Martinessi/Brun: «Hablamos de herederas no sólo de dinero, sino también de prejuicios»

4.045

Por Daniel Cholakian – Nodal Cultura

Las herederas es la película paraguaya del año. Estrenada como parte de la selección oficial en el Festival de cine de Berlín en febrero de 2018, se presentó en abril en Paraguay, en agosto en Uruguay y Brasil, y en diciembre se vio en Argentina y Cuba. Además fue la seleccionada por su país para competir por los premios Oscar.

Es la historia de decadencia de una clase social, de la imposibilidad de emancipación de las mujeres en una sociedad machista y arcaica, y de cómo esas circunstancias, caer hasta lo más bajo, puede servir para abrir puertas –en el más amplio sentido del término-. Chela vive con Chiquita. Tienen una relación de pareja que parece ir apagándose dentro de las cuatro paredes de una casa que se vende por partes, con un resultado que apenas alcanza para mantener las apariencias. Chela es la hija de una clase que nunca dio a la mujer espacio alguno. Ni siquiera su elección sexual supone una instancia de liberación, la relación se mantiene puertas adentro, sin que sea conocida por las mujeres de su clase. Mientras la casa se derrumba, se abre el espacio. La idea del encierro en dos espacios, la casa y el coche, es central para el desarrollo dramático de Las herederas

Llegando al final del largo ciclo de presentación de la película, conversamos con Marcelo Martinessi, su director, y Ana Brun, su protagonista. Ana es una actriz vocacional y en su debut en el cine recibió nada menos que el Oso de Oro como mejor actriz en Berlín. Además fue reconocida en Lima (Perú) y Gramado (Brasil). Película y realizador han sido premiados en también en Berlín como en diferentes festivales en Brasil, Chile, Colombia, Perú y Puerto Rico.

Ellos están juntos desde el germen mismo de Las herederas. Ya que el modo de producción fue algo inusual para una película de este tipo, ambos trabajaron ensayando, aprendiendo y dando vida juntos el proyecto del cineasta. “Desde el casting ella me acompañó”, asegura Martinessi y agrega Brun “y seguimos juntos y juntos seguimos remando”. La charla se desarrolla así, con ellos hablando muchas veces al mismo tiempo, completando uno las respuestas del otro, o pisándose para decir algo parecido.

En sus palabras no solo se nota que han compartido mucho tiempo y han conversado durante el proceso de producción, sino también que han podido reflexionar sobre su propio trabajo a partir del estreno de Las herederas Berlín.

¿Cómo fue la experiencia que implicó Las herederas, desde la producción hasta el reconocimiento internacional?

Ana Brun: Para mí fue una situación absolutamente fantástica y especial. Marcelo tiene una trayectoria de cineasta, pero yo no tengo experiencia previa y para mí fue todo nuevo. Esta es mi primera película. Yo hice teatro, pero no profesionalmente. Yo era más o menos amateur. Hacía cuando podía, porque me gustaba. No tengo formación, no estudié teatro. Mi experiencia es mucho más fantástica por inesperada.

Marcelo Martinessi: Viniendo de Paraguay, donde no tenemos una estructura para hacer cine, el mayor milagro fue poder hacer la película de la manera en la que queríamos hacer. Para hacer una película en un país donde no hay políticas públicas que te permitan producir este tipo de cine, se tiene que sudar mucho para conseguir la estructura necesaria. Fueron 6 países los que colaboraron para poder hacerla. En América Latina, en general, nos daban 20 días de rodaje porque eran pocas locaciones, mientras nosotros defendíamos que necesitábamos 40 días para filmar. De alguna manera estábamos creando una mirada sobre una clase social que estaba invisible en un país que está muy invisible, y para eso yo tenía a Margarita Irún y Ana Brun que venían a mi casa y ensayábamos ahí. Yo necesitaba “ver” lo que iba a ser la película. Fue un proceso muy rico, pero muy fuera de lo que la industria impone en otros países. No tenemos fondos, no tenemos instituto, no tenemos cinemateca, pero hay otras cosas que tenemos, como el entusiasmo, la novedad, las ganas enormes de poder hacer algo. Somos un país que recién tiene una ley de cine que se está regulando y todavía nos falta una estructura.

El título de la película remite a Chela pero también a muchas otras herederas

MM: Claro, hablamos de herederas no solo de dinero, sino también de un montón de prejuicios. Como una enfermedad genética que se trasmite de generación en generación. Gracias a esto la sociedad no cambia. De alguna manera creo que lo que hace la película es sencillamente poner un espejo frente a estas herencias y estas mujeres. De Paraguay siempre hablamos como un país de mujeres, y de alguna manera esa trasmisión de generación en generación es también muy impulsada por las mujeres.

AB: Yo tengo gente amiga mía que no fue a ver la película. ¿Por qué? “No me voy ir”, decían, “esa película no hay que verla”. Esa mentalidad todavía hay en Paraguay. No tienen ningún empacho en abrir las puertas de su casa a un corrupto o un narcotraficante, pero si ven una lesbiana o un gay se santiguan rápidamente. Todavía hay mucho de eso.

Referías a Paraguay como un país de mujeres, lo que se funda en la matanza de casi todos los hombres en la infame guerra de Argentina, Brasil y Uruguay contra Paraguay. Pero desde otra perspectiva es un país machista y esa es una cuestión que la película sin decirlo directamente, abre una puerta para pensarlo.

MM: Paraguay es un país reconstruido por mujeres, es cierto, pero tenemos que pensar que esa desaparición de los hombres hizo que cada vez que nacía un bebé varón sea celebrado y sea idolatrado. Eso trae una consecuencia machista muy fuerte. De todos modos para nosotros era políticamente importante hacer una película de mujeres, en un país que es estructuralmente violento con las mujeres. Me encanta que todo lo bueno que pasa con la película está agarrado a la importancia de la mujer en nuestro país. Creo que tenés toda la razón en que sigue siendo un país machista: las calles tienen los nombres de los mariscales y los generales que destruyeron el país y no de las mujeres que lo reconstruyeron.

El trabajo del espacio dramático, primero en la casa y luego en el auto, que son los espacios en los cuales sucede la historia, supone una elaboración previa bastante detallada ¿cómo fue trabajado la cuestión espacial?

MM: Lo que pensamos siempre es que al ser una película de encierro y al presentar al personaje de Chela triste, deprimida, ella no iba a ir a ver las flores o el patio o la ciudad. Debíamos trabajado con planos muy cerrados, porque eso es lo que pasa cuando alguien está triste, ve solamente su cercanía, no puede disfrutar mucho más. Pero de a poco se abren espacios. Se abre una ventana, entra un poco de luz. Era muy importante eso. Incluso el auto comienza todo cerrado y de a poquito se va abriendo la ventanilla. Era pensar ese encierro cinematográficamente.
Por otro lado en la premisa de la película estaba la idea de que a partir de la prisión de Chiquita, Chela empieza a entender que ella vivía presa de una clase social y una relación. Eso le permite empezar el lento proceso de liberación. El auto empieza a ser el vehículo de liberación, el escape. Pero la casa sigue siendo un lugar de encierro.

La casa se convierte en protagonista en el modo en que se cuenta la caída y la decadencia de esa clase social. Esta trayectoria de la casa sugiere que hay una cronología del deterioro, de ese vaciamiento, del descascaramiento ¿cómo filmaron la película para que esto se hiciera evidente?

MM: Por el tema de que estábamos trabajando todos muy primerizos, optamos por hacer la película casi toda en orden cronológico. Se empezó con la primera escena y se terminó con la última. Y el último día volvimos a hacer la primera escena porque tanto Chela y Chiquita estaban con mucho rodaje y fue mucho mejor re hacerla, ya que el día 1 estábamos todos temblando.

AB: Totalmente inexpertos

MM: Por eso nos pareció que lo mejor era hacer todo cronológicamente. La casa fue hecha por Carlo Spatuzza, artista plástico y director de arte. Era un depósito esa casa. Por eso tuvimos la oportunidad de hacer todo: el control de la luz, el empapelado, poner cada mueble. Se hizo la casa realmente de acuerdo a las necesidades estéticas de la película. Si ella iba a tener un vestido de determinado color, entonces se pensaba en el empapelado, en las texturas. Pudimos planear muy bien la construcción fotográfica, que es algo raro. Como Paraguay no es un país muy caro con el presupuesto que teníamos nos daba para hacer eso. En esta casa tratada como personaje, que de a poco va siendo despojada, incorporamos el desafío de que ellas trajeran cosas propias, elementos de sus casas y su propia ropa.

A: Realmente lo sentimos. Cuando vienen las señoras a comprar estaban comprando mis cubiertos, no eran los cubiertos de nadie, eran los míos. Eso seguramente también se reflejó.

Chiquita va presa por una situación con un banco que parece menor. Ella misma hace referencia a que otra amiga también fue presa por algo similar ¿un varón hubiera ido preso por una causa igual?

MM: Creo que tiene que ver con la pérdida de status. Si ellas hubiesen sido todavía mujeres privilegiadas, con dinero, iban a pagarle una coima al juez o hubieran tenido una manera de evitar que la encauzaran por fraude. En Paraguay por una deuda no vas preso, pero por fraude sí. A Chiquita le hicieron firmar documentos y eso muestra una pérdida de status. Ya no tienen el mismo dominio que hubiesen tenido si siguieran teniendo dinero y contactos.

AB: Por eso Chela no quiere que sus amigas sepan que pasó, ni que se cuente que están en bancarrota. Aparentar es muy importante en Paraguay.

Es muy interesante la relación de Chela con el dinero, no querer tocarlo. Que no le den el dinero en la mano

AB: Es que la mujer no tocaba el dinero antes. La mujer no manejaba la plata. Ella rechaza cuando le dan los billetes, pero por supuesto después lo agarra. Y fíjate que va y se compra un chocolate, se da un gusto con el fruto de su primer trabajo.

MM: También es una forma de respeto, no hacerle sentir que ella trabaja para otros. Es una suerte de protección de clase. Pero es cierto que no se daba el dinero de mano a mano a las mujeres.

La música de la película es muy interesante ¿cómo fue el trabajo para elegirla?

MM: Yo escucho poca música, usualmente no escucho. Entonces conozco poca música, pero sabía que la generación de Chela y Chiquita tenían como esa fascinación por la música paraguaya como la Demetrio Ortiz, con temas como Recuerdo de Ipacaraí o Mis noches sin ti, que son los que están en la película. Y como conozco algo más de música clásica, pensé que el personaje de Chela va a tener una orientación hacia esa música y los más conocidos de ese mundo. La música tenía que ser parte orgánica de la historia y no debería estar ahí para manipular al espectador. Ese proceso de búsqueda fue un desafío interesante. Y fui encontrando cosas que me parecieron inspiradoras.

Es sorprendente que Ana nunca haya actuado profesionalmente antes ¿Cómo llegaron a encontrarse y cómo fue que Ana aceptó la propuesta?

A: ¿Cómo llegué a decir si? Medio forzada. A mí siempre me gustó la idea de actuar, por supuesto. Un primo mío, que era amigo de él, me llamó y me dijo: ‘leí un guion de Marcelo Martinessi y ese papel es para vos’. Yo le contesté que hacía 15 años que no me subía a las tablas. Él insistió que era para mí y que quería que probara. Y entonces probé, total no se pierde nada. Así nos reunimos para hacer un casting. Eso te contará él.
Después me eché para atrás, porque por la temática pensé que me iba a jorobar, fundamentalmente por el ambiente en el que yo me muevo. Yo tengo una oficina, trabajo profesionalmente y que sea yo, una señora, haciendo el papel de una lesbiana, temía que me hiciera perder clientes. Tuve un dilema y le dije a Marcelo que no lo iba a hacer. Le dije que tenía que cuidar de lo que vivo, yo no vivo del arte ni del cine. Después me dije, ‘por qué voy a ser tan cobarde, tengo que hacerlo’. Entonces lo llamé y le dije que lo hacía. Pero me cambié el nombre y así aparece Ana Brun. Es mi nombre, pero Ana es mi primer nombre y Brun mi segundo apellido. Todo esto con la idea de que la película no iba a tener mucho éxito, no va a pasar la frontera y nadie va a saber que estuve ahí. Además como Ana Brun nadie me conoce. Claro que nunca pensé que íbamos a llegar a donde llegamos.
En Paraguay buscaban quien era Ana Brun y no existía, ni en el google estaba. Entonces cuando ven mi cara en los diarios dicen, ‘pero esa es Patricia Abente, no es Ana Brun’. Todo fue por culpa de ellos.

¿Y perdió clientes?

AB: No, tengo más clientes ahora! Había sido que les está gustando (risas). Tienen que comprender a mí se me movía todo mi esquema. Todo por hacerme la loca y jamás pensé que iba a resultar así.
Te cuento una anécdota. En la escena del karaoke hay una parte que no quedó en la película pero que yo si filmé. Estábamos en esa fiesta y cantábamos una canción. Como soy sorda no entendía mucho lo que decía la letra, yo hacía ‘cha, cha, cha’, sin saber que decíamos. Cuando le pregunté a Marcelo que decía, me cuenta: ‘Clitorís, clítorís, cuando entrás ya no salís’. Yo toda horrorizada, le decía ‘cómo me haces cantar eso, mi hijo me mata’. Ese día me fui como una gallina desplumada y les dije: ‘les tengo que contar una cosa. Estoy haciendo una película que es de un tema’… no sabía cómo lo iban a tomar… ‘hoy tuve que cantar esta canción’ y se las dije. Y la reacción fue ‘pero mamá ¡¿cómo vas a hacer eso?!’, pero al final no lo tomaron a mal (risas).

Ana cuenta los reparos que ella tenía ¿qué pasó en Paraguay específicamente en relación con el tema del lesbianismo, aunque no sea el eje más importante del análisis?

MM: Cuando la película se estrenó en Berlín, la gente festejó mucho que la película esté ahí, sin saber casi nada del tema. La mayoría de las reseñas hablaban muy de paso del lesbianismo, de la condición sexual. Hablaban mucho de clases y de otras cosas. Después un diario español y algunos medios de allí empiezan a hablar de la pareja de lesbianas de Paraguay. Como eso no se filtró mucho, ellas eran recibidas como rockstars.

A: Con bombos, con flores. Nadie había visto ni sabía de qué se trataba.

M: Cuando empiezan a entender, la mayoría de la gente se pregunta ‘¿qué es lo que estamos celebrando?’. Pero me parece que Paraguay cambió en los últimos años y la prensa cuando vio la película nos apoyó, eso fue fundamental. Me parece que hay un grupo de gente más progresista que entiende la riqueza en la diversidad y además entiende el todo en la película. Ahora bien, sigue habiendo grupos fundamentalistas y sigue habiendo políticos que están muy por detrás de lo que la gente quiere y piensa. Esas personas que de alguna manera representan a un electorado de la edad media, atacaron la película, nos gritaron en el senado. Una senadora le gritó a Ana cuando estaba hablando ‘Fuera de acá lesbiana, ya vas a venir a pedirnos para casarte con una mujer’, con un nivel primario. Siendo además que Ana es ex esposa de un senador. La conocen bien. Es increíble el nivel de alguien que no puede distinguir entre una actriz y el personaje.

Pero lo importante es que se debatan temas. Por más que a mí no me gusta que se coloque a la película solamente en un nicho, porque para mí es una historia universal contada a partir de una pareja lesbiana, creo que hay gente a la que le sirvió para conversar y tomar postura.
Por ejemplo, el presidente que asumió hace pocos meses (Mario Abdo), gana hablando de la familia tradicional y mostrándose así. Marito y su esposa, sin embargo, la invitan a Margarita a comer públicamente y apoyan la película para la campaña de los Oscar. O sea dan pasos que en la época de la campaña para las elecciones no hubieran dado.
Yo creo que el país está en un momento bisagra, en un momento de transformación. Lo que está pasando en Brasil o en Argentina nos da miedo a nosotros, que queremos otro modelo de sociedad. Pero creo que de alguna forma siempre hay dos caras de la moneda.

El cine paraguayo comenzó a verse en el resto del mundo –desde Hamaca Paraguaya a Las Herederas pasaron bastantes películas-, se acaba de aprobar la Ley de Cine ¿cuál es la situación actual del cine de Paraguay?

(Mientras conversamos en el ambiente se escucha una canción. Martinessi, que hace instante afirmó que no conoce nada de música, desde el primer acorde nota que es una tonada paraguaya y reconoce al autor, Agustín Barrios. Luego de una duda acierta a decir que se trata de la canción Danza paraguaya)

MM: Se está regulando la ley que se aprobó y yo creo que eso implicará otra disputa, para conseguir que haya fondos reales y un compromiso del Estado de que podemos y queremos tener un cine en el país. Un acuerdo sobre que queremos tener una mirada sobre la sociedad a partir del cine. Lo lindo de Paraguay es que ya hay películas de terror, hay comedias, películas de acción. Hay una diversidad de que a la gente le gusta. El público se va mucho al cine y le gusta charlar de la película. Por más que sea o no una película del estilo que a Ana o a mí nos pueda gustar, yo creo que haya diversidad en el cine es fundamental.
Por otro lado todavía nos falta conservación de lo poco que se filmó en Paraguay hasta ahora; nos falta una escuela pública donde la gente pueda estudiar cine sin ser un privilegiado; y nos falta también un encuentro de gente que hace cine, nos falta conocernos y reflexionar juntos, porque esto nos va a permitir avanzar en la construcción de un cine propio. Eso todavía nos falta en Paraguay.

La televisión pública y el golpe de estado contra Fernando Lugo
¿Cómo fue tu experiencia al frente la TV Pública de Paraguay, que significó el golpe de estado que destituyó al presidente Lugo?
Para mí la construcción de la TV Pública fue muy interesante porque se dio en un momento ideal, en un momento en el que no nos pusieron patrones, sino que pudimos llevar adelante una construcción colectiva y con espíritu público, justamente. Tenía como objetivo poder visibilizar a un Paraguay al que los medios privados no visibilizaban y hasta hoy no visibilizan. Los canales privados están para defender intereses, y por eso la inversión está puesto en las noticias y en la manera en cómo se va a narrar y manipular la realidad.
En la TV Pública hicimos programas de vida campesina, de cocina paraguaya, animación y cine del país. Trabajamos en la recuperación de archivos fílmicos, algo que no existe en ninguna institución pública de Paraguay. En el momento en que se da el golpe de estado, junio de 2012, la gente que trabajaba y rodeaba a la TV Pública decide poner un micrófono en la vereda y empezar a contar que no es que no estaba pasando nada, como nos hacían creer.
Dos horas después del golpe de estado los canales estaban pasando telenovelas y dibujos animados. Yo creo que esos días de resistencia fueron consecuencia natural de un proceso. En ese momento yo, que pertenezco a las clases privilegiadas de Paraguay, sentí que había un desprendimiento, que dejaba de tener esa pertenencia. Es decir “yo no quiero ser como ustedes que pueden hacer cualquier cosa, incluso un golpe de estado, para mantener sus privilegios”. Ese desprenderse es muy lindo y muy rico. Te permite estar en un lugar donde podes remoldear la vida. Eso me empujó a buscar que hacer y a entender que era Las herederas lo que venía.
También podría gustarte