«No hay famosa que de tener un hijo no tenga una foto semi desnuda amamantándolo»

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Por Daniel Cholakian – Nodal Cultura

Beatriz Sarlo es una de más conocidas ensayistas sobre la vida cultural en Argentina. Licenciada en letras y profesora de literatura argentina, Sarlo se mueve con tanta comodidad en el trabajo académico, el ensayo de divulgación, el periodismo y la polémica, incluso en el ámbito televisivo. Esta capacidad de moverse en espacios diversos también le permiten pensar la cultura popular, los medios y los personajes de campos diversos.

Su participación en medios masivos y su fuertes críticas al gobierno de Cristina Fernández de Kirchner, hicieron que en los últimos años su figura adquiriera un lugar muy visible, ligada a esa posición, aun cuando en la actualidad es crítica también del gobierno macrista. Ese reconocimiento lo nota en lo cotidiano. “Muy pocas veces en la época del kirchnerismo me han dicho algo por la calle. En general hablo muchísimo con la gente por la calle o en el subterráneo. Viajo todos los días en el subterráneo. La desesperación que yo veo en la gente se nota en el siguiente mecanismo “ay! Sarlo ¿usted qué piensa de lo que está pasando?” y en el momento en que vos estás por decir esto la gente descarga una especie de angustia, ahora que ve caer su nivel de vida”, cuenta sobre su relación con los muchos que la reconocen. En cuanto a la confusión sobre su posición política, Sarlo explicó “había una cierta idea del macrismo de que yo me iba a ir ahí. Entonces no me pudieron perdonar nunca que no fuera así. Los trolls más duros conmigo seguramente son macristas. Los que dicen ‘Sarlo es una vieja analfabeta que nunca escribió nada’, esos seguro son macristas. En cada elección digo por quién voy a votar, y entonces un mes antes de las elecciones dije que votaba en blanco. Ahí fue muy fuerte la agresividad en las redes. En Facebook fue fuertísima la agresividad. Muy, muy fuerte. No por la calle sino en las redes. Por eso digo son trolls”, analizó respecto de ciertas violentas reacciones que tuvo su posición en redes sociales.

Este año Sarlo publicó su libro “La intimidad pública” donde analiza cierto fenómeno –originado en formatos televisivos pero ampliados a una suerte de plataforma unificada- donde la construcción de la fama, a partir del escándalo y la maternidad como mecanismos centrales, estructura formas de lectura, de mirada y de identificación en espectadores masivos.

Sobre la noción de escándalo, la fama y los famosos, la televisión y las redes sociales, tanto como las dificultades de lectura y el “populismo” educativo, Nodal Cultura dialogó con Beatriz Sarlo.

¿A partir de qué mecanismos lo íntimo se convierte en público?
Los acontecimientos de la intimidad pública son dos.
El primero es la maternidad, un acontecimiento casi universalmente compartido. Se sea o no se sea madre. Una experiencia compartida desde hace 20 mil siglos, por lo menos en la cultura occidental. Es una experiencia conocida. El idilio de la maternidad tiene textos de centenares de años.
El segundo es el escándalo, que tiene un rasgo muy afín con ciertas formas de consumo de la cultura contemporánea. El argumento es muy corto, muy sencillo y muy repetido. Si uno lo compara con los folletines sentimentales de comienzos de siglo, que yo cito varias veces en el libro, el folletín sentimental tenía cierta complejidad. Primero en su sistema de obstáculos, de los obstáculos a la pasión. Esos obstáculos a la pasión algunos eran de naturaleza subjetiva y otros eran de naturaleza socio-económica. Es decir, la vendedora de tienda que se enamora o es seducida por un cliente elegante que entra a esa tienda. Típico argumento de folletín. Tenían dimensiones socio-económicas de las que los escándalos mediáticos actuales carecen. Por otra parte, tenían más extensión, tenían más peripecia. Los escándalos carecen de peripecia.
Los escándalos se resumen en aquello que uno ve en las redes, en Instagram o en las revistas de los famosos que es: “me enamoré locamente”, “él también se enamoró locamente de mí pero resulta que me traicionó, nunca voy a perdonarlo, es un vil mortal”, “nos reconciliamos” o “nos peleamos para siempre”. Y esas son las peripecias. Uno podría repetirlas con diferentes protagonistas. Es decir, es un argumento extremadamente sencillo que se resume en cuatro o cinco frases, que son aquéllas que pueden pronunciar los famosos sin tropezarse.
Las diferencias sociales no aparecen en el escándalo, porque en general los famosos se enamoran de famosos. Y por tanto, todo aquello que hacía el atractivo del folletín y por supuesto de la novela del siglo XIX, no está.
El escándalo tiene un público acostumbrado a historias de amor muy cortas y que no encuentra dificultades en las historias de los escándalos. Yo diría que la sabe de memoria y que quizás el placer de consumirlo tenga que ver con la repetición y no con la novedad.

Me hace pensar en lo que pasa con los niños con los cuentos. Ellos piden que les cuenten el mismo cuento que ya conocen ¿Hay una suerte de infantilización de ese sujeto espectador?
Sí, pero cuando uno piensa en ese período de repetición de los niños, uno puede decir que ahí hay un aprendizaje de cómo se estructura un argumento. Los niños muy chicos que son los que piden repetición -después de los 6, 7 años no se pide repetición- y están aprendiendo un argumento que tiene relativa complejidad. Además aparece la intervención mágica. El escándalo carece de eso.
Además no puedo creer que quienes lo consumen -que tienen edades mayores a los 12 años, obviamente- necesiten de un argumento tan elemental para aprender lo que es un relato. Tiene que ver con la aceleración en el consumo. Si vos comparás los escándalos, que se dan por ejemplo en la mañana y en la media tarde televisiva con las ficciones de radio o televisión de hace 40 o 50 años, esas eran infinitamente más complejas. Un radioteatro de aquellos, del que conocemos los libretos, era infinitamente más complejo. Y requería atención. Mientras que el escándalo puede consumirse sin prestarle absolutamente ninguna atención. Porque sus personajes son planos y carecen de peripecias renovadas. Lo que te cuentan ya lo conoces.

En las primeras horas de la tarde, con la televisión prendida uno puede ir y venir de un canal y cuando vuelve siguen con el mismo tema y nada parece haber cambiado.
¡Siempre lo mismo! Pero puede ser manejado por gente poco talentosa o por gente muy inteligente como Rial, que es quien que de alguna manera inventa el género en Argentina cuando importa Gran Hermano de Europa. Ahí están los primeros escándalos. Con la cámara prendida las 24hs y un público que dice “a ver qué pesco si prendo la televisión”. Allí se producen esos primeros escándalos. De hecho algunos de los actores/personajes escandalosos del presente vienen de esos realitys.
Pero aún en aquellos tiempos tenía una complejidad mayor, incluso las redes sociales no intervenían del modo en que lo hacen ahora. Se expulsaba o se convalidaba un participante por teléfono.
La otra cuestión, que señalan quienes las estudian, es que ahora hay prácticamente una plataforma unificada. El videíto que vos ves colgado en Facebook, es lo mismo que vos viste mostrado por Rial, o comentado a la mañana, o en cualquier otro programa de escándalos. Todo hecho posible por el teléfono del cual hablábamos. Estamos permanentemente informados sobre eso y por la misma tecnología que nos permite a nosotros mismos colgar los videítos si es que tenemos Facebook. Es muy fácil que un videíto o una fotografía migre de una cuenta a otra.

La intimidad, puesta en lo público ¿pierde su condición de intimidad o lo que atrae al espectador es que sigue siendo íntimo y lo mira como un voyeur?
Lo que atrae al espectador es el simulacro de la intimidad, porque una vez que se ha hecho público la intimidad deja de ser íntima. Es intimidad pública. Lo que le atrae al espectador es justamente esa posición de espía en algo que supuestamente no debería de ser mostrado con el detalle ni con la exaltación con que es mostrado. Del mismo modo la maternidad.
Mujeres amamantando hijos aparecen en los cuadros del Renacimiento o en los cuadros de la secesión vienesa. Son representaciones siempre estéticas. Mientras que ahora no hay famosa que de tener un hijo no tenga una foto semi desnuda amamantándolo. Están todas. Podés ir a Facebook y verlas.

¿Cómo fue este proceso de construcción de lo íntimo público? ¿Cómo se relaciona lo medial con las redes? ¿Cómo se sustituyeron los lenguajes por este modelo de expresión lingüístico y corporal, por este formato de puesta en escena?
Lo que ha cambiado para los famosos es el modelo de identificación. Si mirás las fotos de Zully Moreno, la gran estrella de los años 50 del cine argentino – yo he mirado mucho las fotos para comparar- su modelo de identificación era el de una dama elegante y fina, como sigue siéndolo Mirtha Legrand. Ese es un modelo de identificación. Nadie tenía como modelo de identificación la estrella del teatro de revistas. Nadie decía voy a usar los mismos escotes y los mismos brillos que la estrella del teatro de revistas. Ese no era el modelo identificatorio. El modelo de identificación de quién tenía éxito en alguna actividad era un modelo de identificación que iba hacia arriba socialmente.
Ahora ha cambiado el modelo de identificación. Y ha cambiado en todas partes, no solamente en los famosos. Mira las cuentas de Facebook de chicas de 14 y 15 años. El modelo de identificación que tienen es el modelo de la famosa actual. Es decir, el quiebre de la cintura para que las nalgas salgan hacia afuera, para que el cuerpo parezca lleno de redondeces. Lo que copian es el modelo de cuerpo de las famosas. Y desearían operarse como las famosas.

Esta suerte de importancia de la fama como valor en sí ¿cómo y cuándo aparece? ¿qué es lo que motoriza que la fama tenga un valor per se?
Yo creo que en ese sentido, la fama siempre ha tenido un valor per se. Hablo de fama en el sentido de estar en la voz pública. El asunto es con qué capital simbólico vos tenías esa aspiración. Cuando uno ve el ascenso de Marilyn Monroe como actriz. Uno nunca podría llamarla famosa simplemente. Esa mujer se fue al Actor’s Studio a terminar de formar su personaje actoral. La menciono para poner como ejemplo una de los íconos de la belleza del siglo XX.
Lo que ha sucedido con la fama es que ahora los requisitos son otros. Por eso no sabemos muy bien por qué son famosos. Yo tuve que averiguar qué hacía el Polaco. Tuve que averiguar qué cantaba el Polaco. Y hay otros que ni siquiera cantan o tienen una actividad por la que son conocidos.
Parecen todos iguales entre sí. No se sabe muy bien cuál es su profesión para ser famosos. Tal vez ir a las discos, a los desfiles de moda, y sacar las fotos o ser fotografiados allí. Y recibir una paga por eso. Pero son personajes socialmente iguales. El obstáculo que volvía dramática tanto la novela del siglo XIX como el folletín sentimental, o el radioteatro y el teleteatro ahora no está. No está, ni se vuelve interesante. ¿A vos te interesaría definir socialmente a Pampita o a quien sea? No, no se vuelve interesante. Todo es expresión de una especie de pasión fulminante, que así como es fulminante para llegar es fulminante para irse.

Usted habla de las figuras en términos de la construcción de esta banalidad medial. En algún párrafo escribió “lo banal no puede hablarse sin el auxilio de las figuras” ¿Qué sentido adquieren de las figuras dentro de este fenómeno?
Cuando uno dice banal, quiere decir poco interesante en sí mismo. Si esa historia tiene un formato como es la del escándalo o la de la maternidad, que además me permite espiar, entonces lo banal pierde esa condición porque son las figuras las que sostienen el interés. Si a vos te cuentan las historias de las maternidades de las famosas, es muy probable que digas “me aburre mi prima cuando me la cuenta, me aburre mi tía cuando me la contaba ¿Por qué me tengo que entretener con esto?” Al ser famosas, al aparecer siempre semi-desnudas con sus hijos en situaciones que evocan las del escándalo, aunque hablen de la maternidad esas figuras le dan color a la banalidad.

Pensando en estas maternidades, en los hijos y las desnudeces, en los niños híper exhibidos y conocidos por todo el mundo ¿Hay allí un problema con ellos a futuro?
Pensemos eso, yo no voy a decir qué van a pensar a los 30 años, porque posiblemente a los 30 años digan: “mi vieja era una tarada” o “mi vieja era una gran tipa y bueno, mala suerte”. El tema es qué van a pensar a los 15 años cuando los compañeros del colegio le digan “che, mirá, mirá la foto que encontré”. “¿Esta es tu mamá, no? Entonces éste tenés que ser vos”. ¿Qué va a suceder en esas adolescencias? Por algo la ley protege y dice que los chicos tienen que salir pixelados en las fotografías. Pero aunque salieron pixelados como la madre ha sido conocida en un determinado momento y el archivo es infinito y queda para siempre  en internet… La reacción de esos pibes y pibas puede ser dolorosa, o pueden ser objeto de ironía o de sátira. No deberían ser exhibidos de ese modo.
Yo siempre pienso qué me hubiera pasado si mi padre, que era conservador y gorila, me hubiera llevado a un local del partido conservador a los seis años con un cartel que dijera “viva el cáncer”, por el cáncer que tenía Evita. Yo a los 18 me hubiera sentido enormemente mortificada. Simplemente digo eso. Por algo, lo repito, el pixelado es algo obligatorio.

Al comienzo del libro reflexiona sobre si todas las plataformas que tenemos disponibles para leer son lo mismo, en términos de posibilidad de leer y comprender.
En principio, según algunos técnicos, cuando vos clickeás en la plataforma permanecés 35 segundos en lo que encuentres. Así no hay forma de comprender ninguna noticia, no ya una noticia de las finanzas del Banco Central. No hay forma de comprender que existe algún parentesco entre la corrupción italiana y que se haya caído el puente de Génova. Que es una cosa bastante más cercana a la vida que una noticia financiera.
¿Por qué Carrió tiene tanto impacto? Porque ella cuenta la política como escándalo. Ella siempre anda en un escandalete con la política. Tiene un impacto de ese tipo. Esté ella en la posición que esté, siempre da un impacto de escándalo. Pero para leer una nota que explique por qué el radicalismo entregó todo su poder territorial a Cambiemos se necesitan más de 35 segundos, y para eso se debe comprender primero qué es el poder territorial del radicalismo…

¿Cómo hace ese público de los escándalos para luego poder relacionarse con otros formatos o con la lectura?
Los públicos están estratificados. El público que ve una serie de Netflix complicada, con un argumento arduo, con muchos personajes y que se extiende por nueve capítulos como mínimo, es probable que no pueda ver un escándalo. Que el escándalo se desmenuce ante sus propios ojos. Y viceversa. A la inversa, es muy probable que al público que consume principalmente el escándalo le resulte ininteligible una serie de Netflix.
Yo recuerdo a una tía mía que tendría 50 años cuando empezaron a llegar las primeras series de televisión como El Fugitivo y otras por el estilo. No las entendía. Eran demasiado rápidas para ella, que estaba entrenada en el teleteatro. Su frase preferida frente a las primeras series americanas de televisión era: “y estos locos ¿qué hacen?”. Y no era una mujer poco inteligente. Era una mujer inteligente, que leía diarios. Pero de alguna manera la velocidad de la exposición de un argumento la desconcentraba en absoluto. Ella estaba acostumbrada al drama sentimental, primero en el radioteatro y después en el teleteatro. Y las series la dejaron fuera. Nunca pudo mirar series.
Esos públicos entrenados en argumentos extremadamente sencillos, no van a pasar a otros argumentos. La visión optimista de algunos educadores es que vos empezás a entrenarte leyendo boletos de colectivo y terminás haciendo la ley de la relatividad. No es cierto. Algunos educadores tienen esta visión. “Los chicos leen, siempre leen los carteles en la calle”. No es cierto que de leer un cartel por la calle pasas a leer un cuento de Quiroga. Son disposiciones diferentes las que se necesitan.
Los educadores que tienen este pensamiento populista, sin embargo, no tienen problemas aceptar lo contrario para el deporte. Es decir, vos ponés a un pibe desde los seis años mirando fútbol por televisión y va a saber el nombre de todos los jugadores. Pero se convierte en un gordito, no va a ser un buen jugador de fútbol. Ni siquiera barrial.
El deporte exige un entrenamiento más fuerte o igualmente fuerte, que el de leer un cuento de Quiroga. Ahora, para el deporte no hay crítica de ese entrenamiento. Cualquiera que haya aprendido un deporte -yo aprendí varios en mi vida- sabe que el entrenamiento deportivo en el nivel de aficionado es fuerte, complicado y repetitivo.
¿Por qué no tienen ese entrenamiento en la lectura? No se puede pasar de leer carteles en la calle a leer un cuento de Quiroga. Así como hay una serie de operaciones para tirar bien un drive en tenis, hay una serie de operaciones que hacer con un cuento de Quiroga. Nadie pide que uno sea espontáneamente buen cocinero. Todo el mundo va aprender a cocinar a la academia. Sin embargo el espíritu populista dice “como leen por la calle, pueden leer un cuento de Quiroga”. ¿Por qué hay ciertos ámbitos en los que el aprendizaje es reconocido y otros que no?

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