Falleció el poeta peruano Rodolfo Hinostroza

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El destacado poeta Rodolfo Hinostroza falleció por complicaciones derivadas de un aneurisma la madrugada del martes 1 de noviembre. «Lúcido y sonriente hasta el último momento, acompañado siempre por su familia y amigos», como dijo su viuda, el poeta dejó este mundo dejando un legado imborrable en la poesía peruana.

El escritor y periodista de El Comercio Enrique Planas asegura que la importancia de Rodolfo Hinostroza radica en su aporte a la poesía, en tanto que mantiene características básicas de su generación.

«Rodolfo Hinostroza sintetiza las características básicas de la poesía de la generación de los años 60: la síntesis, las citas a la cultura popular, apelar a lo conversacional y la lúcida conciencia de la estructura del poema. A ello, el poeta trae un gran aporte, el diálogo con la poética inglesa, pensemos en Ezra Pound, por ejemplo, su más notoria influencia», señala.

El escritor Dante Castro asegura en tanto que la técnica es el valor más profundo de Rodolfo Hinostroza: «Fue un poeta que se dedicó a una poesía artepurista, algo hermética y con cierta inclinación por la glorificación del significante. Por eso los críticos algún día hablarán de la hermenéutica de la poesía de Hinostroza».

Por su parte, el poeta Roger Santivañez, calificó «Contranatura», una de las obras poéticas de Rodolfo Hinostroza como «el libro mas influyente en el ambito de la poesia hispánica después de 1970».

Justamente se refirió a otro de sus libros Marco Martos en un post publicado recientemente en su cuenta de Facebook: «Aquel libro primigenio, ‘Consejero del lobo’, de golpe colocó a Rodolfo Hinostroza entre los mejores escritores del país. Tenía poemas de versos y otros de arte mayor, es decir de versos cortos y de versos largos, dicho esto para quienes no son muy amigos de la retórica y, sobre todo, el libro era diferente, bastante diverso a los que se publicaban en el Perú», señaló.

Publicado en La República

 

Rodolfo Hinostroza: el consejero del lobo ha partido

A la una de la madrugada, desde el Hospital Arzobispo Loayza, el poeta Rodolfo Hinostroza Clausen ascendió hacia los astros, ese universo celeste al que también le dedicó harto tiempo y no poca pasión como aficionado a la astrología. El autor de los formidables Consejero de lobo(1965) y Contra Natura (1971) murió en la madrugada de ayer en plena batalla por su salud, pues hace más de una semana se había internado en dicho hospital porque se le detectó síntomas de aneurisma. Junto a él lucharon su familia, amigos, lectores, pero no se pudo contra la muerte.

Rodolfo Hinostroza perteneció a una legión de poetas de la llamada generación del sesenta, esa ola a la que pertenecieron los también recordados Antonio Cisneros, Javier Heraud y César Calvo, solo para recordar a tres poetas que han dejado sus antorchas encendidas en el cielo de la poesía peruana.

Sin duda, dos libros, Consejero de lobo y Contra Natura, plantearon una manera distinta de escribir poesía en nuestro país y acaso en la lengua castellana. En ellos se aprecia influencias de la poesía anglosajona, pero sometida al crisol de un lenguaje nuevo, contemporáneo. En Consejero… bulle el mundo de la infancia, los recuerdos del padre, y su fe total en la poesía, en el fuego creativo, en la vida. En Contra Natura, como dice Marco Martos, hallamos un poeta incómodo ante el mundo: «el entusiasmo por la revolución ha pasado, no quedan atisbos, pero estamos frente a un poeta que abjura de la revolución, es un individuo colocado a fines del siglo XX, que con carácter profético señala los excesos del Estado; ese César, ese demiurgo que vive inmerso en el Poder, es personificación de lo despiadado que arrasa con cada persona».

Otro libro que se traza en ese lenguaje es Nudo Borromeo y otros poemas perdidos y encontrados (2008).

Rastros de la vida

Rodolfo Hinostroza nació en Lima, en 1941. Era todavía un niño cuando viajó con sus padres a Huaraz, Áncash. Esa experiencia muchos años después, en el 2005, rememoraría en su poemario Memorial de Casa Grande.

A su regreso a Lima, estudió en el Colegio Guadalupe y de allí pasó a estudiar Medicina en la Universidad de San Marcos. Pero allí vivió un dilema. Su padre Octavio era un poeta, su madre también escribía y en él había una tentación latente por la literatura. Y sin más, abandonó Medicina y se arrojó a los brazos de la musa de la poesía.

Como le contó al poeta Víctor Ruiz Velazco, eso ocurrió cuando tenía 19 años y se encontró con César Calvo en el Patio de Letras de San Marcos.

–¡Yo he dejado todo por la poesía! ¡No puedes jugar a ser poeta! ¡Debes escoger ahora mismo! –lo sacudió Calvo.

Y agregó:

–Ser poeta es ponerse en manos del destino.

Y así fue, Rodolfo Hinostroza se pasó a la orilla de aquellos que viven para las palabras. Pero tampoco toleraba abusos contra los poetas, de allí su rechazo a participar en un festival literario en el que solo querían pagarle el taxi.

Como otros jóvenes de su generación, viajó a La Habana, Cuba, pero a diferencia de Javier Heraud, que quiso transformar la realidad con las armas, Hinostroza se mantuvo fiel al credo de la poesía. Pero en Cuba publicó su primer libro, Consejero de lobo. Después viajó a París, vivió Mayo 68 y en 1971, con su libro Contra Natura ganó el premio Internacional Maldoror, organizado por la editorial Seix Barral. Era el primer poeta peruano que ganaba un premio internacional (pero después, en 1987, ganó el Primer premio Juan Rulfo de Cuento -París, 1987; en el 2013, Premio Nacional de Cultura -Categoría Trayectoria).

Regresó a Lima en 1984. Trabajó en varios medios periodísticos, entre ellos La República. Demostró su afición por la astrología y fue también uno de los primeros pioneros del boom de la gastronomía peruana, tema en el que publicó libros y ganó premios. Asimismo, hizo narrativa, es autor de Aprendizaje de la limpieza (1979), Fata Morgana (1994) y Cuentos de Occidente (2001).

Rodolfo Hinostroza era genio y figura. Y era un contra. Ahora que se ha ido, recuerdo aquello que me contó el poeta Hildebrando Pérez. Ante una marcha de los obreros de la CGTP, que salían diciendo «¡¡Las calles son del pueblo!, para unirse en una marcha común con los estudiantes, Rodolfo, con su voz ronca, les corregía, no sin bromear: «¡no, las calles son de asfalto!». 

Publicado en La República

Un hombre vaga durante numerosos años fuera de
su patria, estrechamente vigilado por Poseidón, y solo
.
Aristóteles

Y ahora remontas rue Vavin subiendo a Montparnasse
Hay un río que duerme otro que murmura
Aquí Clayton hablaba de Loutine
Los dorados temblores de Diana en el patio interior
El cuerpo multiplicado en millares de copias
Y un presagio de tormenta en la escalera
Menos grave que en los años siguientes
Y ahora todo resbala hacia Lo Real
Había sido algo menos que una presencia
Definida con tenacidad
Al alba con las últimas luces de la fiesta
La materia de los dioses extraviada en un recuento precipitado
De tantos viajes tantos libros tantas mujeres
La sombra helada de un libro que te acecha
Mientras haces el amor en el bisel del espejo
Las claves sumergidas en un catálogo de signos
Te requiere por una vibración de encajes y deseos
Como el vaho sobre el cristal del automóvil
Londres un taxi palpitante a la puerta
Una confidencia cubierta por el timbre del teléfono
Forma insuficientemente percibida
A través de las celosías de la casa
Lo gris duerme su rapacidad vela
Modo infinito en infinita parodia
Y ahora tratas de recordar un acto significativo
Que te hubiera matado
Para que hacia él converjan las líneas del poema
O el pavor de un sueño
Donde olvidas tus huellas en las cosas
Como si al crepúsculo tornaras la cabeza
Viendo unas rayas difusas en la perspectiva
Así cuando declina el viento de la noche
Hay tal vez una playa con casetas de vidrio
Y estudias el mecanismo de las olas
Sobre la barrera que planta tu memoria
Un dólar de plata por saberlo
El sentido de la experiencia debe encontrarse allí
Y yo debo entonces perseverar en el poema
El Otro que yo he sido el Otro que estoy siendo
Me debe ser designado en el poema
En una de sus líneas (tal vez en ésta misma)
El insolente sol trepa al solsticio
Y se me hace saber que mi sombra se gasta
Y una imagen recurre (la de Marianne)
Como si el erotismo fuera capaz de definirme
Como si buscase definición
Deslizándome hacia el centro del poema
Donde hay silencio y quietas placas de hielo
Calles que no llevan nombre
Miedo de tocarlo y no tocarlo y atravesarlo sin tocarlo
Como una sombra de palabras
Y hay líneas que se encurvan sobre el horizonte
Otras sobre el crepúsculo
Y acodado en las estepas mayores
Buscas la conjunción de los sentidos
En una sola epifanía
La memoria como un espejo parabólico
Descoyuntado por infinitos puntos de fuga
Que recompone ahora una imagen de mujer
De actos presenciados en Mallorca
O en un pueblo belga que se llama Malone
Cuyo sentido (si alguno existe) resistiría a la enumeración
De imágenes dispersas
De una noche en busca de rue Giordano Bruno
Al fondo del distrito XIV y bajo la nieve
O la de un lépero cagando sobre un puente en Comayagüela
O de una noche caliente y desolada en Managua
Un Luna-Park en trozos
O caminando contra el viento a la entrada de Cerbère
Buscando un maldito camión
Y todavía
Atravesando un campo de lavanda en el Luberón
Con un vuelo de cuervos en /> Un último sobresalto de Occidente
Antes del encadenamiento de las guerras
Las heladas estrellas se agrupan del lado de La Osa
Ella ha desaparecido
(Quién es Ella dónde está Ella)
No confundas tu soledad y la suya
Cuando tires las tres monedas por seis veces
SUNG
Esta línea muestra al sujeto vacilante frente a la disputa
Vuélvela estudio de los dictados celestes
Abate sus deseos agresivos
Reposa en la firmeza y corrección
Habrá buena fortuna
Abate tus deseos abátelos te digo
Así podrás acceder a la contemplación
Y el mundo rodará sin ti
Por una vez
Y verás gotear las estaciones
En un cielo Ile-de-France
Tendido en un camastro fascinado
Por una constelación de manchas de humedad
Las nubes dibujan carneros castillos
Una majada de fantasmas desciende el Huascarán
Trisca en torno de un ojo de agua
Pisoteando el diván del analista
Repita eso
(Eso?)
La memoria se posa sobre un campo de trigo
Y los caballos trotan en torno de la era
Encerrados en un domo dorado
Tu padre bebe chicha de jora
Y tú aloja fresca
Y más tarde la luna rondará la Casa-Hacienda
Polvo de leche luz
Tus sábanas se prolongan en nevados
Repita eso
El poema graffiti sobre un largo monólogo
El tema del baúl el tema del poeta atormentado
Por la Sombra del Padre
Un calembour dudoso colgado de la manga
(Nunca tocará fondo porque es forma)
La hora de las visiones ha pasado
Quién sabe lo que sabe quien no sabe
Hay una teoría de círculos concéntricos
Puesta para evitar un encuentro frontal
Que ya tuvo lugar
Que apareció como un azahar en el verano
Calmando mis sentidos crispados en la espera
En el sous-bois las armas
Esparciendo un sonido metálico en el aire transparente
Lustros
Y a la mañana siguiente un trapecio de niebla
Sube al Medio del Cielo
El halcón malherido voltijea sobre el techo del mundo
Suspendido del verbo
Que se balancea como un fruto
Demorando en caer
Y te consumes fuera de la palabra
Que tal vez se alimenta a sí misma
En inflorescencia perpetua
Y así entorpeces la demostración
Empantanado en una noche sin fin
O detenido en un mediodía perfecto
Un bocado de viento en las colinas
Una ventana abierta en la plaza del pueblo
Que designa un imposible deseo
Y el tiempo el viento amargo
Huye entre tu camisa
Como un recuerdo agudo y olvidado
Así un día en el embarcadero de Santiago Atitlán
O cierta ven en Uxmal
Indescifrable tu memoria en ruinas
Fuera de tema borracho como un Lord
Contiguo a una galaxia burlona y superior
Más ebria que la noche bamboleante
Ceñida a tu cintura hincándote las uñas
Mientras circulan retazos de ciudades
Ramalazos de luces en el puerto
El esplendor vacante de tu cuerpo
Animal expulsado de la música
Más acá del Edén donde no hay luz ni noche
Sino incredulidad de cada gesto
Como quien sobrevive sin saberlo
Y hay un valle que cierra el horizonte
Un río que la brisa acerca
Y una mujer desnuda en la terraza
Tomando sol
Nada es real salvo Lo Real
Desdeñoso irascible parpadeante y sumiso
Eternamente anclado
Plantado frente al río que murmura
Que tu vida se despliega y se agota
En la incesante perfección de su diferencia
A causa de Entropía
Obedecida y pronto contradicha
Por una dimensión confusa y vegetal
Y el azar te convoca para jugar un rol figurante
En el chalet de abajo
Y en un delirio de provisiones y de ropa limpia
Olorosa a lavanda
Viajas en tus palabras
Y tus palabras viajan.

 

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