Eliseo Alberto, el novio de Cuba

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Nadie quería más a Cuba que él, decía Eliseo Alberto, Lichi, muerto tal día como hoy hace seis años, a los 60, en el exilio de México. Había nacido en una familia de artistas, cuyo patrón era Eliseo Diego, uno de los grandes poetas del siglo XX hispanoamericano.

Eliseo Diego falleció en México en 1994. Años más tarde, su hija Josefina (Fefé), gemela de Lichi, escritora y traductora, encontró el manuscrito de una novela, Narración de domingo, que Lichi se dispuso a prolongar, añadiendo cartas del padre y de la madre (Bella), de novios y de casados, y sus propias memorias de Cuba y de sus progenitores. El conjunto, publicado por Alfaguara, se titula La novela de mi padre y se parece a Lichi, melancólico, poético, enamorado de sus padres, de su familia, de Cuba.

Lichi, premio Alfaguara por Caracol Beach, es el autor de otro emocionante testimonio. La policía cubana le pidió un informe de lo que se hablaba en su casa, transitada por artistas. Pero él escribió Informe contra mi mismo(terminado en 1978, publicado en 1997 en el extranjero), que agravó un exilio devastador para quien tanto quiso a su país. Y a su padre. Este es, por decirlo así, su segundo libro sobre Eliseo Diego, admirado por Lezama Lima o por Octavio Paz. Lezama llamaba sobrino a Lichi. Y en cierto modo, este hombre que nunca dejó de ser un niño fue un sobrino para la gran cantidad de amigos que se juntaban en la casa de Eliseo Diego y de Bella Esther García-Marruz.

Fefé encontró “ese proyecto de novela” tras la muerte del padre. Lo escribió “con su letra enrevesada”, en torno a 1945. “Lichi siempre quiso escribir sobre ese texto. Yo no quería que contara algunas interioridades de la familia porque eran temas delicados, de los que mi padre habló poco”, explica la gemela del autor. Estaba vivo aún su hermano mayor, Constante, pintor, cineasta, al que llamaban Rapi, fallecido en enero de 2006. Y le pareció bien. A la muerte de Lichi, la hija de éste, María José de Diego, de 33 años, productora ejecutiva en el sector audiovisual, se encontró la novela terminada, y le consultó qué hacer, recuerda Fefé. Y finalmente decidió publicarla. “Me ha gustado que amigos queridos, y con criterios rigurosos, se hayan emocionado con la lectura”, afirma Fefé. Es, dice, “un libro escrito con gran amor, respeto y admiración por nuestro padre”.

En la portada está Eliseo Diego a los seis años; esa pose, risueño, como ocultándose, le siguió hasta el final, y desde esos seis le sigue Lichi, en la narración, a la que añade cartas reales de la pareja. “Se las envié a mis dos hermanos. Lichi utilizó algunas. Las de papá están casi todas en la computadora. Nunca me he decidido a publicarlas, me parece que sería irrumpir en la intimidad de aquellos jóvenes enamorados que fueron Bella y Eliseo”.

Eliseo Alberto fue poeta, escritor, soldado, guionista (a él se debe Guantanamera), un noctámbulo que buscaba en la penumbra las alegrías que le negaba el día. Informe contra mi mismo lo convirtió en un exiliado de Cuba y, por tanto, de sí mismo. “De los tres, era el más tranquilo y callado. Lo describo así en el libro que escribí sobre nuestra infancia, El reino del abuelo.Aunque era juguetón y conversador, primaba en él la tendencia a la depresión, un poco como papá. De los tres, era, creo, el más cubano… Por eso sufrió tanto su exilio. Lichi hablaba de Cuba como de una novia”.

María José de Diego recuerda la emoción de éste y de sus hermanos ante la primera novela autobiográfica de El Poeta: “Despertó y removió muchas cosas en ellos. Creo que fue un guiño de mi abuelo: ‘Aquí estoy, no me olviden”.

Reconciliación

Eliseo Alberto sufrió una larga enfermedad; necesitó un trasplante que finalmente no se pudo realizar. En medio de ese proceso abordó la prolongación de La novela de mi padre. “Escribir esta novela fue para él una reconciliación con su Cuba y un homenaje a su infancia, a ese Lichi niño que siempre vivió en él, a la ternura”, sostiene Maria José. Como si no quisiera irse “sin antes no volver a amar a Cuba y recordarla como un niño, tierno, querido, sin rencores”.

Esta novela la guardó con celo. Acaso porque no era solo la que prolongaba la despedida del padre sino porque mientras la tuviera entre manos a él mismo le prolongaba la vida. Y la relación con Cuba. Como él decía, recuerda María José, “Cuba es un piano que alguien toca detrás del horizonte… Es un plato de comida que me como cada día”. Y añade María José de Diego: “Para mi, él será siempre mi Cuba. Él es mi piano”. Lichi se exilió en México en 1990. Ahí vive su hija.

Publicado en El Pais
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