta que un día, a los 14 años, llegó a mi colegio, el Franco Peruano, Humberto Campodónico (quien luego hizo Turbopótamos), desde Bélgica, vino con una colección de discos, con una guitarra telecaster, él tocaba blues. Y yo decía qué es blues. ¿Muddy Waters, B.B. King, Albert King, Freddie King? ¿Todos se llaman King? (risas). Y vino Lou Reed, Beatles, todo.

¿Y la cumbia vino con Bareto o hubo una relación previa?

Cuando era chico y tocaba guitarra, me levantaba el domingo, ponía la tele y estaban todos los programas de cumbia. Me llamaba la atención el sonido de la guitarra. La guitarra de la cumbia no es tan occidental. Para empezar, tocan guitarra con los dedos, hacen toques de huayno y folclore eléctricos, eso es lo más sofisticado que hay. Cómo se ligan las notas. Es una interpretación de la guitarra que no es tradicional, no responde a una escuela, a una academia, a una forma correcta de hacer las cosas. Han agarrado su propia identidad, su propia manera, su propia creatividad, su propia genialidad. Cuando estudiaba guitarra con Andrés Prado, él tocaba huaynos y afro en la guitarra eléctrica, y me llamaba un montón la atención. Y yo pensaba por qué no lo conectan con la cumbia, y con Bareto empezamos a tocar una que otra.

¿Oriente Trío es una manera de regresar tímidamente a la cumbia tras tu salida de Bareto hace unos años?

No creo que sea tímido. Cuando hago un solo, el lenguaje que tengo es ese, mi lenguaje tiene que ver con la cumbia. Cuando improviso un estándar de jazz o toco blues, toco cosas tropicales, no puedo separarlo.

Es notorio en el “El llanto del ayaymama”.

Oriente Trío plantea una especie de interrogante si esto es cumbia o no, si es jazz o no, si es para bailar o no. Lleva a otro territorio el lenguaje tropical, que siento que no se ha he hecho mucho acá. El formato trío te da un montón de espacio. Articular el lenguaje tropical en ese formato es chévere.

Es una forma de llevar la cumbia a los territorios del jazz y viceversa.

Así es como yo lo siento. Es buscar una identidad a través de la música. Claramente, no soy el epítome de la cumbia y la chicha, claramente no, soy un ‘colorao’.

¿Pero es una cuestión racial?

No. La raza tiene que ver con algo más social.

¿Crees que hasta ahora no se ha superado eso que te decían por Bareto: “un pituco haciendo cumbia”?

Hace años que no siento esa vibra. Supongo que ya se acostumbraron de tanto verme (risas). Siento que hay aceptación. Trato de ser lo más honesto que puedo. Tengo el lenguaje cumbia, he estudiado jazz, pero no quiero tocar como un ‘monstrito neoyorquino’ ni como ‘Satoche’. Busco identidad a través de la música.

¿El jazz y la cumbia están en los extremos?

Ese tipo de discursos matan el espíritu de la música. Los jazzeros más chéveres eran gente del barrio y los de la cumbia también.

¿Bareto representó un quiebre para la cumbia en el Perú?

No creo que las cosas funcionen así. Las cosas funcionan en tejido, todo pasa a la vez. Cuando empezamos con Bareto, éramos varias bandas las que hacíamos eso y que pensábamos así. Incluso, bandas como Los Olaya y La Kincha son la continuación de algo que empezó antes que nosotros.

¿La cumbia ya entró a las casas de todos los peruanos o aún se le mira de reojo?

La cumbia es el género peruano por excelencia. Hay música de la costa, sierra y selva, pero la cumbia se escucha en todas las regiones. Y la cumbia es un hilo conductor en Latinoamérica.

Por influencia familiar, ¿ser diplomático fue una opción?

Diplomático, jamás en mi vida. Cuando Fujimori hizo el autogolpe, mi viejo renunció al servicio. Yo tenía 12 años.

¿Hay alguna influencia de José Carlos Mariátegui?

Mi papá nos enseñaba a leer al tío abuelo, a estar súper orgullosos y hablar de política en la mesa. A mi jato iba ‘Frejolito’ (el ex alcalde Alfonso Barrantes) a tomar café con mi viejo, era bacán (ríe). Después está mi vieja, que nació en Francia, nos enseñaba quechua.

Qué tal fusión familiar llevas en la sangre, de Francia a Perú, pasando por Brasil.

Brasil fue una casualidad, pero qué lindo juegan pelota (ríe).

¿Tocar la guitarra es como jugar pelota?

Totalmente. En francés e inglés, tocar es jugar.

En la guitarra te vemos jugar de delantero o de diez.

(Risas). Uno tiene que tocar lo que la música le pide. Tienes que escuchar. Si quieres tocar, lo primero que tienes que hacer es escuchar. Tocar es escuchar lo que está pasando. Escuchar es un acto de humildad, tiene que ver con la empatía. Una vez que escuchas, estás predispuesto a entender y sentir lo que la música te pide. Es una forma de bloquear el ego, que te destruye. Después de tocar en Bareto, he tenido una etapa de liberarme del ego, como empezar de cero.

¿Te saturó el ritmo de Bareto?

Sí, totalmente. Es lindo girar, tocar en plazas, pero era mucho. Los amo y son como mis hermanos, pero eso mataba la relación familiar que teníamos. No me podía pelear con ellos, tenía que buscar mi propio camino.

¿Hubo una escena detonante?

En esa época estaba yendo a terapia, iba a ver a una psicóloga, pero no por Bareto. Exponerse a un proceso terapéutico es una experiencia que recomiendo a todo el mundo. Me cambió la vida y me ayudó mucho. Durante dos años dudé si seguir o no en el grupo. Recuerdo que fuimos a Europa a tocar y cuando regresé pensé en que quería más tiempo para estudiar, practicar guitarra, dar clases y tocar otra música. Ya tenía armado Calypsos y soñaba con Oriente Trío.

¿Y hoy qué opinas de cómo está Bareto?

Pucha, siento que ha sido una etapa muy dura para la familia. Cuando me fui, les costó organizar la parte creativa y ahora que Mauri (Mauricio Mesones) también se ha ido, es un reto bien jodido. Odio el coaching, pero siento que muchas veces las crisis dan nuevas oportunidades. Rolo, que es mi hermano del alma, ha tomado un rol dirigente, toca más guitarra, se ha abierto otro mundo. Y más allá del éxito, si me gustan o no las canciones, si el cantante me parecer churro o no, ese proceso es hermoso.

¿Volverás algún día a Bareto?

¿Por qué no? Los adoro. El otro día estuve en una parrillada con ellos y estaban el maestro Kike Purizaga (productor) y Olazo (el baterista de Bareto). Kike me preguntó: “¿eres Bareto o no eres Bareto?”. Yo iba a responder y Olazo respondió de una manera que me conmovió: “Joaquín es Bareto y siempre va a ser Bareto, lo que pasa es que ahorita no está tocando”.

AUTOFICHA

– “Nací en el lugar más aburrido de Brasil, que se llama Brasilia, en el centro exacto de Brasil, donde está toda la parte gubernamental. Tengo 40 años. Me llamo José Joaquín Mariátegui Ascasubi. Mi mamá nació en el sur de Francia, en el País Vasco, y creció en Ecuador”.

– “Cuando salí del colegio, quería escribir poesía. Postulé a la Católica, a Literatura, y no entré. Todo el día tocaba guitarra y me metí a estudiar música con Jorge Madueño, papá, y con Andrés Prado; luego Ingeniería de Sonido y Publicidad, donde conocí a ‘Rolo’ y se hizo Bareto”.

– “Con Bareto he sacado siete discos, con Los Calypsos tenemos tres discos y con Oriente Trío, uno. Me dedico a estudiar guitarra y enseño, los que quieran aprender guitarra que me escriban a Facebook e Instagram. Quiero seguir grabando y escribiendo para otro formato: solo para vientos y guitarra. Mañana (jueves) estaremos tocando con Oriente Trío en La Pizza de la Chola y el 27 de febrero con Los Calypsos en El Dragón (Barranco)».

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