Manual nacional de censura literaria

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Herético, impío, incrédulo, blasfemos, clerófobo, malo, de malas ideas, deletéreo, dañoso, peligroso, inmoral, obsceno, deshonesto, lascivo, lujurioso, libre, indecente, cínico, voluptuoso, sensual, apasionado, peligroso para jóvenes, imprudente, temerario. Estos adjetivos aparecen a modo de categorías en la introducción de Novelistas buenos y malos, el memorable y hoy chistosísimo libro que el cura español radicado en Bogotá Pedro Ladrón de Guevara escribió en 1910.

Con esa obra, el sacerdote buscaba visibilizar de una vez por todos a esos libros que se debían prohibir «para evitar la ruina de la fe y las buenas costumbres de sus hijos». Quería, en otras palabras, realizar un implacable manual de censura en consonancia con el espíritu conservador de la época y la larga tradición de quema de libros promulgada desde el Concilio de Trento (1545-1563) por la Iglesia Católica. Hoy, sin embargo, por sus ataques moralistas y total desatención a las cualidades literarias de las obras que reseñaba, su libro es considerado “un monumento a la arbitrariedad”, como aparece no sin ironía en la contraportada de la edición que publicó Planeta hace unos años.

Si bien se había inspirado en la Sagrada Congregación del Índice (la institución oficial del Vaticano dedicada a la censura) y en los esfuerzos católicos por contrarrestar el acceso a los libros que produjo la aparición de la imprenta, Ladrón de Guevara excedió cualquier expectativa de la Iglesia: en la edición original de Novelistas buenos y malos el sacerdote incluyó a ¡2.057 autores! Como afirma el prologuista de la edición de Planeta, Juan Camilo Rodríguez Gómez, hay que rescatar el alcance de su envergadura: «Es decir él solo, en la fría Bogotá, en el altiplano cundiboyacense, se embarca en un trabajo que supera con crecer al de los varios lectores-censores del Vaticano».

Resulta curioso que en ese entonces, poco después de su publicación, varias personas recurrieron a su páginas no en busca de salvación, sino de una buena recomendación. Y las buscaban, por lo general, en la sección de los malos. Así, gracias a la intransigente erudición del cura, a su vasto conocimiento de la literatura, cobraron fuerza en el país autores como Balzac, Dumas, Flaubert y Goethe.

¿Cómo les fue a algunos autores famosos? Unos fragmentos…

Carlos Baudelaire
Poeta muy nocivo, autor de tan pernicioso y malvado libro Las flores del mal (1857)…Pretende que su obra es una reproducción de las costumbres y supersticiones de la Edad media. Allá van sueños, pesadillas, alucinaciones, paradojas. Es tan extremado, que da en el paroxismo… De los tales poemas o cuentos, El Mal Vidriero y La moneda falsa revelan en el autor una perversidad profunda.

Juan Jacobo Casanova
La licencia y deshonestidad [de sus memorias] no tiene nombre. Va de pecado en pecado, y comete en esa clase cuantos es posible, y con todas las circunstancias más agravantes, siendo en contarlos de lo más indecente. Sus pasiones son una furia, sus deseos insaciables, y sobremanera vergonzosos, sin que le detengan las personas, ni los lugares, por sagrados que sean.

Daniel Defoe
Aunque no falta quien diga que en [Vida y aventuras de Robinson Crusoe] germinaba ya la teoría de Rousseau, y este era el primer libro que el autor del Contrato socialdaba a su Emilio, se puede leer sin peligro. Sin que por eso digamos que no necesita de alguna corrección, y sobre todo de elevación a la religión sobrenatural y única verdadera, pues se contenta con la natural.

Alejandro Dumas
Mal nacido… De malas ideas, inmoral y gran falsificador de la historia. Aparece como autor de 257 volúmenes de novelas y de 25 dramas; pero muchos son, ya en parte, ya del todo, de otros autores, con los cuales hacía negocios… De Las dos Dianas, por ejemplo, que va con su nombre, vino a confesar que ni siquiera la había leído. Dícese también que solo con unas cuantas ganaba en limpio, cada año, doscientos mil francos, que no le bastaban para sus excesos.

Jorge Isaacs
Es reprensible la morosidad en dar cuenta del baño que a Efraín preparaba María, esparciendo el agua de flores… Lo que no puede pasar es el pasaje de la ida de aquel con Salomé, joven harto ligera, por aquellas soledades del río, con lo demás que allá se cuenta. La sensualidad y peligro aquí nos parecen claro, sobrando para los jóvenes lo inquietante y perturbador. Por lo demás, no tenemos dificultad en aquello de los castos y ardorosos diálogos de los amores puros pero desgraciados…

Hermann Melville
Periodista, novelista, historiador en sus viajes. Es algo contradictorio en su conjunto, pseudofilósofo, escéptico al parecer, malsano, llorón, enfático, áspero, chocho, sujeto lo mismo a paroxismos que a inexplicables abatimientos. Otras veces, cuando deja de ser ampuloso, tenebroso y tan vulgarmente pretencioso, puede pasar.

Federico Nietzsche
Este alemán de la segunda mitad del siglo XIX se las echaba de filósofo, y no faltan quienes por tal le tienen. A nuestro juicio tanto se parece a un filósofo como el vinagre al vino. Sus doctrinas son inmorales, impías, y blasfemas. Cualquiera podía ver desde el principio la locura de Nietzsche, pero muchos, ni aun después de verle en una casa de locos y morir loco, se acaban de persuadir que lo estaba.

Marqués de Sade
Novelista, Capitán de caballería, vivió vida de orgía y de pésimas deshonestidades. Con sus costumbres corrieron parejas sus escritos. Murió en el hospicio de Charenton, en donde Napoleón le había hecho encerrar como a loco incurable y peligroso. Julieta, [la continuación de Justina, es] más inmunda todavía, cínica, perversa, que dejaría estupefacto al más empedernido criminal. Llena de bestialidades…

Publicado en Revista Arcadia
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